Tuesday, December 27, 2011

Tan pronto como me dijo que ya era tarde me puse en marcha

Y por supuesto la respuesta nunca llegó.

Las llaves del coche parecían mirar desde el bol que había junto a la puerta, mientras la dudosa luz de la chimenea a medio apagar coqueteaba con la superficie metálica y brillante de el pomo de la puerta, de las llaves y del espejo, que reflejaba a ese desconocido con quien me despertaba cada mañana. Ese que me gritaba que cuando las prisas eran inútiles, lo mejor era correr. Y ni siquiera él quería seguir sus consejos, pero lo hacía.
Con todos los pesares del mundo sobre la espalda, con esa carga insondable y sin alivio posible sobre los hombros, que me hundía cada vez un poco más en mí mismo.
No recordaba la última cerveza acompañado.
Ni la última cena que no fuese de comida precocinada y recalentada una y mil veces.

Feliz Cumpleaños

Aunque esté a cerca de 8.500 kilómetros de distancia, sigo queriéndote, a pesar de no llamarte, de que parezca que no te recuerdo nunca, cosa que no es cierta.
La verdad es que a veces parece que me hago el imbécil aposta.
Tengo ganas de verte desde el momento en que nos despedimos, me parece.
Por esa carrera por el centro de Barcelona para ir a coger el metro, brindaré esta noche.
Por los escasos pero felices momentos juntos.
Por la única noche de locura que hemos tenido juntos.
Por las que nos quedan.
Por ser mi confidente.
Por soportarme.
Por ser como eres.
Por la forma que tienes de saltar encima mía para darme un beso.
Por ser una incomprendida como yo.
Porque además nos da igual.
Por saber cuándo estoy de bajón sin preguntar siquiera.
Por saber dar los abrazos perfectos.
Por estar ahí si haces falta.
Por no haberme juzgado nunca.
Por quererme como soy, en definitiva.


Porque espero que esto se parezca, aunque sea un poquito a los Fotologs, que te dediqué.
Te sigo queriendo.

Tatos Forever!

Sunday, December 25, 2011

Felicitación con mimos.

Gracias por haberme dejado conocerte y haber hecho un esfuerzo por conocerme tú a mí.
Gracias por haberme contado tantas y tantas cosas de esas que tampoco se airean especialmente.
Gracias por ofrecerme ir al cielo o al infierno, por aceptar mis proposiciones de volvernos locos y olvidarnos un poco del mundo durante todo el tiempo que nos aguante el cuerpo antes de que nos caigamos exhaustos o desmayados.
Gracias por haber estado al otro lado de una línea telefónica cuando lo he necesitado y te he llamado.
Gracias por quererme.
Gracias por dejarme quererte.
Gracias por calentarme la sangre con nada más que seis palabras.
Gracias por ser el recuerdo que me surge al empezar a escribir esto.
Diría gracias por todo, pero sería demasiado típico y demasiado fácil.
Pero gracias, gracias por todo.

Felicidades por encontrarme o dejarme encontrarte, felicidades por tener la certeza de que no te olvidaré.
Y también aprovecho para felicitarte una navidad en la que estoy ausente. Trataré de pasar otra contigo. Lo juro.

Quisiera darte mimos más reales.

Saturday, December 24, 2011

Es posible

Es posible, y solo posible que sí que me esté enamorando de ti sin darme cuenta, o me de cuenta de que no quiero darme cuenta de que perdí la cuenta de las veces que me descubrí pensando en ti sin darme cuenta.
¿Que estupidez no?
Con lo obvio que era...

¿Te he dicho que te quiero?

Feliz Navidad

Desde Colombia, quisiera desear la mejor Navidad posible a todos aquellos que no nos pudieron acompañar a este viaje, porque, al menos en mi caso, ellos eran sin serlo, el motivo de que yo llegase aquí.
Gracias.

Aunque lo escribiese con casi cuatro meses de antelación, no creo que para el momento en que alguien lo lea hayan cambiado las cosas. No es que sea de piñón fijo, es que soy cabezota cuando sé que algo está bien.

Thursday, December 22, 2011

Por si ya me echas de menos

Que sepas que no te olvido, que no sería capaz, que es cierto, por manoseada que tenga esa frase ya.
Esta noche tengo la sensación de estar tirando minutos preciosos que no volverán por leer una y otra vez un papel azul lleno de garabatos plateados, que me han llegado tan profundamente que me encogen el corazón, que lo oprimen como si fueses tú la que está acariciándolo, como cuando me tocas la tripa y la encojo sin querer.
Pero un trato es un trato y juro estar sintiendo intensamente una enorme sensación de vacío porque me falta muchísima gente aquí cerca, pero tú eres una de las personas que más querría tener junto a mí ahora.
Te juro estar aprovechando el tiempo, aunque sea fantaseando contigo, contigo desnuda, entre los rincones de mi imaginación, invitándome a descubrirte, a conocerte más allá de lo que pudiera haber esperado, a besarte como si no hubiera un mañana, mientras el mundo se para a mirarnos o a unirse, dejando de lado todas las preocupaciones que tiene encima por no hacerlo más a menudo.
Te juro que estoy yendo tras un sueño al hacer esto, porque es un sueño pensar que te vas a emocionar al leerme, imaginándome susurrándote esto al oído mientras te doy todas esas caricias que nos arrebató la distancia y que nos devolverá un nuevo año, con algo de suerte.
Pero no sólo es un sueño emocionarte, es un sueño tener la certeza de que alguien querrá leer esto, en lo que pongo tanto de mí mismo que a veces temo quedarme vacío, aunque tu me vayas a llenar luego con sólo releer tus mails, o tu carta.
Pongamos por lugar que no creo que sea una osadía sino algo necesario, si no te lo dije antes y que yo también estoy escribiendo despacio, dudando de en qué lugar ubicarte en cuanto a esa escala que creo haberte contado, que clasifica la amalgama de problemas que ha acabado por ser mi vida.
No tengo claro ahora mismo lo que siento, supongo que no sólo lo entiendes, sino que lo compartes, al menos parcialmente, aunque quizá me equivoque.
Pero... creo que puedo afirmar, con total rotundidad de sentimientos y con absoluta certeza que significas mucho para mí, a pesar de no llevar proporcionalmente tanto en mi vida y que es por ello, que te hago caso, que te quiero y que la última cosa que te pido en este trato es que me quieras si quieres quererme y me dejes quererte tanto como creo que mereces.
Me encanta hacer tratos contigo.

Sólo para mentes inquietantes

Podríamos decir que todo empieza, pero vamos a darle la vuelta y diremos que todo termina contigo. Si, contigo, ahí delante de una pantalla de ordenador, o tal vez delante de esto mismo pero en un papel. Todo termina cuando algo nuevo empieza. Posiblemente un escalofrío recorra tu espalda. Te sientes insegura sobre si esto te está dirigido a ti, o sencillamente a cualquier otra que pase por delante y cometa la atrocidad o la insensatez de leerlo.
Detrás de ti, o detrás de este mismo texto, el mundo sigue, nada ha cambiado aparte de, posiblemente tu impresión sobre esto. Seguramente te esperases algo diferente, pero ahora sabes que sólo con el título deberías haber sospechado que no podía ser una historia normal, ni un cuento como todos los otros.
Mientras el mundo sigue en ese incesante traqueteo imperceptible, una mínima sonrisa aflora en tus labios, mientras te planteas qué será lo que hay un poco más adelante de estas líneas.
Pongamos por caso ahora que nada de lo que estás leyendo es real, pero también vamos a suponer que nada de lo que eres es real, por lo que tanto estas letras como la vida que creías haber llevado hasta ahora tienen el mismo nivel de credibilidad y de sentido. Lejos de sentir el profundo desasosiego que debería causarte semejante conclusión, que se puede calificar, cuando menos, de arrolladoramente destructiva con lo que era, hasta ahora, lo único de que teníamos certeza de ser cierto, sientes una especie de sensación de familiaridad, de no ser la primera vez que una idea como esta cruza fugazmente tu cabeza.
Nada es real y es por eso que una persona exactamente igual a ti, pero no tú, por motivos que comprenderás enseguida, levanta la vista.
Y se fija en el horizonte más allá de los confines de estos míseros folios, o de la luz de esta pantalla de ordenador, recluyendo ambas la ensoñación de leer.
Una silueta se dibuja ante tus ojos en el horizonte, como saludando, mientras dejas de lado todas estas hojas, mientras sientas durante un lapso, que podría variar de un segundo a toda la eternidad, este escrito.
Sentando de todo menos la cabeza, das un paso, inconscientemente, hasta que tratas de recordar las instrucciones precisas para hacerlo, momento en que tus piernas se bloquean, a la vez que ves como la silueta del horizonte hace un amago de risa, sin sonido alguno.
Haciendo el mayor acopio de valentía, concentración y fuerza al que te has visto obligada en mucho tiempo, te centras en pensar en cada uno de los músculos que permiten el movimiento del tronco inferior del cuerpo y el levantamiento directo de los apéndices finales de las piernas, a las que habitualmente llamamos pies.
Un paso tras otro, consigues mecanizarlos lo suficiente como para mantener un andar decidido hacia la figura, que te resulta desconocida, pero por alguna razón, atractiva, necesariamente un punto al que llegar, sin saber qué habrá tras ella.
La silueta lleva mucho tiempo quieta, pero no parece que consigas acercarte, aunque sus rasgos se perfilen un poco más, pasando de un negro absoluto a una escala de grises, difusa aún.
Sin saber muy bien por qué, miras hacia atrás, como queriendo confirmar que has dejado unos pasos tras de ti, que efectivamente hay un camino recorrido, que hay algo que recuerdas que ha sido un aprendizaje para llegar a algún sitio, aunque no sepas quién está ahí, ni dónde.
Toda la nada que te rodeaba empieza a ser absorbida por la luz de un luminoso amanecer, colándose entre las rendijas de una persiana, mientras te ves a ti misma en la cama.
Tu en la cama miras casi con recelo a ti de pie, que se mueve decidida sin saber a donde, pero tu en la cama lo único que piensa es que acaba de terminar y que ahora es cuando el sol te recibe para poder darte las buenas noches que no te puedo dar yo.
Tu en la cama cierra los ojos, al mismo ritmo en que el amanecer desaparece, dejando sólo los resquicios de luz sobre el polvo del aire, que dejan la estela de tus pasos marcada tras de ti, invitándote a no olvidarlos aunque la luz se disuelva cada día un poco.
Giras la cabeza, mientras estas palabras te casi caen encima, sonriendo, dentro y fuera de esa nada a la vez.
Demasiados símiles sencillos dejan que todo este relato sea nada, pero la silueta del horizonte, que ya empieza a ser posible denominar casi figura, sigue ahí, a punto de hacerte un gesto de invitación a seguirla en un camino que no está andando.
Sigues andando, pero te sientes como si en realidad estuvieses sentada, en una combinación imposible de estaticidad y movimiento sincronizados, a la vez que tus dedos se mueven en algo parecido a espasmos controlados y dirigidos con precisión sobre algo que no percibes en realidad.
Te ves de nuevo, esta vez sentada ante una luz incierta, que no indica nada en concreto, pero que parpadea y se mueve, creando unas siluetas titilantes sobre el suelo inexistente, aún perlado de las huellas que persisten en quedarse a lo largo de todo el camino.
Tu sentada delante del ordenador, mirando por encima de la pantalla, imaginando un paisaje que se resiste a llegar, pero que sabes que tiene la certeza de que está ahí. No sabes cómo, pero sabes los pensamientos de tu otro tu, de esa figura que es tu aunque no lo sea.
La imposibilidad onírica sigue marcándote el camino cuando la figura grisácea ya se ha convertido en una proyección en blanco y negro de un hombre, sobre la nada, que hace desaparecer esa tu que estaba frente al ordenador, a la vez que toda la escena pierde una ligera intensidad de luz, como si cientos de lámparas de baja potencia hubieran sido apagadas.
Esa persona que sigues sin reconocer aún está lejos, pero te tiende un sobre, que no puedes alcanzar, pero tienes en las manos, completamente blanco, con una pegatina que lo cierra, que dice: "No lo abras aún... Espera a que algo te lo diga". Con la certeza de que ese algo es el hecho de que halla llegado a tus manos inexplicablemente, lo abres. El sobre contiene un papel, que al principio parece blanco, pero que en seguida dilucidas que has escrito tú, aunque tu jamás hayas plasmado semejantes cosas sobre un papel.
Leerlo al principio te confunde, pero cuando te has hecho con el sistema de escritura, parece bastante lógico, aunque esa no sea la palabra que en realidad lo define.
Dejas la carta de lado, apoyada junto a esos papeles que estabas leyendo antes, es decir, junto a estos papeles, en realidad, tal como llegaron a ti.
Miras hacia delante, convencida de que hay un camino marcado por el que caminar, pero no ves más que bifurcaciones y esa misteriosa presencia, que parecía recordar al gato de Alicia en el país de las maravillas, ya no está para guiarte, aunque no te queda claro que lo haya hecho en algún momento.
Miras hacia atrás para cerciorarte de que no estás perdida y te das cuenta de que todas esas huellas que dejaste sobre el suelo se han difuminado lo suficiente para no saber distinguir cuales son del pie izquierdo y cuales del derecho.
Al principio no reparas en ello, pero cuando lo haces, te das cuenta de lo exageradamente improbable que es tu camino, la enorme cantidad de bifurcaciones, cambios, curvas, vaivenes y giros inesperados que ha tenido el camino que hasta aquí llevas recorrido.
Inconscientemente quieres desandarlo, confirmar tus sospechas sobre tantas cosas que quisiste y no te atreviste, cosas que hiciste sin querer, cosas que no deberías haber hecho... Pero tus pies te impiden moverte lo más mínimo hacia atrás y posiblemente, también tu conciencia.
Te niegas a arrepentirte de nada de lo que hayas podido hacer y te das cuenta de la cantidad de veces que en tu camino está escrito "perdón" en lugar de que haya un giro que pretenda cambiar lo hecho.
Y sonríes, conforme con la situación, alegre contigo misma por saber que has dado esa opinión, que es la que quieres dar, porque es como te quieres ver.
Y te das cuenta de que no puedes verte, quizás porque tampoco estás ahí, ni en ningún otro sitio.
El camino que has andado, que se ha dejado recorrer bajo la suave caricia de tus pasos, te mira expectante, dispuesto a acompañarte en un nuevo paso hacia la aventura de la incertidumbre de vivir.
En un segundo, te das cuenta de la cantidad de gente que hay recorriendo sus respectivos caminos, todos ellos buscando a esa silueta que recuerdan haber visto, cuando en realidad nunca existió, para ninguno.
El recuerdo tan traicionero de que el camino es corto de repente se ve eclipsado por las enormes montañas que te obliga a escalar, o más bien, que te invita a ello. Desde la cima puedes apreciar con absoluta nitidez la perfección imperfecta de lo que tus pasos han creado.
Una cordillera de recuerdos, de sentimientos, momentos que han marcado tu existencia... y los momentos que no lo hicieron están ahí, al fondo del valle, junto a los momentos que te inspiraron dolor, que dan paso al pie de la montaña.
Cerrando por un segundo los ojos, te descubres a ti misma, seguramente sentada, con los folios que al principio dejaste de lado en la mano, seguramente sonriendo.
Y lees una frase, que te parece tan tonta y tan cursi, que te llega a gustar:
"Espero que te guste el regalo atrasado por todos esos cumpleaños en que no te conocía"
Y en la mano tienes el sobre blanco, con la pegatina seguramente rota, como recuerdo de un viaje que nunca ocurrió y que, de haber ocurrido, se habría tropezado con una piedra insistente.
Una piedra con un "te quiero" dorado escrito sobre ella, a falta de palabras que pudieran expresarse mejor.

