Saturday, October 8, 2011

Disolviéndose en el aire

Como esas lágrimas que se resisten a salir, me faltaba un mínimo esfuerzo para poder dejar salir ese "te quiero" que no podía evitar tener contenido entre los labios, que luchaban por resistir a la tentación de besarte.
Ignoro si quisiste ignorar las obvias señales que te mandé involuntariamente, pero tengo la absoluta certeza de que sabías con claridad a lo que te enfrentabas al mirarme a los ojos. Sabías lo poco que había cambiado entre nosotros, porque nada era igual que antes.
La valla metálica se fue amoldando a nuestras espaldas mientras mirábamos los escasos rescoldos que quedaban de uno de los atardeceres más eclipsados que he visto en mi vida, porque la protagonista de ese momento eras tú, y no todos esos destellos rojizos y anaranjados que suavizaban los contornos de el opulento palacio que quedaba a nuestro lado, en el que soñábamos lo que haríamos si viviésemos ahí, las salas que eliminaríamos, las que añadiríamos, las partidas de billar en las que haríamos una y otra vez como que no sabías para que tuviese que ponerme detrás de ti y abrazarte suavemente para enseñarte la pose en la que coger el palo, aunque la partida en el fondo fuese lo de menos.
Mientras dejábamos nuestras piernas colgar al borde de las piedras pulidas y desgastadas por los años, nos confesamos verdades que ambos creíamos saber, sin tener del todo claro cuánto queríamos saber en realidad.
Recuerdo que el jardín quedó casi para nosotros solos cuando te decidiste a meter tu mano en tu bolso y sacar de él una cajetilla de Marlboro de la que sacaste, casi sin preguntar, dos cigarros, dando por sentado que yo quería o necesitaba matarme un poco más por dentro, tal vez por tu culpa o gracias a ti.
Mientras el fuego se amoldaba al escaso espacio en que le recluíamos en la punta de esos malditos cilindros de tabaco, imaginé ser yo el cigarro que se posase en tus labios, ser yo el que te dejase mi aliento en el tuyo.
Y dejamos escapar unos segundos que parecieron del paraíso, mientras el humo se esforzaba en seguir su trayectoria natural hacia el cielo.
Seguí cometiendo errores casi hasta el final de mi cigarro, diciendo tonterías, contándote todo eso que no debería, pero quería que supieses, tal vez porque te quiero, tal vez porque no soy capaz aún de engañarme lo suficiente como para pensar que no es cierto.
Y recuerdo que me miraste, casi como tratando de ocultar algo y me dijiste:
-Te sienta bien fumar, entre la pose y el cigarro...

-No es cierto, -respondí- lo que me sienta bien es estar contigo.

1 comment: