Sunday, November 25, 2012

Muros

Esta mañana me he despertado pensando en qué hice y qué no hice, qué debería y qué no debería haber hecho. Y con ganas de cambiar, pero no sé el qué, no sé cómo.
Quizá el mundo o quizá sólo la forma de verlo. Mi forma de aprovechar el tiempo que es cuando menos, pobre. 
Posiblemente, lo que quiero es saltar, escalar esos muros que me separan de ti.
Y si se pasan de altos, habrá que romperlos, que no sé cuántos martillazos harán falta, pero tampoco tengo prisa.
Si tú estás al otro lado, no hay muro que valga.

Thursday, October 25, 2012

Los días que no llueve

El silencio que la precede cuando llega, de apenas un suspiro de duración, siempre se eterniza entre mis dedos al escribir. Siempre llega casi tarde, o se marcha casi demasiado pronto, sin dar tiempo a hacer un triángulo amoroso con la inspiración, absorbiendo toda la capacidad de atención que tiene mi pluma, que en realidad no es tal, sino un teclado. 
Como por darme un capricho, el cielo se despeja, los rayos bailan sobre su pelo, susurrando que los escriba, que ahí están, existiendo quizá sólo para mí, sólo para acabar en algún papel de mi escritorio, de mi pequeño caos personal. Seguramente sea involuntario, pero ella se gira y me mira durante un segundo, que podría ser eterno y aún así demasiado breve. 
Los Otros se la lleven, me digo, me dice mi escasa capacidad de escribir. No es más que otro capricho de esos de verano, aunque estemos a Octubre. 
Si al menos el agua cayese del cielo en un triste intento de ocultar mis lágrimas, no me daría vergüenza haber vuelto a mirar atrás, no me habría sentido tan profundamente idiota, tan echado a perder. No por haber tropezado, no una, si no dos veces. No, echado a perder por cogerle cariño a la piedra que me ha tirado al suelo y me ha llenado de barro. 
La misma piedra que ahora me mira, la miro. La que querría imaginar rodando la ladera de una montaña, como esas que tirábamos desde los acantilados en el corto verano que compartimos, donde nuestros caminos se chocaron, más que cruzaron. 
Me doy cuenta de que las piedras, por bonitas que sean, por increíbles que resulten, por maravillosas que sean sus propiedades, siempre serán piedras, que están ahí, que quizá puedas agarrar con las manos, quizá puedas conservar un tiempo al andar, como el lastre más agradable que se pueda llevar, pero no dejaran de ser algo con lo que tropezar. Y miro al cielo, el sol brilla.
He dado muchas vueltas si me he tropezado tantas veces con esta asquerosa piedra tirada aquí en medio, y no todos los días hace este sol tan espléndido, así que voy a empezar a caminar recto, que la piedra se quede por el camino.
Que le jodan pero bien, voy a empezar a aprovechar los días que no llueve.

Tuesday, September 25, 2012

Quería decir

Que todo estaba bien, aunque fuera para engañarme a mí mismo, pero creo que sigo siendo tan estúpido como para que hasta yo mismo me cazo al mentirme.
Caer en la misma piedra una y otra y otra vez, aunque cada vez esté en un sitio distinto del camino.
Debe ser que no entendí nada de nada.
Que sólo fui susurros.

Thursday, August 30, 2012

Seguramente tú

Seguramente,
con toda certeza, de hecho
no tenga claro por qué,
ni cómo
ni cuándo
ni dónde

pero sé,
con toda certeza, de hecho
que algún día
pronto
o tarde
o nunca

me preguntarás,
que qué me pasa
y yo podré decir
seguramente, tú.

Monday, August 20, 2012

Ella y las palabras

No eran especialmente amigas, al menos en cuanto había que dirigirlas, pero no importaba, porque las palabras lo bueno que tiene es que viajan solas. Y las dejaba, flotando en el ambiente, entre el humo del tabaco recuperado y usado demasiadas veces.
Y en algún sitio de la bruma que soltaba ella, se abría el telón de su boca que sugería un beso, mientras proponía una barrera.
Y así fue que él, que sólo sabía recopilar frases, crear metáforas y escribir imposibles, creyó que la realidad sólo era imaginarlos verdaderos, ahogándose en el humo mientras trataba de llegar a un destino que no tenía claro si estar o irse.