Wednesday, December 21, 2011

Antes de desaparecer (II)

Antes de desaparecer querría haber pasado una noche de locura contigo, que nos la merecemos.
Querría haberte escrito un poema digno de una persona tan increíble como tú, que me ha revolucionado la vida, que me ha dado un motivo para querer levantarme todas las mañanas corriendo a ver el ordenador o a leer el correo en el móvil.
Hay pocas cosas de las que tenga tantas ganas como de ti, a pesar de que no seas la única que me puebla la mente, como realmente ya sabes y creo que no te importa...
Como me hubiese gustado haber podido pasar un último día contigo este año, una pequeña despedida, tal vez romántica, tal vez desenfrenada, sin romanticismo pero con toda la pasión que llevásemos encima, con blues de fondo, los móviles alejados, poca luz, un pañuelo que haga de venda, un colchón...

Haber olvidado el mundo por un rato como tú eres capaz de hacerme, con mordiscos, cada vez menos discretos, en el cuello, mientras mis manos te desnudan, como ya lo hizo mi mirada poco antes, como ya me imaginé nada más verte. Dejar caer tu ropa sobre el suelo, sea cual sea, si es que lo hay, mientras acaricio y beso cada centímetro de piel, como sé que te gusta, como habría hecho tantas veces de haber podido.
Morderte el tatuaje como una invitación a darte un beso de buenas noches...
Y darte un beso de buenas noches, para no dormir hasta que el cansancio absoluto nos obligue.

Antes de desaparecer (I)

Antes de desaparecer, querría haberme despedido de ti, de tus susurros, de nuestros secretos, de tu sonrisa. Querría haber acariciado por última vez tu espalda en un abrazo, tus brazos en un gesto de complicidad, tu cara en una mirada, tus labios en un beso que sabemos que no va a ocurrir.
Y no va a ocurrir nada de lo que querría, porque a veces pienso que lo que querría eres tú, como siempre tú, mientras yo, idiota de mí, no hago más que desesperarme porque no tengo más que tu fantasma, que el llanto a punto de secarse por tu ausencia, porque el recuerdo, cada vez más difuminado, que tengo de ti, es eso, un recuerdo, no tu persona, ni el cariño que querría tener tuyo, aunque posiblemente tu nunca te dieses cuenta de que no me lo diste.
Te echo de menos desde hace tanto que no sería capaz de contar con los dedos la cantidad de veces que he llegado a pensar en ti al día, pero espero que un vuelo transatlántico, que me estará transportando sobre las olas para cuando estés leyendo esto, si es que lo lees, me ayude un poquito a olvidarme de que quizá estuve enamorado de ti sin querer admitirlo.
Admitiré tener errores cuando crea tenerlos, los corregiré cuando sea posible corregirlos, los recordaré cuando mi memoria no me traicione y tú volverás a estar en un lugar que te corresponde, anclada en el punto más profundo de la dolorosa memoria de saber que nunca llegaste a ser lo que yo quise.
Espero que este año la sorpresa de navidad no tarde tanto en llegar como la última vez.

Es posible que seas la persona con la que más ganas tenía yo de ir en este viaje, y diría otra vez será, pero temo que eso no ocurra nunca.
Te quiero.

Mierda.

Antes de desaparecer (IV)

Antes de desaparecer, lo justo sería que te dijese que te voy a echar de menos, que no es mentira, que querría haber ido contigo, que tenemos aún pendiente un viaje unas dimensiones comparables, a ser posible una vuelta completa al mundo.
¿Recuerdas todas esas veces, que debieron de ser miles, en que dijimos que teníamos que irnos a vivir juntos? Con la caravana en la puerta de casa y una conexión directa con la nevera, además.
Menuda emancipación.
Tengo ganas de hacer un viaje contigo, no sabes cuánto. Pero creo que en estos términos no estamos del todo coincidentes para decidir cómo debe ser, lo que no quita que siga queriendo hacer ese viaje...
Sé que lo que tenemos ahora no es lo que era antes y estoy dispuesto a recuperarlo y a esforzarme por conseguirlo, por volver a estar hasta las tantas tirados en un colchón escribiendo letras que no recuerdo dónde están ahora, escuchar Walkman a las tantas, que siempre salía en la lista aleatoria, jugar al Worms en el ordenador, decir gilipolleces hasta que la mente no diera para más...
Pero todo eso era lo de menos, lo importante eras tú, era estar contigo.
Te he dicho que te quiero menos veces de las que te mereces, y lo siento.

Prometo acordarme de ti en este viaje, aunque no haya demasiadas formas palpables de que lo sepas.
Cuídate y no hagas nada que yo no haría.

Antes de desaparecer (III)

Antes de desaparecer me gustaría tener la certeza de que he existido para ti, aunque sea un poquito.
Me gustaría decirte a la cara, o al oído, o a los labios, lo mucho que me gustas, lo muchísimo que me atraes, como si fueras un imán imparable, que absorbe poco más de la mitad de mi concentración en clase, donde no puedo evitar dirigir buena parte de mis miradas a tu pelo, a tu sonrisa, a tus mirada del color de unos ojos a los que merece la pena conocer...
Querría haberte dicho la mitad de las cosas que he pensado sobre ti a lo largo de tanto tiempo, después de tantas y tantas veces que he podido y tan pocas que me haya decidido a acercarte un beso a los labios en lugar de las mejillas, aunque sea mínimamente, imperceptiblemente, sin que nadie, ni siquiera yo me diese cuenta de lo que hacía.
Si fuera un poquito más valiente, si fuese un poquito más la persona que quiero ser, que quiero que veas que soy, te habría dicho ya tantas cosas que no serían más que mil motivos nuevos para tener que despedirme de verdad, en persona y no con una mísera y triste entrada en un blog, que seguramente ni siquiera leas...
Si este viernes tengo un arrebato de locura, te diré que creo que te quiero, que tengo la certeza de ello, que te quiero con locura, que es posible que te quiera tanto como para decírtelo.
Pero no tiene mucha pinta de que vaya a haber suficiente alcohol para tener un arrebato de locura en el que yo vaya a ser capaz de hacerlo.

Te quiero.

Mierda.

Monday, December 19, 2011

Me encanta que te encante

Ahora mismo es posible que lo único que quiera expresar de verdad con todo esto algo que te encante, como tantas veces me has dicho de otras cosas que he escrito, especialmente si fueron pensando en ti.
Hacía tiempo que no hacía nada pensando en ti, exclusivamente en ti, quiero decir... No creo que haya demasiadas cosas que haga sin tenerte en mente en ningún momento, especialmente cuando hablo de mujeres, que es a menudo, como ya sabes.
Quisiera escribir, no sé, una historia... ¿pero de qué? ¿De amores imposibles?
No seré yo el que lo haga, no quiero seguir imaginando que tengo que probar las lágrimas sobre el teclado, ni ser el que provoque que la mirada más intensa que conozco tenga que cerrarse al mundo siquiera un mínimo segundo para derrochar una sola lágrima, y menos por una persona como yo, que por mucho que signifique para ti, a veces merezco poco más que una colleja que me haga quedarme clavado a la mesa.
Entonces pensé en hacer una historia de un amor desaparecido.
Y no he podido evitar imaginar por qué se iba a haber perdido un amor. Las teorías que más vueltas dieron alrededor del ojo del huracán mental que me formaste fueron un viaje, otra mujer, un secuestro, una locura, una enfermedad... Y ahora si eres capaz dime cuál sería la que se encajase a nuestra historia de  imposibles y de querer y no poder.
No creo que sea posible escribir una historia que describa lo que siento y cómo lo siento si no es escribir la historia real, porque en el fondo, es pocas veces las que la ficción llega a superar completamente a la realidad.
Tu eres esa parte de la realidad que ha superado una y otra vez cada barrera que la imaginación quiso ponerle, cada pequeño obstáculo, cada traba que se ha cruzado en el océano que nos separa. Eres esa parte de la realidad anidada en las raíces de los sentimientos encontrados cada vez que una imagen tuya se cruza por mi cabeza.
Ahora mismo no puedo dejar de imaginarte, desde hacía tanto tiempo que no me ocurría así.
Como la fuente de problemas que tenías que ser, porque era necesario, porque no serías lo que significas de verdad en mi vida si no los creases, sabiendo que los generas, aunque sea inconscientemente... He llegado a pensar que la simple existencia de tu persona es un problema en general para mí, como ya demostró que alguien con casi cinco mil kilómetros de ventaja te llegase a ver como la amenaza que eras para mi salud mental y emocional, que en el fondo no cuido nada, sobre todo cuando llegan enfermedades cargadas de cariño y sinceridad en estado puro como tú.
Es posible que ahora mismo sigas tratando de eliminar el caos de tu habitación, quizá con el dulce sabor en los labios de saber que arreglaste lo que tenías que arreglar, de que tuviste el valor que yo no tuve de decirme a la cara que en realidad soy un idiota que no se da cuenta de ello y parece que a veces tampoco quiere.
¿Sabes? Creo que ese es uno de los motivos por los que más te quiero.
Y tu acento.
Tu irremediablemente cómico, amoroso, enternecedor y curioso acento. Tan enormemente adorable cuando es tuyo, no como todas esas personas que parecen querer imitar a unos ojos negros y unos labios carnosos a los que no pueden acercarse más que yo.
No te creas que por haberme ido por las ramas me he olvidado de dónde comencé a escribir esto, porque tenía la idea de llegar a un lugar, aunque posiblemente en realidad lo que quisiese fuese llegar a tu lado y decirte al oído que te quiero, que lo siento y que te mereces mejores amigos que yo.
Y acabo de pensar que quizá ése pudiese ser el principio de la historia que te dedicase, que son las ideas que yo creo que más te gustan, porque son las que más me permiten desvariar en los recovecos de la pasión por escribir cuando se cruza con la pasión de acariciar una piel que quiere sentir el contacto de una mano.
Seguramente, de empezar por ahí comenzase como la mayoría de veces que escribo algo, especialmente si estás tú implicada:
"Mientras la luz del sol..."
No, hoy quiero hacer algo especial, algo distinto, algo que sea tan claro en mostrar que no quiero ser la persona que he aparentado ser sin quererlo.
Así que comenzaré al revés...



Mientras la oscuridad de la calle parecía tratar de absorber cada fotón que la lámpara de la mesilla, a media luz, pretendía emitir, dos cuerpos mínimamente iluminados que ya no tenían vergüenza que ofrecerse, se besaban y se enroscaban el uno en el otro, olvidando la locura que eso suponía.
Ella hacía ya un rato bastante largo que había olvidado cualquier tipo de consecuencia que podía tener hacer una locura, porque en realidad ella vivía de cometerlas, de caer una y otra vez en la misma piedra, a veces hasta aposta si hacía falta, aunque nunca la hiciese.
Él nunca fue consciente de la locura que se presentaba ante sus labios, que estaban dispuestos a probar las mieles del momento anterior a aquel en que su propietario se comiese el mundo, con o sin ella, aunque seguramente con su compañía. Su mente no era capaz de asumir que en realidad un acto tiene unas consecuencias más allá del mero hecho de que algo ocurra y no quería molestarse en tener que ver más allá de la posibilidad de error para poder ver los errores.
Mientras las sábanas de color ocre, que parecían recordar que hubo tiempos mejores para ellas y sus usuarios, se descolocaban, se enredaban en sus pies, se caían, se arrugaban... Él sólo era capaz de pensar en una cosa: nada.
Y así, el tiempo detenido en medio del principio de una noche perfecta, aunque sólo fuese por la unión de ellos dos, desperezaba todos esos sueños que habían dejado de lado por no estar juntos.
En realidad, en este tramo me quedé un poco "colgado" porque no sabía cómo salir de una escena así, que si de mí dependiese duraría hasta el fin de los días, si es contigo... Tampoco te extrañes de este paréntesis, por cierto, imagina que es como una carta que te escribo entre el relato, como si fuese la conversación entre el director y los actores entre toma y toma.
Las luces se apagaron cuando él ya caía, perlado de sudor, seco de energías, falto de aliento y casi incapaz de tragar otra cosa que no fuera la saliva de ella. Ella tenía los ojos cerrados, aún disfrutando de los últimos segundos en que parecieron ser uno solo.
Te hará gracia, pero tenía que ponerlo... Sin querer escribí todos los verbos referentes a ella en segunda persona. Qué cagada, menos mal que la corregí.
Ninguno de los dos pareció ser capaz de apreciar la bajada de iluminación, ya que encontraron sin problema alguno los labios del otro, donde dejar un último beso cargado de imposibles.
Mientras las horas transcurrían entre la escasa distancia que había en el abrazo que les separaba, unos ojos negros de mujer se detenían en una mirada que no era capaz de mantenerse ante ellos, demasiado profundos, como si quisiesen mirar al fondo de los misterios que hubiese en el mundo, como si fuesen el pozo al que caen los sueños que no pueden ser cumplidos si no son llorados, si no desbordan ese pozo.
Él no recordaba haber visto una mirada tan intensa, ni siquiera en veces anteriores que la hubiese visto, que fueron pocos, todo sea dicho, y le abrumaba pensar en lo vulgar de la suya propia al lado de semejante conjunto de secretos que descubrir.
Esto también te lo tengo que admitir, me temo... Creo que te considero una de las mujeres más enigmáticas que he visto y he tenido el gusto de conocer... Tienes una especie de forma de ser que parece dejar ver todo, pero que me inspira a pensar que hay mucho escondido tras la puerta que dejas abierta a todo el mundo para que mire.
Apartó la mirada, dirigiéndola a su cuello, que tenía más de una marca de una dentadura que la había querido poseer. Se mordió el labio, incapaz de recordar cuándo habría sido él tan animal de hacérselo, aunque fuera perfectamente consciente de que había habido poco antes muchísimos momentos en que podría haber ocurrido.
Aquí también hubo un parón... No sabía cómo salir de este lío en que me había metido porque me parecía necesario y ahora sólo un estorbo... Un estorbo necesario, eso sí.
Con la luz del amanecer entrando por los mínimos resquicios que dejaban unas persianas de madera rotas, la realidad fue entrando en los pensamientos apenas iniciados de ella, que ya estaba despierta.
El brazo de él ocupaba buena parte de su cintura, atrayéndola hacia sí como si tuviese miedo de perderla, que en realidad era exactamente lo que pasaba.
Ella apartó el abrazo, dejando su esencia en cada poro del brazo protector que la cubría como una manta de cariño, a veces descontrolado.
Cuando fue a moverse para salir de la cama, se dio cuenta de que el otro brazo, que no había sentido antes, estaba peligrosamente cerca de sus pechos, lo justo para dejarla dormir y lo suficiente para saber que en realidad, de haber querido, la habría vuelto a enloquecer.
Se levantó despacio, para no despertarle, mientras trataba de recomponer la noche anterior.
Descolocando más las sábanas, si acaso eso era posible, se acercó al borde de la cama, donde un cúmulo de ropa que parecía no querer volver a ponerse sobre una piel jamás.
Apenas se agachó sobre el pequeño montón para ponerse sus pantalones, percibió un movimiento en la cama tras ella, que no era sino un giro de cama inconsciente de él, que debía de estar temiendo ya la ausencia.
Ella se vistió sin prisas, pero sin perder tiempo para recuperar el norte, antes de que él pudiese volver a engañarla como había conseguido.
Un engaño que por otra parte había sido tan enormemente convincente que ella había llegado a disfrutarlo.
Cogió la blusa, que era lo único que parecía ordenado porque estaba sobre la silla y se la pasó sobre los hombros, dejando atrás los escasos retales de fantasía que aún quedaban sobre la cama, durmiendo todavía.
En verdad, esto lo escribí antes de escribir todo lo que va detrás de "Con la luz del amanecer [...]." porque me temo que se me ocurrió antes el final que lo que podía ocurrir para llegar aquí.
Cuando ella terminaba de abrocharse una blusa que parecía gritar que sobraba, porque no era posible contener tanta belleza, él consiguió abrir mínimamente un párpado, consciente al fin del conjunto de cosas imposibles que habían tenido lugar y no pudo evitar sonreír, al borde de derramar unas lágrimas que no quería que ella viese por saber que la probabilidad de que eso volviese a ocurrir eran terriblemente cercanas al cero.
Ella le miró, sonriente, diciéndole:
-Me encanta tu sonrisa, ¿lo sabes?
-A mi me encanta que te encante- respondió él, justo cuando el último botón de la blusa se resignaba a ocupar su lugar sujetando la tela
-Amor, creo que ese fue el problema.
Y con una sonrisa que se había apagado y demasiados besos aún por dar en los labios, cerró la puerta tras de sí, dejando una estela de realidad dolorosa, pero inevitable en la habitación, donde él trataba de asumir toda la razón que ella tenía, que no era poca.

En realidad, al principio pensé en escribir (y de hecho lo hice)"Me encantá tu sonrisa, ¿Lo sabés?" pero me pareció demasiado obvio y un intento muy pobre de imitar algo tan bonito como tu acento, así que lo dejé de lado.
También pensé en un final alternativo, que era un poco... yo que sé:


Él salió de la cama, consciente del sueño del que acababa de despertar, imposible y anacrónico, y se desperezó, bostezando mientras se acercaba a su caballete, donde le esperaba la deliciosa tortura de repetir cada centímetro de realidad que había a su alrededor.
Miró a la cama y no pudo evitar percibir cierta perfección en el caos que la componía, y decidió hacer algo insignificante, un cuadro que fuera el mínimo detalle que hiciera que dos personas, casi doscientos años más tarde, basaran algo que podrían haber hecho sobre cualquier otra cosa, en ese trozo de tela pintada sobre tela, a pesar de estar en distintas puntas del mundo.



¿Te he dicho que te quiero?
Espero que te guste, aunque sea un poquito.

Wednesday, December 7, 2011

Delacroix y el erotismo invisible

A todas esas mujeres que soñé tener entre las sábanas.


Una suave luz sobre la cama, reflejada por la falta de pinceladas sobre el papel blanco, que está mayoritariamente tapado por los ocres y marrones que reflejan cada uno de los pliegues en que la sábana se recrea.
El autor, pinceles, pinturas y un papel en que no cabe el enorme sentimiento que le pone, se sientan a solas ante una cama, vacía, deshecha, a penas iluminada por la luz que seguramente entre por una ventana.
Una cama que deja entrever cientos de historias posibles bajo cada sombra que el pincel vuelca a las órdenes del maestro, a su voluntad de repetir una realidad tangible sobre una superficie casi sagrada, intocable por miedo a destruirla, condenada a ser exclusivamente objeto de estudio visual si no es para restaurarla.
Una cama que invita a la imaginación y al desvarío, a la ensoñación y a la invitación a uno mismo de los deseos más tiernos, o a los más feroces o quizás, sencillamente los más cansados.
Con tan sólo unas sábanas, que posiblemente ni siquiera sean reales en cuanto a la colocación natural, sino un arreglo puramente estilístico del autor, que dejan a la imaginación en una posición de extraña desventaja, que no puede sino escurrirse bajo los recovecos que quedan ensombrecidos, aguardando una nueva pasión o un nuevo sueño bajo la tela, inmune al tiempo y a su paso, e inmune a las veces que alguien pueda pensarlo.
Mientras, el resto de paredes, repletas de cuadros, observan como el visitante se centra y abstrae en uno de los cuadros más pequeños e insignificantes, en uno de los menos representativos, pero tan emotivo, que las hace morirse de envidia por no ser ellas la insignificancia que atraiga la mente del incauto visitante.
Y la cama, tras el cuadro, se queda aguardando los secretos que unos labios le contaron a un oído que se dejaba acariciar, los silencios que quedaron atrapados en el espacio que queda entre dos gemidos, los suspiros de espera a que vuelva un cuerpo que poseer, las promesas de una noche eterna, atemporal, apasionada.
Quizá guarde noches de sueños revueltos y pesadillas constantes y torturadoras mañanas dulces como el chocolate con que se pretende sustituir a una persona que se necesita, o tardes en que el reposo es una obligación y una necesidad, más que un capricho.
Y tan poco comprendido en apenas unos gramos de acuarela y de óleo sobre un lienzo antiguo y que empieza a perder color.
Tanto, tanto erotismo en tan poco cuadro, tanto erotismo perfecto escondido tras la ausencia de una piel humana, pero con unas sombras de un color verdaderamente parecido.
Parecido al color de tu piel, que imaginé buscar bajo esas sábanas.

Tuesday, December 6, 2011

Que no se note que hemos empezado la universidad

Me había dado cuenta hace tiempo, pero aún no había tenido tiempo de escribirlo, por la propia razón que provoca que me haya dado cuenta de esto que digo aunque no mencione, para darle un poco de intriga o de sentido a esta escasa entrada.
Parece que nos hacemos mayores, o que nuestro tiempo se reduce algo más de lo que debería o quisiéramos, impidiéndonos desvariar unos minutos, tal vez unas horas...
O quizá es que no es que nos hayamos hecho mayores, sino que hemos empezado a dejar de ser realistas para comenzar a imaginar cientos, miles quizá, de proyectos que llevar a cabo, aunque sea imposible por la misma razón de reducción de tiempo.
Desde que entré en la universidad he escrito cada vez menos... O tal vez debería corregir a: "desde que me puse a estudiar en la universidad" que creo que es lo que hemos descubierto que toca todos los usuarios de blogspot  a los que sigo, casualmente.
Una lástima, me encantaba tener esas entradas que me alegraban un poco la tarde.
A ver si sacáis algo este puente en lugar de sólo salir de fiesta.

Tuesday, November 1, 2011

Palabras que me encantan.

Tu.
Abrazo.
Precocinado.
Soledad.
Polimorfismo.
Galimatías.
Imposible.
Hipopotomonstrosesquipedaliofobia.
Yo.

Y con estas palabras, voy a intentar escribir algo que me guste, para ver si tiene algo que ver el vocabulario.

Tu, sentada en la terraza, esperando a ver mi silueta aparecer detrás de ti para darte un beso en el hombro, seguido de un "buenos días" si procede.
Sería una imagen casi idílica, de no ser por los restos de la comida precocinada de ayer, como todos esos besos que me pretendiste dar, recalentados para disimular que ya estaban ahí antes de que yo llegase, que los tienes ensayados.
A veces, la soledad es tan agradable y atractiva como la figura que dejas al tumbarte sobre mi cama, revolviendo las sábanas que se supone que hoy había cambiado.
El polimorfismo de tu carácter me deja poco más que claro que ya no queda nada de todo ese mito que inventaste sobre nosotros, toda esa película, que habría sido preciosa de ser real, si hubieras querido que lo fuese.
Me pierdo pensando en el escaso pasillo de mi apartamento, tratando de verle un sentido a todo este galimatías de sentimientos que se me escapan entre los dedos, pero que se pegan tan bien a mi día a día, apareciendo cuando menos me lo espero, o cuando menos quiero verles.
Es imposible que tu puedas ser feliz conmigo, porque no quieres serlo.
Pareces, definido con una ridícula parábola, alguien con hipopotomonstrosesquipedaliofobia tratando de hacer un trabalenguas o haciéndose médico y enfrentándose al eterno lenguaje técnico corporal.
Y cuando mire desde la habitación cómo terminas de desayunar y te quitas mi camisa para ponerte tu propia ropa, pensaré que en el fondo nunca te tuve porque siempre estuviste lejos mientras yo te abrazaba.
Seguramente, me equivoque al pensarlo, pero cuando me tumbe en la cama, quedaré pensando en qué es lo que tengo en realidad, mientras oigo las gotas de agua de la ducha golpeando el suelo.
Haré inventario y la lista será tan escueta que sólo habrá una cosa: Yo.