Saturday, August 18, 2012

Tiempo de amapolas

De despedidas
y lágrimas rojas,
como el amanecer,
cuando se resiste a salir,
aunque sea por demostrar
que después la luz llega
más intensa aún.

Monday, August 13, 2012

Del siglo XXI al XVIII

Si ha de ser
que sea
donde sea menester
como usted vea

si acaso era respuesta
como si esto de una encuesta
burdamente se tratase
quizá no sea este el envase
en el que decir tales frases
no sea usted que se propase
o que yo no la comprenda,
pues visto lo visto
que no suelta prenda
diré, que yo insisto
en quererme y quererla
pero es que este cristo
y por ende a su menda
por si aún no lo he dicho
ya no hay quien la entienda

Saturday, August 11, 2012

Cada cosa en su sitio y cada sitio con su cosa

[Introduzca aquí el poema]
[Y aquí el cuento]
[Quizá aquí debería de haber un punto de inspiración]
[Aquí... introduzca un sueño]
[Aquí, un poquito de amor]
[Y ya sólo queda imaginar]
[Imagine las cosas en su lugar]
[A ella]
[A él]
[El silencio]
[Un latido]
[Dos]
[Ninguno]

Sunday, July 29, 2012

No quiero

Que no, que no quiero más tonterías, ni más pensamientos perdidos, ni más sonrisas oxidadas, ni saltos al vacío llevados a cabo por mi ánimo. No quiero más besos callados, más versos en tus fotos, ni oportunidades falsas.
Si sabes leer pensarás que qué me pasa y no habrá respuesta que te valga, no habrá llaves que abran la puerta tras la que está lo que no quieres oír pero quieres saber.
Yo también me pregunto que qué me pasa, pero la pregunta dura muy poco en el aire.
Me pasas tú.
Pero no quiero más lágrimas haciendo la maratón por mis mejillas por tu culpa, no quiero seguir viéndote al cerrar los ojos, ni saboreandote en cada uno de los labios que me besan.
No quiero seguir siendo tu pez en el anzuelo, lo siento.
No quiero nada.
Excepto a ti.

Thursday, July 26, 2012

Y cierra

Cómete las llaves
dime adiós
sin más
sin besos,
sin promesas
sin sonrisas
ni lágrimas.
Y cierra la puerta
que aquí fuera yo
estoy de tormenta

Sunday, July 1, 2012

Llamada a la felicidad

¿Hola?¿Cómo estás? Si, ya ves, cuánto tiempo, si, si. No si te llamaba para ver cómo te iba la vida, qué tal te trata el mundo, si sigues haciéndote de rogar para aparecer por estos lares. Hombre, la verdad es que sí, que yo también he andado un tanto desaparecido estos días, pero deberías de saber que no he dejado de buscarte. No, qué tontería, cómo iba a olvidarme de ti. Sabes que si escribo es porque trato de encontrarte entre las líneas esas que ocupan mi imaginación, no porque prefiera hacer otras cosas antes que estar contigo. No, no, a ver, quiero decir... Oye, mira, lo único que quería era saber que sigues tan interesada en mí como yo en ti, no sé, llámame idiota, pero me gusta jugar las cartas a lo loco, por eso te dije que enamorarse de ti es algo que me tenía que ocurrir. A ver preciosa, que yo quería tener tiempo para mí para poder utilizarlo para estar contigo y de repente, zas, desapareces, como siempre. Bueno muñeca, no te preocupes, sabes que estoy ahí, que no quería sonar borde, perdona, de verdad... No, no voy ahora mismo, no llores, mira, creo que podríamos encontrarnos en el cine, nos echamos unos tiros a un canuto antes y así vamos contentillos a ver la peli ¿Qué te parece? Que sí, claro que voy a ir, sólo faltas tú en el plan. Bueno, vale vale, te espero en la puerta. Si, yo también te quiero. Pues claro que si, claro que sigo queriendo verte. Bueno, qué pregunta, hija, lo que quiero es estar contigo, aunque no pueda verte... Anda, que ahora nos vemos ¿vale? Te quiero.

Sunday, June 10, 2012

Versos que se escriben en silencio

Hay bocas que callan cuando quieren hablar, que no dicen porque no saben, que susurran besos al oído de alguien que no sabe escucharles. Hay labios que dibujan esas bocas en busca de otros que correspondan, en busca de dos palabras mágicas que quieran dar la vuelta al mundo, de seis palabras que resultaron tan obvias en su momento que quedaron olvidadas tras la puerta.
Hay segundos de respiro por cada palabra que una de esas bocas diga, por cada verso que escriba en una mueca, por cada vez que se muerde un labio, que se apaga una estrella, que pidieron que vuelva a pasar por la puerta de tus sueños, a agolparse en tus pesadillas tendiendo la mano para sacarte de ellas.
En esos labios queda escondida la felicidad más fugaz que se conoce, la más intensa. En un beso sobre la pierna izquierda en una noche fría, bajo un abrazo cálido, se pide una revancha, se pide un tiempo de esperar, de esperar a no sé el qué, a no sé quién, a no sé cuándo.
Dibújame en tus labios que me quieres, te dibujaré una sonrisa en los míos, te diré que te hice un poema, que te lo escribí tus sueños y que lo plasmé en tu cuello.
Si tuviera que conocerte, serías la perfecta desconocida, enigmática, diferente de cuanto conozco.
Si tuviera que enamorarte, te diría que escapásemos del mundo, con la luna por testigo y que abandones este mundo, yo te sigo allá donde vayas, allá donde me lleves.
Lo sentimientos no se niegan ni se regalan, se asumen, como los versos en silencio.

Tuesday, June 5, 2012

Vestido de ángel

-Nenita, venga, que vamos a llegar tarde.
-Jo papá, pero es que no quiero. ¿Es necesario ir?
-¿Otra vez con esas? Mira que te castigo al final, ¿Eh?
-Ay papá, que es que no me gusta este vestido.
-Pero nenita, si es el que te compró mamá el otro día antes de irse.
-Ya papi, pero es que es incómodo.
-No te preocupes nenita, ya verás como no te molesta tanto en cuanto te esté dando el aire en la cara. Venga, hombre, termina de ponerte los zapatos.
-Joe, pues no quiero irme, papá.
-Ya lo sé nenita, ya lo sé, pero ya hemos quedado con mamá y se va a enfadar si llegamos tarde.
-Papá, ¿Me atas los cordones? Es que no puedo.
-Claro que si nenita, a ver, levanta un poco el pie.
-Papá, ¿Dónde hemos quedado con mamá?
-Bueno, pues ahí abajo, aunque la abuela dice que es mejor decir que hemos quedado arriba.
-Papá, no lo entiendo, a la abuela no le gustaba mamá.
-Ya hija, ya, pero hay veces que las personas mayores como la abuela, pues chochean, se les va un poquito la cabeza... Tú no te preocupes por lo que diga la abuela, ¿Vale?
-Vale papi. Gracias por atarme los cordones.
-De nada nenita. ¿Ya estás lista? ¿Está todo?
-Creo que sí. Me has dicho que no tengo que llevar nada.
-Ah, no, no te preocupes, no vamos a necesitar nada, creo que invita mamá.
-Pero papá...
-Dime nenita.
-¿Por qué has quitado las cortinas del salón?
-Porque no me gustaron nunca, y aprovechando que mamá se ha ido había pensado en comprar unas nuevas, pero no he tenido tiempo.
-Jo, pues a mí me gustaban.
-Bueno, pues te las regalo, no te preocupes. A ver nenita, vale, a la de tres salimos corriendo y saltamos, ¿vale?
-¿Es una carrera?
-Más o menos, pero esta vez tienes que ganarme si o sí, porque si no, no hay postre ni cena ni nada.
-Vale.
-Venga nenita, una, dos...