Intoxicado

Y pensar que pensé que nunca iba a repetirse...
Y volveré a decir que era la última, sabiendo que no va a ser así, y me juraré a mí mismo, que aunque tenga esa certeza voy a luchar contra ella, contra el mundo si hace falta.
Pero es que es mucho mundo.

Por lo pronto, empezaré por terminar las cosas que tengo pendientes y ya hablaremos de dejar las que ya hago, que hay que tener prioridades en esta vida, aunque sea para no hacerles caso.

Friday, October 28, 2011

Reflexiones apasionadas

Justo cuando creía que la pasión se empezaba a anquilosar entre las letras de mi teclado y que no llegaría el momento en el que volviera a aparecer por la esquina, o antes de terminar la pared, justo cuando ya empezaba a creer que la iba a dejar sólo para escribir, se me plantó en la maceta de las ideas una nueva ocurrencia.
En realidad, no se me plantó así como así, sino que se me planteó como resultado de otra.
Otra idea precisamente pensando sobre lo que es la pasión, lo que por supuesto, me llevó a mirar la definición en la RAE, que sigue siendo uno de mis referentes en cuanto a dudas lingüísticas, obteniendo este resultado:

pasión.
(Del lat. passĭo, -ōnis, y este calco del gr. πáάθος).
1. f. Acción de padecer.
2. f. por antonom. pasión de Jesucristo.
ORTOGREscr. con may. inicial.

3. f. Lo contrario a la acción.
4. f. Estado pasivo en el sujeto.
5. f. Perturbación o afecto desordenado del ánimo.
6. f. Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona.
7. f. Apetito o afición vehemente a algo.
8. f. Sermón sobre los tormentos y muerte de Jesucristo, que se predica el Jueves y Viernes Santo.
9. f. Parte de cada uno de los cuatro Evangelios, que describe la Pasión de Cristo.
~ de ánimo.
1. f. Tristeza, depresión, abatimiento, desconsuelo.



Esto me llevó a darme cuenta de que, en realidad, todas las cosas que hasta ahora yo había venido denominando "vida" resultan ser motivo de la pasión o de una pasión, incluso dejando de lado todas las ideas religiosas relacionadas con ello.
Y por supuesto, me surgió una pregunta que me pareció obvia... ¿Ser alguien apasionado con algo es tener algún tipo de problema anímico relacionado con gente o aficiones? ¿Por qué la quinta definición da ese cariz tan... preocupante a la pasión?
Es cierto que Jesucristo sufrió la Pasión y que fue un durísimo trance antes de morir, pero alguien apasionado, alguien que disfruta de lo que hace ya sea en el trabajo, cuando sale, cuando come, cuando vive, no es posible que sea un "perturbado" como parece querer describir el ya citado punto cinco.
En todo caso, yo calificaría de perturbados a todos los que no intentan que su vida sea así.

Pero vamos, que será que soy un apasionado escribiendo y estoy perturbado, o que tengo miedo de no aprovechar lo suficiente la vida y es por eso que procuro darlo todo en lo que hago y procuro hacer las cosas con pasión o como mínimo con cariño, y estoy loco, que viendo como va el mundo y los giros más raros que da últimamente, nunca se sabe.
Que si estoy loco me lo digan, aunque no vaya a cambiar.

En el paraíso

Si todas las mañanas fuesen a su lado, el paraíso sería un lugar pequeño e inútil.
Abrió los ojos, con el mismo miedo de todas las mañanas, de que toda la vida que había pasado junto a ella fuese un sueño y esta fuese la mañana definitiva en que despertar era ver cómo todo se evaporaba, como desaparecía su castillo de naipes, hecho exclusivamente con el palo de corazones, porque no parecía hacer falta más...
Mientras sus párpados pugnaban por levantarse, dejó que su mano avanzase lentamente hacia el lado de la cama que ella ocupaba.
Pudo tocar su costado mientras veía cómo la luz anterior al amanecer dibujaba su contorno a duras penas y sonrió para sus adentros, sin poder evitar que sus labios se curvasen. Miró el reloj, para comprobar que aún era temprano, que aún podía durar el sueño de estar a su lado aunque las manifestaciones oníricas se hubieran acabado.
Imaginó que ella se despertaba y le miraba, susurrándole que le quería con una sonrisa y un beso, uno de esos besos de recién despertado que son tan sinceros, porque se dejan de lado el aspecto, el olor y el sabor, que en el fondo son lo de menos.
Él se dio la vuelta en la cama y salió, para vestirse con esos pantalones de pijama que ella le regaló unas navidades de hacía ya tanto tiempo. Ella siempre decía que estaban muy gastados, que ya se podían tirar y comprar otros nuevos, pero él se negaba, no era cuestión de que fueran iguales, era cuestión de que fueran justo esos pantalones, de cuando aún eran adolescentes.
Recordó aquellas tardes frente al atardecer conforme salía, tan silenciosamente como era capaz, de su habitación. Fue directo a la cocina donde la noche anterior le preguntó si querría casarse con él.
Quién lo iba a decir, alguien que nunca creyó en el matrimonio preguntando semejante tontería.
Miró la cocina, completamente desordenada, y movió la cabeza mientras se tocaba el pelo con la mano. Había sido una de las noches más apasionadas que habían tenido.
Comenzó a recoger en silencio, tarareando por dentro una melodía que hacía tiempo había descubierto y sobre la que había hecho una canción para ella, aunque ella aún no la hubiese escuchado a pesar de ser su mayor admiradora.
Preparó una cafetera, que puso al fuego y encendió la tostadora con cuatro rebanadas de pan dentro, mientras colocaba la mesa en su sitio y ponía las tazas y los cubiertos.
Hacía mucho tiempo que no se despertaban el uno al otro, siempre por la misma razón: "Es que estás tan mono durmiendo..." Pero había decidido que no quería dejar de ser un adolescente, y se acordó de cómo se despertaban mutuamente antes, que aunque a ojos vista no fuese tan romántico, lo hacía con todo el amor del mundo, si es que acaso había suficiente para representarlo.
Se acercó a la habitación y la vio allí, tumbada de lado, como siempre, mirando hacia el lado que ahora estaba vacío de la cama, con las manos frente a la cara.
A pesar de que la sábana la tapaba, se podía adivinar todo su cuerpo debajo de la tela, en una escena de una sensualidad perfecta, mientras el sol empezaba a entrar por la ventana, iluminando su espalda.
Él se acercó al borde de la cama y sonrió, feliz de saber que ella seguiría soñando, posiblemente un mundo en el que sólo estuvieran ellos, en el que no existiese nada que evitase que todo fuera perfecto.
Se sintió un poco culpable por hacer desaparecer la previsible maravilla que ella debía de estar experimentando en ese momento y se quedó un momento allí de pie, mirándola, completamente sobrepasado por el hecho de que ella hubiese accedido a pasar el resto de su vida con él, que nunca creyó que algo así fuera posible.
De pie, mirándola, recordó cuando se conocieron, que ella se acercó preguntándole si era él, porque le habían hablado muy bien de su persona. Sólo de recordar cómo habían conectado desde el primer momento, aunque al principio no supieran o no quisieran darse cuenta, le llegaron unas pocas lágrimas a los ojos.
Lágrimas de nostalgia, de pena por el tiempo perdido, por todas las cosas que habían vivido juntos y por haber estado jugando al ratón y al gato durante tanto tiempo.
"Tan cerca y tan lejos"... Era el título de la primera cosa de muchas que escribió pensando en ella, aunque tal vez jamás se lo hubiese dicho, porque tal vez siempre tuvo miedo de decir lo que sentía a pesar de que tantas veces fuera tan obvio.
Recordó aquella época en la que quisieron recuperar algo que tuvieron, cuando ella leyó el regaló que él le había mandado por navidad. Siempre había sido mucho de imaginar y de escribir y muy poco de hacer en comparación con lo que le gustaría ser.
Recordó aquellos días de imaginarse junto a ella y de soñar con ella una y otra vez sin atreverse a decírselo y se alegró de que las pequeñas casualidades de la vida le hubieran llevado a decidirse a hacerlo.
Se decidió a acercarse a la cama y se puso sobre ella, tumbándola boca arriba, aunque ella aún no se hubiese despertado, le cogió suavemente las manos, acercándolas a la almohada y ella hizo un mínimo movimiento de protesta, aún en sueños, moviendo la cabeza hacia un lado, como tratando de morderse el hombro. Él acercó la cara y rozó la de ella con la barba, ligeramente lo justo para que girase la cara de nuevo hacia él, cuando ella movió la cabeza, él acercó sus labios a los de ella, en el preciso momento en que ella despertaba, abriendo mínimamente los ojos.
Con el abrir de sus ojos, toda la habitación comenzó a difuminarse. En el escaso espacio de tiempo en que sus labios se acercaban, las paredes parecieron volverse de humo, la cama intangible, el suelo inexistente, el cuerpo de ella, casi gelatinoso, como artificial. Todo parecía disolverse en el aire, justo cuando él quiso besarla.
Se alejó, tratando de reparar la vorágine, aterrado por lo que estaba pasando, pero el aire se había vuelto más denso a medida que todo el resto de cosas habían perdido su densidad, hasta ocupar todo el espacio, un espacio inexistente y vacío en el que él estaba flotando, en medio de la más absoluta negrura. Sintió que su cuerpo se hacía intangible para estar de repente rodeado de la mayor calma imaginable, tumbado.
Sintió que no podía evitar el llanto que le sobrevenía a los ojos y se abandonó a él, descompuesto por no haberse dado cuenta, otra vez, de lo mismo. Una y otra vez, noche tras noche, lo mismo que le había ocurrido tantas veces y le volvería a pasar antes de que se diese cuenta.
Era imposible que estuvieran juntos, porque de estar a su lado todos los días, el paraíso sería un sitio inútil.
Abrió los ojos, sintiendo las lágrimas correr por sus mejillas, de nuevo sin poder contenerlas y sin querer hacer nada por evitarlo.

Saturday, October 22, 2011

No podrías recoger todas las hojas al viento.

Cae una de las hojas de ese castaño que hay en el jardín y me la imagino, soñando con las alturas, posándose sin más remedio en el suelo, abandonando la idea del vuelo, ese sueño que todos los que nos vemos caer tenemos...
Cae al suelo, sin más esperanza que amarillear sobre las baldosas de color tierra, tal vez invadidas por las hormigas, que trataran de sacar algo de provecho de ella, algo que les dé alimento para el invierno, que cada día está más cerca, aunque se haya hecho de rogar casi tanto como el verano.
El vaivén de la caída de esa hoja, esa mísera y banal hoja, me recuerda a la caída de las plumas de los pájaros, que parecen querer resistir aunque sea un poquito más en el aire, en el recuerdo de lo que fue la ausencia de suelo.
El roce, tan suave como su escaso peso le permite, apenas es audible, pero también me lo imagino como un terrible estruendo de calamidad en el limitado mundo de estomas, de haces y enveses, de una hoja, en definitiva.
Si las hojas al caer sonasen como las lágrimas al derramarse, estos días serían un festival de plañideras de unos doce metros de altura en mi barrio, todas negándose a desnudar ante la adversidad del frío de noviembre, que se hace más y más palpable por las mañanas.
En el escaso tiempo que me ha llevado escribir esto, han caído muchas otras hojas, y no sólo del castaño, también de ese otro árbol de color rosa cuyo nombre desconozco y desconoce su dueña también, todas ellas inundando, tal vez sin querer, la paz de un suelo vacío, desconcertado por tener tantas hojas que temen llegar a él.
El suelo, parece querer repartir algún tipo de amor irresistible, atrayendo a todas las hojas, a algunas ramas también, también a algunas personas, que ya no tienen fuerzas o no quieren buscarlas.
Pero las hojas no han dejado de ser tan banales, simples e insignificantes como eran antes, siguen sin hacer ruido apenas al caer, el vaivén de su caída sigue siendo absolutamente rutinario... y las lágrimas...
Las lágrimas tampoco dejan de caer, pero nadie parece querer hacerlas caso, tal vez porque ya son una pequeña parte, un agregado de lo que es nuestra vida, sin hacer ruido, sin hacer visitas con aviso, apareciendo cuando menos te lo esperas, o cuando más las necesitas, si es que llegan.
Y contemplo, atónito, como el roce de tu piel descompone esa mínima gota que recorría tu mejilla, esa cantidad ínfima de agua saliendo de tus ojos, que siempre parecieron reacios a tener sentimientos.
Te miraría a los ojos, pero temo verme cayendo como las hojas del castaño, temo sentir que yo tampoco tengo suelo y temo, temo sobre todo, no querer llegar jamás a él.
No querría tocarlo si no es contigo.