Y descubrieron que los trajes de ángel que mamá había preparado no les hacían volar.

Thursday, May 10, 2012

Soñar, beber, escribir

Uno de cada conjugación,
uno de cada de mis favoritos,
uno de cada de hoy
uno de cada mañana

Soñar con vivir
y vivir soñando
que la tierra es muy grande
y yo muy pequeño,
tus ojos muy listos
mi boca muy tuya

Beber por soñar,
si falta algo que me diga
Dime, suéltame, háblame
Y mis dedos no son torpes
al menos en estos lares
menos al acariciarte

Escribir, al menos
por supervivencia
en cada sueño
en cada trago
por cada una
de todas tus miradas

Thursday, May 3, 2012

Subía la calle

Subía la calle para poder bajar, para poder pasar por delante de su ventana cada mañana, con la excusa de lo que fuese, de sacar la basura con el cubo vacío, de sacar al perro que no tenía... El caso era poder tener un par de segundos al día en los que cruzar los dedos porque ella estuviera en su ventana, vistiéndose, mirando al infinito, fumando a escondidas...
Era de esas mujeres imposibles de encontrar, pensaba él, cada vez más convencido de que se la inventaba, de que no era real, quizá porque aparecía una de cada cinco veces que él pasaba.
Nunca tuvo la certeza ni la idea de que ella supiera de sus paseos frente a su ventana, ni supo jamás si ella le había mirado a él siquiera con una pizca de la intensidad que él lo hacía.
Sencillamente, él pasaba. Y pasaba, esperando hacerse ver, a veces con una mujer bajo el brazo, como para darle envidia a alguien que quizá no existiese.
Él tuvo la loca idea de que si la escribía cartas, como un admirador secreto, quizá ella se enamorase de él, sin saber quién era, quizá se enamorase de sus palabras, como si el amor entrase por el buzón y no por la piel.
Pero tampoco era precisamente un experto en amor, así que no sabía de semejantes minucias, ni de sutilezas en lo que enamorar a una mujer se refiere. Estaba convencido de que el hecho de recibir cartas anónimas era suficiente.
Claro, que él no sabía si ella las leía o las tiraba, quizá las usase como papel en sucio, por no darle utilidades más obscenas y degradantes hacia los sentimientos de él.
Todas las cartas las terminaba con una idea de cómo encontrarse, un lugar, una hora y la frase: "Me pregunto quién será el que decida... Seguramente tú"
Por supuesto, los lugares eran imposibles de alcanzar para ambos, pero poco a poco eran más cercanos geográficamente, cada vez estaba más convencido de que ella un día aparecería en alguno de ellos a la hora indicada. Él nunca acudía, nunca estaba, no podía evitar querer generar esa tensión.
El último día, escribió una hora cualquiera de la tarde y la puerta de la casa de ella, el lugar más cercano posible.
Y allí estaba él, cinco minutos antes de lo debido, ignorando que detrás de la puerta la muchacha daba vueltas y vueltas tras la puerta, deseando que el tiempo pasase más rápido para poder abrirla y verle, a quien quiera que fuese que había sido capaz de llegarle tan profundo.
Y pasó lo que tenía que pasar.
Tras un beso, una sonrisa y una charla interminable, se dieron cuenta de que el sol se despedía de ellos, que sí, se alegraba por semejante historia, recién sacada de una imaginación desaforada y descontrolada, pero no se iba a quedar allí mirando para siempre y no lo hizo.
El sol enrojeció el cielo, que como cada atardecer tomaba ese color, como enfurecido porque el astro rey le abandonase.
Y ella se despidió con un "hasta mañana, mi poeta de la prosa" y él con un "Te quiero".
Mientras él retrocedía en dirección a su casa, ella empujó suavemente la puerta, pero la dejó abierta. Él, que no podía evitar darse cuenta, se acercó y la cerró, sin hacer ruido, sin que se notase.
Y todo volvió a la normalidad. Las cartas dejaron de aparecer, ella no volvió a abrir esa puerta y dejó de salir a la ventana. Él dejó de subir la calle y los días comenzaron a hacerse verano.
Y ella le escribió cartas, pero él, dándose por aludido, sólo quería decir "vuelve a abrir la puerta" pero esta vez él cerró la suya.
"Aquí no ha pasado nada" pensó él. Y con el sonido de la guitarra de fondo, unos versos rotos sobre la mesa y un susurro de buenas noches al oído, él durmió, sin volver a saber de ella, sin saber si ella le hablaba a él cuando volvió a salir a la ventana a suspirar para todo el mundo y para nadie.
Para nadie, es decir, para él.