Y como las hojas al viento, me verás caer, pero no harás nada, porque no podrías, no podrías recoger todas las hojas al viento.
Y cae otra de las hojas de ese castaño que hay en el jardín.... y me imagino en su lugar.
http://www.youtube.com/watch?v=yhtQx34XpUI&feature=BFa&list=PL83E25F4242831EFE&lf=mh_lolz

Saturday, October 8, 2011

Disolviéndose en el aire

Como esas lágrimas que se resisten a salir, me faltaba un mínimo esfuerzo para poder dejar salir ese "te quiero" que no podía evitar tener contenido entre los labios, que luchaban por resistir a la tentación de besarte.
Ignoro si quisiste ignorar las obvias señales que te mandé involuntariamente, pero tengo la absoluta certeza de que sabías con claridad a lo que te enfrentabas al mirarme a los ojos. Sabías lo poco que había cambiado entre nosotros, porque nada era igual que antes.
La valla metálica se fue amoldando a nuestras espaldas mientras mirábamos los escasos rescoldos que quedaban de uno de los atardeceres más eclipsados que he visto en mi vida, porque la protagonista de ese momento eras tú, y no todos esos destellos rojizos y anaranjados que suavizaban los contornos de el opulento palacio que quedaba a nuestro lado, en el que soñábamos lo que haríamos si viviésemos ahí, las salas que eliminaríamos, las que añadiríamos, las partidas de billar en las que haríamos una y otra vez como que no sabías para que tuviese que ponerme detrás de ti y abrazarte suavemente para enseñarte la pose en la que coger el palo, aunque la partida en el fondo fuese lo de menos.
Mientras dejábamos nuestras piernas colgar al borde de las piedras pulidas y desgastadas por los años, nos confesamos verdades que ambos creíamos saber, sin tener del todo claro cuánto queríamos saber en realidad.
Recuerdo que el jardín quedó casi para nosotros solos cuando te decidiste a meter tu mano en tu bolso y sacar de él una cajetilla de Marlboro de la que sacaste, casi sin preguntar, dos cigarros, dando por sentado que yo quería o necesitaba matarme un poco más por dentro, tal vez por tu culpa o gracias a ti.
Mientras el fuego se amoldaba al escaso espacio en que le recluíamos en la punta de esos malditos cilindros de tabaco, imaginé ser yo el cigarro que se posase en tus labios, ser yo el que te dejase mi aliento en el tuyo.
Y dejamos escapar unos segundos que parecieron del paraíso, mientras el humo se esforzaba en seguir su trayectoria natural hacia el cielo.
Seguí cometiendo errores casi hasta el final de mi cigarro, diciendo tonterías, contándote todo eso que no debería, pero quería que supieses, tal vez porque te quiero, tal vez porque no soy capaz aún de engañarme lo suficiente como para pensar que no es cierto.
Y recuerdo que me miraste, casi como tratando de ocultar algo y me dijiste:
-Te sienta bien fumar, entre la pose y el cigarro...

-No es cierto, -respondí- lo que me sienta bien es estar contigo.

Monday, September 12, 2011

Tabaco de pipa

Rozando todas esas volutas que se agolpan en peregrinación hacia el techo, imagino las nubes que los ángeles como tú utilizan como domicilio. Y entre tanto, el tabaco de pipa y el humo me arropan en un último suicidio intelectual.

Saturday, September 10, 2011

Entre tú y yo

Por enésima vez, te contaré un secreto de esos que ya sabes. Es posible e incluso probable que tal vez y sólo tal vez, esté perdidamente enamorado de ti, a pesar de intentar olvidarte, tal y como me recomendaste.
Necesitaba ponerlo donde todos pudiesen leerlo, pero que quede entre tú y yo.

Friday, September 9, 2011

La teoría del Caos

Y en una pataleta de la vida, durante un giro inesperado en la historia de mi existencia, pude conmigo mismo y mis labios rozaron los tuyos durante algo más que una milésima de imaginación.

[¿Cuánto ya?¿Cuatro años? Te quiero.]
[09.09.07]

Thursday, September 8, 2011

Toda la vida

Al final, cuando el último suspiro pugnaba por salir, se dio cuenta de que lo único que le había acompañado siempre, lo único que duró toda su vida, fue precisamente eso. Su vida.

Wednesday, September 7, 2011

Semana breve

Pongamos por lugar que esta semana estaré de exámenes y no podré publicar nada.
Y ahora pongamos que resulta que este blog permite, entre otras cosas, programar una serie de cosas para ser publicadas en un momento determinado.
Pues bien, como a buen entendedor pocas palabras bastan, dejaré que una breve semana de microrrelatos programados me sustituyan, que seguro que no se nota.

Friday, September 2, 2011

Y que me adivinen

Seguiré buscándote, a ti que sé que no existes
y a mi, que no debiera,
hasta que esa lluvia triste
no recubra tu vidriera,
y esos pájaros de alpiste
regresen a tu vera,
al mar cubierto de giste
Del que ni tú ni yo quisimos que yo bebiera.

Y que me adivinen,
que me llames predecible,
que nuestros pasos caminen
soñando con imposibles.

Dejaré el dolor de lado sólo por esta vez
el grito será un susurro,
arropado en timidez
mientras yo casi me escurro
al soñar tu desnudez
por el tiempo en que transcurro
al que ganaste este ajedrez,
gente única, como yo, la encuentras como churros


Y que me adivinen,
que me llames predecible,
que nuestros pasos caminen
soñando con imposibles.

Sunday, August 28, 2011

Las plumas que se nos cayeron volando

Que alguien venga a jurarme que todo esto no es real.
Una luz, un tremendo estruendo, un rugido infernal y de repente, el susurro angelical de la segura caída sobre el confortable colchón. Una voz de alivio, un "bienvenido" que alguien deja flotando sobre el aire esperando que alguien lo recoja y cultive. Creo que ese alguien soy yo y no me queda claro hasta que punto puedo serlo.
La blancura irresistible que me rodea parece sacada de un planeta ajeno al mío. Creí que algo así sólo podía ser concebido por una superproducción de Hollywood o una serie que un magnate decidiese comenzar.
Mientras un acolchado terriblemente cómodo me rodea, siento como una fuerza de succión absolutamente sobrenatural lo hace desaparecer.
Mi cuerpo lleva sin responder desde que todo esto empezó. Tal vez sea que mi cuerpo es esto que veo ahora, rodeado de la misma blancura, esta vez rodeada y vetada de rojo por todos los rincones que mi vista alcanza.
Un "bienvenido de vuelta" cae sobre mi, mientras el fin de una contracción destruye toda posible ilusión mientras caigo a plomo sobre la mesa de unos diez centímetros de altura, lo justo para sentir el nacimiento dolorido de mis alas, que aún pugnan por sacarme de aquí.
Ahí estás tu, o eso quiero creer, mirándome, segura de que no puede ser real, de que yo no puedo ser él, de que este cuerpo, que no me pertenece, no pertenece a quien tu quisiste amar sin atreverte.
Una cara diferente se me acerca, sorprendida y me felicita por mi capacidad de luchar, pero ésa es tu cara de nuevo, rogándome con la mirada que me quede, que no pierda el tiempo en volver al lugar donde quisimos ser infelices, donde yo quise serlo.
El rostro de una mujer con mascarilla, sin nombre, sin un ser concreto ni definido, se acerca peligrosamente a lo que creo que aún es mi cara y me asegura que puedo con ello, que podemos. No sé quién es, pero me inspira la confianza que necesito para saber que el túnel que me separa de ti es una caída libre de la que no hay huida.
Por fin entra en juego una última de mis perdiciones y la anestesia hace desaparecer los focos sobre mi cuerpo.
La espiral se vuelve confusa porque ahora es el negro el que sucede con el blanco, sin quedar nunca claro cuál es cuál,  porque todos se mueven por la escala de grises con todas las variaciones y tonalidades intermedias, de esas que tú podrías haber imaginado para una de las paredes de la casa en la quise hacer los esquemas que tanto me gustaba romper.
Mientras tanto, una luz dorada sobre la cabeza de otro tú ,que juraría que es el verdadero, me ciega, me atrae como las moscas que se acercan a las farolas del metroligero.
Los trances se suceden y miles de caras son parecidos mínimos, miles de personas con pensamientos con parecidos mínimos, pugnan por entrar en mi vida casi tanto como tú. Aunque tal vez fuera mi necesidad de hablar conmigo mismo, la necesidad de querer comunicarme algo que ta sabía, algo, que en cierta manera yo quería comunicar antes de recibir, tal vez para pensar sobre la realidad de ello.
El negro absorbe todo y un blancor que cada vez se desvanece más se fuga por un punto central.
La luz empieza a inundar la instancia, destruyendo la escuela donde pudiera haberte conocido aunque no lo hiciese. O no como quisiera.
Odio pensar en ello, pero es posible que te ame, y es por ello que cuando lo necesite, iré contigo. Y ese momento ha llegado y es ahora.
Abro los ojos y siento unos focos en la cara mientras una sábana oculta mi visión del mundo, cada vez más escasa.
Los cierro y veo la absoluta claridad en la que tú me esperas, aunque no sepamos a qué se debe, ni las direcciones que tomar en ella, pero sabiendo que podemos volar, poco  nos importará abrir esas alas que nos abrió un shock eléctrico.
Lo último que me queda es este vuelo sin alas, esperando a que me crezcan, esperando a verte, lo justo para poder sufrir solo, sabiendo que a lo lejos, no soy el único.
Los focos se apagan y dan el finiquito, la cara de profunda decepción que asoma sobra las mascarillas es un símbolo inequívoco.
Una fuerza por encima de lo que creía posible me arrastra al sitio donde los focos que no tienen origen definido tratan de esconderse en mis sombras, que ya no existen.
Tú estás esperándome, como tantos otros que ya me dan igual.
Pero la operación fue un éxito, de doce que fuimos en un quirófano sólo murió uno, que fui yo. Que quise hacerlo si tu estabas al otro lado.
Y ahora tu mano me pide que la siga, sin mayor comentario.
Supongo que todo esto significa que ya se ha acabado el trance ese de estar por enésima vez en una sala, luchando por quedarme con alguna enfermera, que me decía que aún era pronto para mi, cuando ya era tarde para pensar en ello.
Es la última vez que semejante sala de espera al infinito me tiene en vilo, que la blancura impoluta de un lugar trata de ponerse en el lugar de la negrura que debería de tener lugar bajo mis párpados cerrados.
Voy a otro lugar, no sé si mejor o peor, pero donde tu me esperes, o te espere yo a ti.
Y podremos hacer nubes con formas para que otro alguien se imagine que no estamos ahí arriba.

Reflexiones del querer

Recibí un último sms en el que me decías que aún me querías, y no supe si quemar el terminal del móvil para imaginar que nunca lo leí, para inventarme la idea de que era mentira.
Recuerdo con nitidez intachable las dos palabras "te quiero", terminando el mensaje, completando toda la información del mismo. Las dos únicas palabras que contaban con todas sus letras.
Y no pude evitar romper mis barreras de insensibilidad, esas que tanto odiabas, rememorando aquellos tiempos en los que nos poníamos tres tristes letras por las esquinas de las cartas, en los finales de los mensajes de móvil, tal vez en alguna pared.
No pude evitar hacer memoria y ver esa K estampada, como si nos quisiéramos hacer los inconformistas, como si quisiéramos que nuestros sentimientos no fuesen como los de los demás. Esos TKM envenenados, porque en el fondo, eran las siglas de algo, que podía ser parcialmente cierto, pero no del todo sincero.
Es posible que jamás sea capaz de evitar la primera vez que me pusiste "tequiero", que aunque careciese del espacio que le es inherente para separar dos palabras, ya contaba con todas las letras, que era una absoluta novedad. Recuerdo que fue en una brevísima carta, si es que ese mínimo escrito puede ser calificado como tal. Apenas era un trozo de papel del tamaño de una tarjeta de visita.
Y aquella vez, que no me escribiste que me querías sin saber porqué, pero me escribiste tres tristes letras conformistas, aquel "TQM" que ya era más civilizado que las tres anteriores siglas.
Es posible que en general no vaya a olvidar que me quisiste y te quise, pero que no era posible, porque tu no eras posible conmigo y yo era incompatible con el nosotros, pero descubrí gracias a ti, que el querer nunca será una ciencia exacta, al menos no mientras sigamos escribiendo un "te quiero" de tantas formas ridículas y estúpidas.
Ahora que todo ha cambiado, quisiera poder susurrarlo antes de que las hojas de un otoño de octubre tengan que posarse sobre tantas cosas como escribí pensando en ella.
Quizá algo cambie y me atreva a susurrar unas tristes siglas en lugar de una palabra completa.
O tal vez sencillamente esté intoxicado de nuevo y la salida quede más lejos de lo que me quiero a mi mismo.

Querer, que verbo más complejo.

Thursday, August 11, 2011

Secretos que se dignan a gritarse

Los suspiros que me faltaron a tu lado se evaporan por los resquicios de esta ventana cerrada, en el pequeño cubículo que ahora me cobija y refugia, que me permite pensar en libertad mientras me encierra, testigo mudo, tal vez sordo y con toda seguridad, ciego a todas las emociones que trato de no manifestar mirando a una de sus paredes por vergüenza a algo que desconozco. 
Recuerdo nuestro último abrazo como un fugaz adiós, un hasta luego difuso y descolocado en el tiempo, injusto por no dejarnos darnos cuenta de lo que significaba hasta que ya fue tarde, inacabado porque las circunstancias lo impidieron, incompleto, porque cada pequeño segundo que pienso en ti, ese adiós desaparece.
Tan sólo tengo recuerdos fugaces de lo que fueron tus abrazos anteriores, si acaso por alguna de esas fotos que queríamos poner en la alacena que te llevaste al marcharte. La casa parece tan vacía sin un nosotros flotando que hasta la gata ha decidido huir de esta agorafobia a puerta cerrada. 
Creo que ella tampoco termina de recordarte, esas caricias con las que la despertabas de su cesta junto a nuestra cama seguramente no sean más que restos de polvo sobre los pelos de su espalda, recuerdos olvidados, si es que alguna vez existieron, si es que alguna vez existió el gato hecho de caricias que quisimos inventar.
Tal vez si que te recuerde y por eso decidió huir, a otro lugar mejor, a tu lado tal vez, donde todavía hubiese caricias que le permitiesen existir.
Quizás esa casa que construimos con ilusiones se derrumbe con tu ausencia conmigo dentro. Tal vez nunca existió porque todo esto no fue más que un sueño, una locura que quise imaginar para no admitir que no estás a mi lado. 
A lo mejor sigues estando aquí y lo único que pasa es que mi miopía ha aumentado tanto que no puedo verte, o sencillamente no quieres dejarme verte, porque te gusta sufrir tanto como verme sufrir, aunque dudo mucho que ésta sea la opción que pudieras tomar.
Quizá todo esto no sean más que castillos montados en el aire que empecé a construir por el tejado, que nunca exististe.
Tal vez sea por eso que por las mañanas no quiero terminar de abrir los ojos por si no existes, por si es cierto que esa mañana tampoco despertaré a tu lado, ni podre tocar a nuestro gato hecho de caricias, ni vivir en nuestra casa hecha de ilusiones...
Tal vez y tal vez y quizás... Y resulta que me gustó tanto imaginar, que por imaginar, imaginé que algo de esto fue real cuando lo único que ocurrió en realidad fueron estos casi diez mil kilómetros que separaron nuestros besos por la red, que por lo menos son más rápidas que mi propio pensamiento.
Que bueno, es posible, porque por ser no es imposible, que todas esas cosas que te dije tan en broma pudieron ser un poquito de en serio, sin seriedad alguna de por medio, que tampoco tiene una probabilidad tan baja esa variable aleatoria de "Yo te amo a ti".
Quién sabe, ya nos veremos y se acabará decidiendo solo. Supongo.
Y suponer es montar otro castillo en el aire, del que seguro que esta vez derribas mis barbacanas.

Y además el asedio empieza cuando esto acaba.

Wednesday, August 10, 2011

Al fondo del archivo

¡Quien pudiera cambiar de gafas como de vida!
Estaba convencido de que aquella sería la frase perfecta para empezar una novela sobre un fugitivo, de esos que han cambiado mil veces de identidad, pero que no tiene un duro. Tal vez fuese fugitivo por tratar de conseguirlo... O tal vez lo consiguió como trabajando hasta la extenuación, pero algo le llevó a pensar que merecía tirar la vida por la borda en busca de algo más, o buscando algo menos, que al final acaba por ser lo mismo.
Menuda estupidez de idea.

Ni siquiera sé por qué he empezado esto así, cuando lo que quería decir es que me he sorprendido leyendo agradado lo que escribí hace meses, tal vez ya un año, y mayor ha sido mi sorpresa cuando me he dado cuenta de que además, me gusta.
De hecho, algunas de mis últimas publicaciones en este blog, han sido, vamos a decir, inéditos escritos hace ya bastante.
Es agradable volver a escribir.
Y es duro decirlo, pero necesito estrés y tal vez algo de esa agobiante rutina a mi alrededor para poder hacerlo.

Saturday, August 6, 2011

Y el problema es...

Que todo es un problema, sin serlo o sin querer serlo.

Pero rompamos el precinto y olvidemos que existen.
Otra vez.
Y diremos que es la última.
También por última vez.
Hasta que no sea mentira.

Voy a gritar todo eso que debía susurrarte

Porque me acabo de dar cuenta de que no sé porqué escribo, ni a quién o quienes, pero me alegro de saber que aquellas personas a las que sí que sé que escribo les gusta.
Acabaré dando por sentado que estoy loco, aunque tal vez fuese más correcto decir enloquecido. Pero a efectos finales y al interés que nos atañe, o que me atañe a mí es igual, mientras me sigo peleando con mi teclado sin dejar claro nunca cuál es el vencedor a pesar de que sólo uno de los dos acabe llorando casi indefectiblemente, viene a ser igual.
A veces me parece algo posible e incluso probable que pudiese vivir sin personas, sin contacto humano. Menudo desperdicio, un mundo que no quiere saber de mí, ¿Y para qué iba yo a querer saber de él? Y ahí estáis, o estás, o están, o estamos o la conjugación que prefieras o prefiera yo del verbo estar, haciendo que me sea imposible llevar a cabo semejante hazaña de locura, que sin embargo sería una demostración de cordura decir que todo ello, o todos ellos, son lo que me hace perder el tiempo, que es la forma más fácil de exculparme de todos esos errores que me recrimino constantemente y que cuento cuando no puedo dormir, igual que Xhelazz. Y entretanto habrá un guión que trate de determinar mi vida, con aquello a lo que llaman destino, que tal vez es eso que nos separa, y no tu comprensible y compartido miedo a la distancia, como es lógico teniendo amigos al otro lado del globo a los que temes no ver en años y años.
Y en veinticuatro horas te echaré tanto de menos que tendré que tirarme otra vez sobre un folio o sobre un teclado tras ver cientos de tus fotos y envidiar tu viaje, tu vida despreocupada llena de cosas por las que preocuparse, llena de gente que te importa muchísimo y gente que no te importa casi nada. Una vida increíble para una persona increíble a la que el mundo se le quedará pequeño antes de que se quiera dar cuenta, tal vez incluso antes de que perciba lo increíble que es como persona.
Nada es fácil, y no suele haber atajos para todas estas cosas. Supongo que decirte que te quiero no cambiará nada, así que me quedaré con esa sensación que recuerdo de estar como flotando cuando estoy a tu lado y te doy la mano. O cuando pienso en ti al escribir algo que sé que no vas a leer.
Menudo caos de texto.
Supongo que la ocasión lo merece de vez en cuando. Sienta muy bien pensar que alguien te escucha aunque sea mentira.
Me lo voy a recriminar una última vez... Fiftin, eres un imbécil.

Ayer quise morir

pero hoy quiero estar muerto.

Tuesday, August 2, 2011

Hasta que algo cambia

Las mañanas empiezan todas igual, hasta que algo cambia. El mundo se resiste a cambiar de rumbo y casi siempre se niega a hacerlo hasta el final, a pesar de que todo el mundo ya reme en el sentido opuesto.
Esa mañana algo, nadie sabe qué, cambió.
Su vida quiso ser la misma de antes, pero descubriendo que era imposible, trató de solucionarlo desapareciendo, aunque algo, quizá el tiempo, tal vez la suerte, se lo evitó.
Esa mañana, una canción diferente le despertó. Una canción resabida, oída una y otra vez, mascada, escuchada y recitada millones de veces. Una canción que a nadie o casi nadie despertase, que tal vez fuese tan solo un poema en el más estricto sentido de la palabra.
Y a volar. Su mente se lanzó al vacío del universo que se le plantaba delante, a la nada que imperaba sobre todo lo demás, plagando su mente de preguntas que buscaban respuestas que estaban ocultas detrás de nuevas dudas.
Una paloma absolutamente imaginaria pasó antes sus ojos y desapareció. Era imposible que hubiera ocurrido en realidad, así que Gabriel lo atribuyó a algún tipo de trastorno onírico, que seguramente fuera fruto de la inestabilidad sentimental y mental.
Gabriel, con su cara redondeada y su pelo castaño,  a pesar de ser musculoso, tenía miedo de perder.
De perder una partida, un recuerdo, un amigo, un objeto preciado, un minuto, una oportunidad... Todo era demasiado, pero todo era muy poco. Demasiado complicado y muy poco explicado. Demasiado para ser manejado y muy poco para ser disfrutado. Demasiado lleno y muy poco completo.
Gabriel no era un miedoso, ni un enamorado, ni un poeta, a pesar de que pensase como si lo fuera.
Los rayos de sol que atravesaban tímidamente desde el mes de mayo su ventana a eso de las nueve de la mañana, le parecían una fuente de inspiración tan tremebunda que nunca supo decir nada de ello, ni le pudo escribir nada.
A Gabriel le pasaba lo mismo con las mujeres. Cuando estaba enamorado escribía sin cesar sobre ella, pero cuando no, era innombrable para que no rompiese el círculo mágico que se creaba.
Estar enamorado en la mayoría de los casos, acababa siendo un problema. Y lo peor es que el primer problema surgía del propio hecho de no poder evitar estarlo.
Una melena al viento, o tal vez reposando sobre una espalda de mujer, atraían su vista como si fueran un imán visual. Unos ojos oscuros, o tal vez tan claros como el cielo en verano le conquistaban si eran capaces de mirar con sinceridad.
Así creyó conocerla, cuando en realidad, sólo pasó a saber su nombre, su tono y timbre de voz y poco más que el brillo de su pelo.