(Ayer leí una frase que me inspiró la historia: "¿Y si no somos nada? Escuché por ahí que dura para siempre")

Saturday, April 28, 2012

Olvidar

Y dar la vuelta,
a las sábanas mojadas
con la manta pegada,
abrir la puerta
saludar, sonrisas
un beso
y olvidar,
olvidar el mundo

Monday, April 16, 2012

Era una locura, vaya.

Resulta que era la mujer perfecta, pero ella nunca lo tenía del todo claro. No sabía por qué, pero cuando alguien se lo susurraba al oído, no se lo creía, Me estarán mintiendo, Pensaba, pero claro, a ver para qué van a mentirle a una mujer perfecta, si ella sabría que era mentira, que para eso era perfecta. Y nadie se daba cuenta de que parte de su perfección era precisamente no saber que lo era, qué gracia va a tener ser perfecta, por dios. Pero algo tenía que tener para ser capaz de enamorar y de demostrar que alguien podía ser buena o mala persona sólo por ella, porque le había prometido un beso caliente en una tarde de Abril, más bien tirando a noche de olvidos y locuras casi involuntarias, porque había prometido involuntariamente espantar el frío que les asaltaba y el aire que él iba a tratar de respirar después de cada beso con sabor a problemas. Problemas de los que dicen, Hola soy la mujer que dicen que es perfecta pero que no se cree serlo, a lo mejor es porque lo soy y eso me hace incapaz de admitirlo, Problemas que irrumpen entre las sábanas cuando uno se va a dormir sin el calor de ella calentando el colchón y espantando pesadillas, que irrumpen cuando el frío de no tener noticias de ella era palpable en el ambiente y uno necesita abrigarse incluso estando a unos pocos centímetros de la hoguera, aún estando a escasas horas de la llama de la alegría que ella había encendido en medio del campo de desolación de dar la vuelta a la vida que había provocado un chantaje tan tonto como Te pago con un beso si te das prisa, Y unos pies que querrían volar sólo un poco más rápido sobre el suelo, unas piernas que quieren ser como las de Usain Bolt, una calle que parece entera cuesta abajo, quizá porque lo sea, unos ojos iluminados porque ya han visto beber varias copas, porque son conscientes de que verán esos labios acercarse a unos que quedan más cerca, porque van a ver unas manos que agarren el cuerpo que tantas y tantas veces han tenido que imaginar tener en la retina.
Curiosas pasadas que juega la memoria, que a veces nos hace ver frente a nosotros las cosas que no existen, que no están presentes, pero que no parecen estar en ningún otro lugar, que nos parecen una especie de presencia etérea, inexistente, pero absolutamente innegable. Que en una de estas decide alguna parte del cerebro que merece la pena volver a soñar con ella, con ese beso que se robaron mutuamente, con el momento que tanto tiempo había esperado, soñar con la conversación más intensa que había salido de unos labios en medio de Gran Vía, Te quiero, no debería haber tardado tanto en decirlo, Te quiero yo también, Prométeme quererme, Prometo quererte si prometes no olvidarme, Un beso que corta las palabras, una escena digna de una novela y sólo dos personas que sean capaces de entender toda una locura como esta, una escena escrita con demasiada frialdad si se compara con el momento, con demasiado calor si se compara el ambiente, con demasiado de Te echo de menos, de Quiero verte.
Era una locura, vaya.