Me debes un paseo por Madrid

Las mañanas casi nunca clareaban desde las ventanas más bajas del bloque. Hay mañanas en que no llega a dar el sol nunca, de hecho, hace ya varios años que nadie se digna a poner una triste maceta en el balcón para luchar contra la segura defunción de las plantas que en ella se hallase.
Y ahí fue que despertó ella. Un día cualquiera, pongamos que uno de esos en los que imaginas que no va a haber baches, que todo el camino parece cuesta abajo, pero sin temor a una caída.
Se levantó como tantas otras mañanas, sin ganas, pensando en acabar con la rutina lo antes posible, antes de que la rutina acabase con ella.
-¡Alma! ¡Vas a llegar tarde!
El mismo grito de todas las mañanas fue lo primero que escuchó, teniendo la absoluta certeza de que lo que su madre acababa de afirmar era completamente erróneo, como todas las mañanas.
Era escrupulosamente puntual, porque odiaba que la hiciesen esperar, su tiempo no estaba para malgastarse y el de los demás tampoco tenía por qué estarlo. Su hermana Atenea estaba desperezándose en el pasillo con los brazos tan extendidos como podía, casi ambas paredes. Ya tenía seis años, aunque aparentase muchos más y era una niña encantadora.
Alma siempre había querido una hermana, pero sus padres no se dignaron a darle ese regalo hasta que cumplió los once años. Era difícil mantener a las dos, había que pagar el piso y aún tenían deudas pendientes. Alma nunca supo esos detalles, pero se imaginaba algo así.
Alma comenzó a correr hacia el baño, porque por mucho que quisiese a su hermana, sabía lo que tardaba en prepararse, cuando fuese una adolescente iba a ser temible.
-¡Alma! No vale, jo, ¡Estaba yo primero!
-Atenea, por Dios, que tardo un segundo-respondió Alma-, que es que tú tardas mucho y tengo prisa.
Era mentira, pero con su hermana funcionaba, aunque se pusiese de morros. Como le daba pena saber que su hermanita estaba fuera esperando a que se duchase y preparase, se dio bastante prisa en hacerlo.
Terminó rápido, desayunó casi sin ganas y salió de casa por el portal de arriba, que daba a la calle Bailén.
Ese día tenía una visita de lo más particular teniendo en cuenta su lugar de residencia, ya que iban a ir a visitar el Palacio Real y la catedral de la Almudena, que estaban a menos de doscientos metros de casa.
A ella le parecía una solemne estupidez hacer semejante visita, pero como nunca había estado, tampoco le molestó especialmente saber que iba a estar por fin en el palacio Real, aunque no le hiciese gracia la monarquía. Al fin y al cabo, la historia no se puede borrar y ese palacio era un símbolo de lo que fue España en su época.
Ya había convenido con su profesora que se encontraría con el resto de la clase en la plaza de la Almudena, que estaba entre la catedral y el palacio.
El sol se escurría entre las baldosas que conformaban el suelo de la plaza, reflejando una luz mortecina.
Allí, sentada en uno de los bancos de duro granito que parecen no querer dar la bienvenida a los visitantes, esperó a que apareciese el milagro que hiciese desaparecer el tedio del día.
Comenzaba a notar el calor sobre su piel cuando llegó el resto de la clase. Le habría gustado poder salir corriendo a saludar a algún amigo, pero era imposible. Sólo consideraba a una persona su amiga, se llamaba Nuria, pero no estaba en Madrid durante esos días.
Alma nunca se molestó especialmente en tratar de conocer a la gente de su clase, le parecía una tarea muy útil para perder el tiempo y nada más. Y su madre siempre decía que la vida es muy corta, razón de más para no desperdiciar los pocos días que tenemos que vivir.
La profesora se aseguró de que estaban todos un poco a la ligera, sin detenerse especialmente en evitar que los clásicos revoltosos de clase no estuvieran haciendo de las suyas.
Como era por la mañana temprano y no faltaba mucho para que el sol empezase a ser algo agobiante, decidieron visitar primero el palacio Real, que aún tendría una temperatura relativamente fresca durante la visita.
El palacio por dentro no era más que la casa de una nobleza malcriada, que pretendía gobernar a un pueblo al que no conocía, y ni siquiera se molestaba en intentar disimularlo. Entre las cosas más interesantes para Alma, estaba la Real Armería, en la planta baja. Era una sala enorme, llena de armaduras, tanto para adultos como para niños, algunas de ellas claramente utilizadas en batalla y otras puramente ornamentales.
Alma no podía evitar verse obligada a reprimir la risa al ver que algunas armaduras tenían dos capas de protección para la entrepierna, con una especie de coquilla metálica (algunas de tamaño exagerado seguramente) para asegurarse una descendencia.
Era inevitable sorprenderse ante la cantidad de equipos, armaduras y armas que había contenidos en la sala. Según la guía, era, junto a la de Viena, una de las mejores armerías del mundo y contenía piezas del Siglo XV en adelante, lo que a Alma le parecían una cantidad inabarcable de años.
Había una de las armaduras para caballos, que al parecer se denominaban "bardas", que tenía una posición bastante peculiar. Parecía que estuviera posando para un cuadro, mientras que las demás estaban en posiciones más naturales.
Un muchacho con barba que estaba junto a Alma la miró y ante su cara de curiosidad sobre la armadura le comentó el porqué:
-A ti también te parece que está en una postura curiosa, ¿verdad?. Resulta que esta es la armadura con la que Carlos I combatió en Mühlberg, o como se pronuncie, y con la que le retrató Tiziano en un cuadro que ahora está en el museo del Prado. Qué curioso, ¿verdad? Al parecer alguien pensó que quedaría mejor que estuviese en la misma postura que cuando hicieron el cuadro, así que ahí está.
-¿Tú también eres guía del museo o qué?-Respondió Alma, con un tono un poco más agresivo de lo que quería.
-Ya quisiera, me considero un simple enamorado de la historia, un curioso que es incapaz de callarse y que busca a alguien que escuche todas las tonterías que ha aprendido.
-Estás de suerte, -dijo Alma, con su sonrisa más encantadora- se me da genial hacer como que escucho.
-Magnífico, a mí se me da genial hacer como que digo cosas interesantes- dijo guiñándole el ojo-. Me llamo Hugo, por cierto, ¿Tú también tienes nombre o también se te da genial hacer como que no lo tienes?
Alma le miró de arriba a abajo. Sin tener del todo claro qué decir.
-Me llamo Alma. Y ninguna coñita estúpida con el nombre o vuelas por la ventana.
-Sin problemas, no suelo hacer bromas con el nombre, es de esas cosas que no elegimos, así que no está bien utilizarlos para herir a la gente.
El grupo de Alma siguió avanzando, a la espera de que la guía del museo dijese algo más interesante que lo que ese tal Hugo le estaba diciendo a Alma. Lo único que parecía haber calado ligeramente hondo en los jóvenes asistentes era que el Palacio Real de Madrid era el más grande de toda Europa Occidental, al parecer con bastante diferencia y que tenía más de tres mil cuatrocientas habitaciones, algunas de ellas más grandes que toda la casa de Alma. Ahora que también es que habían tenido tiempo de sobra, porque desde que empezaron en 1738, hasta que terminaron en 1892...Son casi 154 años de construcción del edificio. El bloque de Alma seguramente se contruyó en menos de dos.
-Hay un libro de Saramago en que un personaje tiene un nombre horrible - le dijo Hugo a Alma-, Tertuliano Máximo Afonso, vaya nombre. Y el pobre está resentido con su nombre, como es normal.
-Y no me digas más, desde que leíste el libro no has vuelto a meterte con nadie por su nombre.
-En realidad -siguió Hugo-, no fue por eso, pero digamos que empezó la cosa ahí. Por cierto, mira por este balcón. Eso de ahí son los jardines del moro, los diseñó un tal Narciso Pascual, que también es un nombre que vaya... ¿Ves que hay mucha altura hay desde aquí hasta el suelo del jardín?
-Vamos a ver, ¿Qué eres?¿La enciclopedia?
-Más o menos, el caso es que este desnivel lo utilizaban los reyes para hacer que se cayesen los toros que toreaban en esa plaza que está allí -señaló hacia la derecha-, que está entre el Palacio y los jardines de Sabatini.
Alma estaba entre agobiada por la cantidad de información y entretenida por la forma en que él la contaba. Ojalá todos los guías turísticos fuesen así.
-Oye, -dijo Alma- ¿Por qué no eres guía turísitco?
-Resulta -respondió Hugo- que mis formas de presentar las cosas no terminan de coincidir con las que piden aquí, y el hecho es que tampoco me sé las cosas con tanta claridad, sencillamente me sé muchísimos apuntes sobre todo. Pero en general, por ejemplo no te puedo decir quién hizo el palacio. Creo que fue un tal Sachetti, pero no estoy seguro.
-Y eres republicano.
-Sí, supongo que para guía de un palacio Real eso también es un impedimento. -Se mordió los labios- Pero nada, oye, que yo me lo paso genial.
-¿Cómo?¿Yendo detrás de niñas que van de excursión?-Dijo la profesora de Alma- Disculpa muchacho, pero creo que es muy joven para ti.
-No se preocupe señorita -respondió Hugo-, no pretendo nada más que amenizarle la mañana en este museo tan agradable.
La profesora miró a Hugo con cara de ligero desprecio y entornó un poco los ojos. Alma le cogió la mano de Hugo y dijo:
-A menos que ella quiera algo más ¿no?-dijo Alma
Para su edad desde luego tenía una forma de ser y de hacer las cosas completamente fuera de lo común. Hugo no pudo reprimir la risa mientras ella le hacía una sonrisa pícara.
-Si, bueno, supongo que tienes razón.
-¡Jovencita! Estás bajo mi responsabilidad y hasta entonces quiero que te comportes ¿entendido?
-Si profe, no te preocupes, que no haremos nada indebido, al menos no durante la visita del museo. ¿Puedo seguir con mi guía particular?
La profesora le miró y relajó un poco el gesto.
-Pero no os alejéis del grupo, por favor.
La profesora se fue a la parte delantera del grupo de chavales que había traído, mientras Alma y Hugo no hacían ni siquiera amago de acercarse a la piña de muchachos.
El sol pegaba fuerte a través de las ventanas mientras continuaban andando por una sala que al parecer había sido pensada para ser un salón de baile hasta que uno de los Carlos, seguramente Carlos III, dijo Hugo, la convirtió en sala de la guardia, adornada de forma un poco simple pero con muchísimos frescos en el techo, todos ellos mitológicos y relacionados con el tema de la guerra.
-Mira, ahí se supone que sale Eneas siendo recompensado por sus victorias y esa es Venus encargándole a Vulcano que le haga una armadura, creo. Vulcano es el que sale también en el cuadro de Velázquez, La fragua de Vulcano, supongo que sabes cual es.
Tras caminar un poco más, llegaron al Salón del Trono, que según Hugo, era la única sala que no había cambiado jamás de función desde que se empezó a construir el palacio.
-¿Y para qué servía durante la república?
-Fíjate, pues no es mala pregunta, la verdad es que no tengo ni idea. Pero sé que por algún lado aquí cerca hay una sala a la que llaman "La sala de Azaña" porque es donde puso su despacho cuando era presidente. Y el edificio se llamaba Palacio Nacional. Por cierto, fíjate en los espejos, que esto hay muchos guías que no lo comentan. ¿Ves que tienen como unas hojas doradas por el medio del espejo? Resulta que querían tener los espejos más grandes del mundo, pero nadie conocía técnicas para hacerlos por encima de una medida, así que cogieron los espejos más grandes posibles y pusieron encima otras dos placas, taparon las juntas entre las placas y hala, ahí tienes a los supuestos espejos más grandes del mundo.
-¿Siempre hemos sido así de cutres?
-Si, creo que sí. Pero vamos, así de cuadradas no las tiene nadie ¿eh?
Curiosidad tras curiosidad, llegaron al fin de la visita, con el sol de casi mediodía pegando en toda la cara y entraron directos a la Almudena, aunque fuese para huir un poco del calor de fuera.
La Almudena era de las catedrales más modernas que había, ya que no fue catedral hasta el año 1992 que vino el Papa. Y tenía unas vidrieras espantosas.
-Al parecer,-susurró Hugo al oído de Alma- un artista ganó un concurso para que se pusieran sus vidrieras aquí, pero al poco tiempo, Kiko Argüello, que es amigo del señor Rouco Varela, hizo estas y ¡Casualidad!, las pusieron. Vaya grupo...
En la catedral tampoco había mucho que ver, en realidad, porque había sido construida por primera vez como una capilla y luego más grande y luego derrumbada de nuevo... Y había típicas historias tontas de milagros sobre la Almudena a patadas. Se supone que encontraron una imagen de la virgen que llevaba trescientos y pico años oculta y tenía al lado dos cirios que no habían parado de arder desde que la escondieron.
Pero en eso consistían estas historias, tenían que ser cosas imposibles que pretendiesen demostrar la compensación de la fe en la tierra.
Mientras el sol seguía ascendiendo hacia el centro del cielo madrileño y el grupo descendía por la escasa escalinata de la catedral, Hugo desapareció del lado de Alma.
Ella miró confundida alrededor. ¿Cuándo se había marchado? Había estado todo el rato a su lado, era imposible que no se hubiera dado cuenta. De hecho, hacía un momento estaban dándose la mano.
Miró alrededor y de repente se dio cuenta de que al darle la mano, él le había dejado un pequeño papelito  en ella.
"Busca las mejores vistas de Madrid, aunque no se vea nada"
Pues menudo mensaje. Este muchacho se habría pensado que lo mismo la realidad era como en las películas o en las novelas, que ella no iba a estar adivinando tonterías. Y menos semejante acertijo, porque vamos, que podía ser cualquier lado. Miró el papel por el otro lado.
"Vale, puede ser cualquier lado, ve hacia el viaducto"
Lo que hay que ver. O la conocía demasiado en muy poco tiempo, o de verdad se daba cuenta de que es imposible que alguien adivine estas cosas así.
Alma vio a su grupo subir por la calle Mayor y aprovechó para enfilar por el Viaducto antes de que su profesora la echase de menos.