Saturday, April 14, 2012

Historia de cómo perder un nombre


Verá usted, hay noches de agosto, que como son muy cortas, hay que hacerlas muy intensas, porque no tenemos tiempo que perder, antes de que el sol inquisidor llegue y nos tengamos que refugiar en una sombra para poder vivir. Una noche cualquiera de cualquier año, cualquier persona puede abrir una botella, reír de felicidad, bailar alrededor de un fuego en medio de la nada, desnudarse, hacer el amor con una desconocida y decirle Muñeca me gustas, me gustan tus curvas y me gusta tu sabor a Ron, tu olor a sudor y folles con desconocidos hasta que una noche se confunde con la siguiente y las horas de sol parecen haberse olvidado de salir de la casa de las estrellas.
Y cuando pasas varias noches seguidas así, alguna la tienes que pasar solo y no tienes nadie a quién hacerle el amor, nadie con quien reír, nadie a quien decirle, mi nombre es Perdedor, no he ganado nada más que kilos y años en mi vida y ni siquiera eso, nadie que baile contigo, nadie que encienda el fuego cuando tú te caes rendido, así que hablas con las botellas, como los astrónomos hablan con las estrellas, pero con más intimidad. Entonces te das cuenta de que también las noches pasan una detrás de otra cuando estás solo, que no eres nadie para le mundo y no va a dejar de girar por ti, así que le das otro trago a la botella y le dices Tú si que me quieres verdad cariño, y vuelves a mojar tus labios de ron, tus pulmones de tabaco, vuelves a toser, y ves a tu mejor amigo reflejado en el fondo de la botella. Y claro es de mala educación no presentarse, así que le dices tu nombre, Hola me llamo Perdedor, y de repente te das cuenta de que el que realmente se llama así es el del fondo de la botella, de una botella que sabe robar nombres pero no sabe devolverlos, porque esa botella huele a desesperación y a soledad, a sábados lluviosos y a espuma de cerveza seca. Así que te das cuenta de que no tienes nombre. Y como no tienes nombre, puedes hacer lo que quieras, porque no eres nadie, así que robas más ron, para que el del fondo de la botella te diga como se llama y así quedarte con su nombre.
Hasta que despiertas en un hospital, lleno de sangre y cicatrices y te das cuenta del desecho que eres y no sabes cómo has acabado ahí, ni cómo volver, ni cómo te llamas y nadie sabe quién eres, así que te echan a la calle con un adiós frío, dejando atrás el olor a vendas, a frío, a ayuda.
Y huyes.
Y así acabas en un bar encontrando tu nuevo nombre, sonriendo a alguien que no conoces y contando cómo perdiste tu vida y tu nombre.