Allí, en medio del viaducto, mirando al infinito a través de los cristales que habían puesto a los laterales, estaba Hugo, tal vez esperándola o a lo mejor sólo pensando en algo.
-Todo el mundo le llama Viaducto y punto,-dijo Hugo- pero en realidad se llama el Viaducto de Segovia, porque pasa por encima de Vía de Segovia, que es esta que pasa por aquí abajo ¿sabes?
-Hombre, vivo ahí, -dijo Alma señalando su bloque- sé que esa de ahí es la Vía de Segovia, pero no sabía lo del nombre del Viaducto. ¿Sabes que los cristales están para evitar suicidios?
-No me extraña, si me suicidase, yo también lo haría desde aquí. Y eso que 23 metros de altura no son tantos.
Se quedaron los dos observando la vista que había del Oeste de Madrid desde allí y Hugo le comentó que en una de las obras de reconstrucción del viaducto tuvieron que derruir de nuevo la Almudena.
-Además, el diseño actual -dijo Hugo- tuvo lugar durante la segunda República, que se abrió un concurso y tal... Tuvo que ser restaurado después de la guerra civil, pero aquí sigue. Imagínate la de cosas que habrá visto.
Alma no sabía que pensar, ni si ponerse tan profunda como él, así que no dijo nada. Esperaba una nueva sorpresa por parte de él.
Y efectivamente, la consiguió. Hugo le tendió la mano y le guiñó un ojo. Ella le cogió la mano y se dejo llevar por la calle Bailén hasta la Real Basílica de San Francisco el Grande, tal y como la presentó Hugo.  Alma la había visto muchas veces, pero nunca había sabido el nombre ni se había interesado especialmente por ello.
-Seguramente no lo supieses, pero este templo en principio lo iba a diseñar Ventura Rodríguez, el de la parada de metro, -dijo Hugo- pero al final lo hizo otro, no sé porqué. Pero vamos, que a diseñar se metió todo cristo, porque la fachada y las torres son de Sabatini, que es también el que hizo los jardines de al lado del palacio Real.
Hugo invitó a Alma a entrar, aclarando que en realidad era sólo por la cúpula y por el cuadro de Goya que había en la capilla de San Antonio, que era una de las laterales. Al entrar, Alma se quedó mirando la basílica impresionada por todo lo que sabía Hugo y por la inmensa cúpula. Era de las cúpulas más grandes que había visto en su vida, y eso que había estado en la catedral de Florencia.
-Resulta que ésta es la tercera cúpula de planta circular más grande que ha creado la cristiandad. -dijo Hugo- Lo de planta circular significa que....
-Ya sé, que las paredes de debajo -dijo Alma señalando las paredes de la basílica- tienen forma circular en lugar de cuadrada. La de la basílica de Santa Sofía, por ejemplo, es de planta cuadrada,¿verdad?
-Exacto. Vaya, no pensaba que lo supieses. Ese tipo de cosas, como se consideran inútiles, no se las sabe ni dios.
La Basílica era impresionante, especialmente los frescos que había en el inmenso domo de la cúpula y lo sobrecargardo de las pinturas de la capilla mayor.
 Cuando entraron en la capilla de San Bernardino, en la que estaba el lienzo de Goya que decía Hugo, Alma se llevó una pequeña sorpresa. Ella nunca habría dicho que semejante pintura fuera de Goya, no se parecía prácticamente nada a su estilo habitual. Hugo explicó que era de la época en la que Goya se dedicaba principalmente a tapices y a pinturas religiosas, antes sufrir una grave enfermedad que al parecer fue lo que llevó a hacer una pintura más personal, que es la que pasó a la historia.
-No hay mucho más que ver, vámonos. -dijo Hugo- Que hay muchísimas cosas que ver aún.
Salieron de la basílica por la puerta principal, que estaba ligeramente curvada, algo en lo que no se había fijado Alma al entrar.
Mientras iban subiendo por la carrera de San Francisco, Hugo le explicó que era para que se pudiera ver desde más ángulos y parecer más grande. Siguieron subiendo hasta llegar a una plaza que se llamaba "puerta de moros".
-Vas a pensar que soy un católico obseso reprimido porque te llevo constantemente a sitios con iglesias, pero me temo que es que la historia de Madrid esta ligadísima a las religiones. Primero a la musulmana y luego a la católica.
La plaza de la Cebada, donde se sitúa el mercado de la cebada, estaba un poco más adelante, y en su momento fue el mercado central de Madrid, en donde se abastecía la práctica totalidad de la población madrileña.
-Lo que podríamos llamar particular de la plaza -comentó Hugo mientras subía las escaleras- es que aquí es donde se situaba una de las puertas de entrada a Madrid, cuando aún existía la muralla cristiana en Madrid. Y la otra cosa así interesante es esta iglesia, -señaló al edificio que colindaba con la plaza- que resulta que es la parroquia más antigua de Madrid, así a lo tonto.
-¿Esto no es la zona de la morería? -dijo Alma, tratando de hacer gala de conocimientos- de aquí para allá era el barrio de los moros, ¿verdad?
-Efectivamente, aunque la verdad es que de ese tema no sé demasiado tampoco. Lo que sí puedo decirte es que San Isidro estaba aquí enterrado, no sé si sigue. Dentro de la iglesia hay una capilla dedicada a él que tiene una reja en el suelo que marca dónde estaba enterrado.
Pasaron la plaza dejando la parroquia a la derecha. Hugo señaló una calle perpendicular y le dijo a Alma que allí había uno de los fragmentos de muralla que quedaban en exposición en Madrid.
Hugo siguió andando, pasó una plaza de tierra con unos cuantos árboles y entró a un pequeño jardín.
-Este jardín es el jardín del príncipe de Anglona, -dijo Hugo- aunque la verdad es que sé eso por el cartelito de la puerta. Decía algo de que el diseño no era el original, pero no me ha dado tiempo a leerlo. Es un sitio perfecto para tomarse un descanso, ¿a que sí? -dijo mientras se sentaba en un banco de granito
-Ahora en serio, -dijo Alma- no entiendo por qué estás haciendo todo esto. Hacerme este tour por Madrid, así sin conocerme de nada...
-En realidad conozco bastante de ti. No te asustes, no soy un espía ni nada por el estilo. -Dijo Hugo sonriendo- Es que eres un poco predecible, me temo. No es que sea nada malo, pero te delatan la mayoría de los gestos que haces, eres muy expresiva.
-Bueno, pues nada, oye. ¿Seguimos con la visita guiada o aún estás cansado?
Hugo la miró con cara de sorpresa a la vez que sonreía.
-No, si lo de descansar era por ti. Ven anda.
Salieron del jardín y terminaron de bajar la cuesta. Hugo señaló a la izquierda.
-Recuerdas el viaducto, ¿verdad? Pues ahí está.
Visto desde ahí resultaba mucho más imponente que desde arriba, con su sólida estructura de hormigón, tan similar a los puentes que se hacían en la revolución industrial.
Hugo comenzó a subir unas escaleras que había en la plaza de enfrente y comenzó a subir por una calle que dijo que se llamaba "calle del rollo". El rollo era un palo de piedra donde se torturaba a los condenados menores, normalmente a recibir latigazos.
Giró a la izquierda, entrando en una callejuela que después torcía a la derecha. El callejón llevaba a una calle más grande, a la que Hugo no parecía llamarle la atención lo más mínimo, ya que giró a la derecha y se metió por un callejón bastante pequeño al que ni si quiera iluminaba el sol. Siguieron avanzando hasta llegar a una plazuela pequeña que Hugo dijo que era la plaza de la Villa, donde antes estuvo el ayuntamiento de Madrid.
-Aquí dan conciertos a veces, creo. -dijo Alma- Y leí en el periódico que en ese edificio...
-El palacio de los Lujanes, aunque sólo quede la torre.
-Eso, lo que sea. El caso es que ahí está el no sé qué de moral y ética. No tengo muy claro qué hacen aparte de perder el tiempo, pero te sé decir que Rouco Varela es uno de los miembros de eso.
-Pues la verdad es que no lo sabía, pero si no he oído hablar de ello seguramente es porque su trabajo no será especialmente destacable. -Dijo Hugo mientras terminaba de subir la plaza y giraba a la derecha por la calle mayor- Vamos a subir por esta calle, que te quiero enseñar la plaza mayor.
-Ya conozco la plaza mayor ¿sabes?
-Ya, pero sería capaz de apostar a que sólo has ido de noche o en navidades.
Alma se mordió el labio. Le molestaba admitirlo, pero tenía razón. No recordaba haber visto esa plaza de día nunca. Mientras subían, Hugo miró a Alma a la cara y dijo:
-Bueno, yo creo que toca un descanso de verdad, así que vamos a parar a tomarnos unas tapas y una caña en el mercado de San Miguel, que está aquí al lado.
Cuando ya se veía la entrada a la plaza, Hugo giró a la derecha hacia una estructura moderna de cristal. Ese debía de ser el mercado de San Miguel. Entraron ambos dentro, agradeciendo para sus adentros el aire acondicionado y Hugo fue directo a pedir dos cañas a uno de los mostradores que había. Era curioso, porque todos los mostradores eran, por decirlo de alguna manera, temáticos. En uno sólo se servía cerveza, en otro sólo jamón, en uno pinchos variados... Hugo pidió un plato de jamón y lo llevó a una mesa que había en el centro del mercado, donde invitó a Alma a sentarse.
-Te gusta el jamón ¿verdad? -dijo Hugo mientras picaba una lámina- A todo el mundo le gusta el jamón.
-La verdad es que sí que me gusta, pero no sé qué decirte de eso de que a todo el mundo le gusta.
-A gente muy rara conoces tú, me parece a mí. El jamón le tiene que gustar a todo el mundo, si no no habrían traficado con él los cristianos durante la ocupación musulmana.
-¿En serio?-dijo Alma sorprendida
-Suena ridículo, pero sí... Bueno, a menos que quieras más jamón u otra caña, podemos seguir.
Esta vez fue Alma la que le tendió la mano a Hugo para salir de allí y dirigirse a la Plaza Mayor. Entraron por un arco que dejaba a la casa de la panadería a la izquierda, un edificio con unos frescos verdaderamente peculiares para un sitio llamado así.
-La casa de la panadería se llama así porque en su momento sirvió como fábrica de pan, por decirlo de alguna manera. En realidad, no tengo tampoco mucho que decir de ella, -dijo Hugo, llevándose una mano a la nuca- es una plaza bonita, pero la historia es un poco monótona, no hay nada especialmente destacable... Bueno, que como está en un desnivel muy grande, hay un montón de bares que tienen unos sótanos enormes debajo de la plaza, porque todo esto es absolutamente artificial, aquí antes había una cuesta...
Alma miró hacia el Arco de Cuchilleros, que ilustraba perfectamente lo que decía Hugo, con esas escaleras que parecían descender a lo más profundo de Madrid. Hugo dio un leve tirón de la mano de Alma para salir por el arco más cercano al que habían entrado, que les llevó de nuevo a la calle Mayor. Cruzaron la calle mayor y siguieron hacia delante por la calle de enfrente, que les llevó a una pequeña especie de plaza, en la que Hugo giró a la izquierda, para volver a girar a la derecha.
-Me temo que esta parte del camino tampoco es especialmente bonita, y que yo sepa no tiene mayor interés fuera del hecho de ser parte de Madrid, pero ahora llegaremos a Ópera, que sí que está muy bien.-dijo Hugo- Esta calle se llama calle de la escalinata, -indicó mientras entraban en la calle- si no me equivoco, se llama así porque esta cuesta antes era una escalinata de granito o algo así. Muy original, como puedes ver.
Tras subir la cuesta, llegaron a una plaza con suelo de granito claro muy brillante, casi molesto a los ojos. Había apenas un par de árboles que diesen sombra y un kiosko. A la izquierda quedaba un edificio también de granito, imponente y majestuoso: El Teatro Real.
-¿Ese es el Teatro Real, verdad que sí?-dijo Alma señalando el edificio
-Exacto. Este teatro, que ahora se ve tan bonito y tal, en las primeras temporadas tuvo tantas pérdidas que se tuvo que dejar en manos privadas. Y creo que los cinco o seis primeros que lo adquirieron se arruinaron, o sea que te puedes imaginar la risa que ha dado el teatro. Aún hoy en día es uno de los más caros de España.
Pasaron junto al edificio en dirección a la Plaza de Oriente.
-Van a empezar a echarte de menos, así que casi vamos a dirigirnos a tu grupo.
Cuando entraron en la plaza de Oriente, Hugo comentó que las estatuas que había allí habían sido inicialmente concebidas para estar encima del palacio, donde ahora había una especie de jarrones, pero pensaron que iba a ser demasiado barroco, así que las repartieron por parques de Madrid. Y esa era además la razón de que tuvieran tan poco detalle comparadas con otras estatuas de Madrid.
Según iba terminando Hugo la frase, vieron el grupo de Alma sentado allí cerca en el césped. Hugo le dio un beso en la mejilla.
-Lo siento muchacha, -dijo Hugo mientras se apartaba- pero creo que como me vean contigo, tu profe me decapita. Cuídate.
Alma no tenía nada claro qué decir, así que se quedó quieta, sin terminar de comprender nada del día que había tenido. Había conocido Madrid con un desconocido y sabía que no debería haberlo hecho, pero le daba igual.
Todo estaba siendo muy extraño.
-¡Alma!¿Se puede saber dónde te has metido? -gritó la profesora desde lejos- ¡Ven aquí ahora mismo!
Alma se dirigió hacia el grupo y se sentó en el césped junto a la profesora mientras ella le echaba la típica bronca cargada de razón que en el fondo nos da igual a todos. Miró a los ojos a la profesora y sin darse muy bien cuenta de cómo se sintió en una posición un poco más horizontal que antes.
Creyó reconocer en la cara de la profesora los ojos azules de su madre mientras ella le movía con los brazos.
-Alma, hija, ¡Que vas a llegar tarde al tour por Madrid! -decía su madre mientras la zarandeaba- Venga, levanta, dormilona.
Alma estaba estupefacta, no terminaba de entender nada. ¿Y Hugo? ¿Y la profesora? ¿Qué narices había pasado? Miró a su madre.
-Que sí mamá, que ya estoy despierta.
La madre la soltó y le indicó que le esperaba el desayuno en la cocina.
-Venga hija, que vais a descubrir la ciudad.
-Buf, si ya conozco Madrid.