Friday, April 13, 2012

Despertarse

La tarde se estremeció en un escalofrío y el tiempo se detuvo a medio susurro. Un mensaje en el móvil indicaba el fin del mundo racional, que trataba de dar paso de alguna forma lógica al caos que se avecinaba, sin que nadie supiera cómo interrumpirlo. La tensión del ambiente en cualquier sitio del mundo, desapareció por menos de un segundo, mientras un corazón se olvidaba de que el cuerpo que lo alojaba necesitaba de sus latidos para seguir con vida, para mantenerlos a ambos en el mundo que se había olvidado de existir.
Las promesas se olvidaron de ser, las ideas se olvidaron de imaginar, los perros de ladrar, las palomas de volar y el cuerpo que alojaba el corazón... se olvidó de todo por un segundo.
Por un segundo, quizá menos, el mundo pareció desaparecer de entre ellos dos y ese cuerpo se sintió completamente feliz, aunque no tuviese nada, ni una promesa, ni una certeza, ni un hecho, poco más que una sugerencia, que proponían ser feliz durante las horas que dure una noche.
Dormir y dormir era lo único que el corazón pretendía, desatendiendo a los deseos del cuerpo, que pedía más y más, pero se dejaba convencer sin razón alguna por el corazón que latía en él. La razón se olvidó de dar razones y dejó el mandato al corazón, le dio la razón a ella, que sin darse cuenta propuso realizar un sueño involuntario, que dio las pautas para las ensoñaciones oníricas de los próximos días.
Los dedos del cuerpo que alojaban el corazón se volcaron sobre un teclado y no supieron muy bien cómo reaccionar, bailaron solos, se dejaron llevar por el susurro de las teclas chocando con las yemas, con los sentimientos chocando con las palabras en la interminable lucha de que el corazón fuese capaz de decir lo que sentía, frustrado por ser constantemente incapaz. Y ahí, una sonrisa digital dijo poco más que había soñado con él, no con el cuerpo, sino con él, con todo su ser, en toda su triste complejidad, que sólo ella y pocas personas más habían tenido la capacidad de comprender, porque él había sido capaz de apreciar en esa mirada profunda y densa la capacidad de amar que parecía prohibida para ambos.
Las barreras se olvidaron de tapar por un momento las protecciones que ambos se habían puesto de por medio, aunque no lo pudieran creer ninguno.
Y sus labios se acercaron, poco a poco... Hasta que el sueño acabó.

Se despertó, con la boca abierta, con la respiración agitada, con los brazos abrazando el cuerpo de ella, con sus ojos fijos en su precioso y sedoso pelo, con las piernas enredadas en las suyas, con un beso en los labios, con unas lágrimas al borde de los párpados y un susurro sobre la garganta. La besó susurrándole los buenos días y sintió que ése era el mejor sueño de su vida.
A pesar de el pelo revuelto, del aliento de la mañana, del aspecto desaliñado, del sueño, de los bostezos, de las legañas, de las quejas mañaneras... O mejor dicho, con todo ello, confirmó cuánto la había querido siempre.



Cuando dijiste que querías dormir conmigo.
Y se me paró el corazón.
Aunque sólo fuera eso, dormir.

Veces

Hay veces que me convenzo de que es una tontería seguir pensando en ti, en tus labios, en los susurros que nunca te escuché, en las frases que nunca me dijiste, en todas esas cosas que creí imaginar porque sabía que no eran reales.
Hay veces que me convenzo de que me sensibilizo con el alcohol y te necesito demasiado más de lo que quiero admitir y me doy cuenta de que tengo miedo a salir por la noche y no poder notar tu tacto cerca cuando me he tomado una copa.
Tal vez sea sencillamente que me doy cuenta de que me faltas pero saber que no estás, que se convierte en certeza con dos cervezas, es demasiado para mí.
Me da lástima saber que he estado en el sillón de mi habitación como un cuarto de hora llorando sin saber por qué, escuchando canciones románticas y las dos que compuse en parte pensando en ti, derramando sobre nada en concreto lo poco que me quedaba de integridad moral.
Lo siento, porque sé que también debería haber sido yo el que te hubiese robado un beso en aquel septiembre que me parece tan lejano. Lo siento porque a veces no me parece que esté tanto como me gustaría, porque no sé cómo dejar de ser un desastre contigo, porque a veces no tengo claro qué decirte...
Ahora mismo, me encantaría mirar tus ojos y decirte que te quiero.
Es una de esas veces que te dejas caer sobre el suelo y te parece que el mundo entero debe de estar haciendo lo mismo.
De esas veces que pienso "te echo de menos" y no hace tanto que no te veo.
Veces que sólo te sale decir "te quiero" aunque no sepas a quién.

Sunday, April 8, 2012

Pero me parece que si

Ni siquiera huele a ti
ni es cierto que no pueda respirar
ni siquiera me inundo entre lágrimas
ni es cierto que no tenga latidos dentro
ni siquiera sé que siento
ni es cierto que me sienta morir
ni siquiera sé que hacer
ni es cierto que sea el fin del mundo
Pero me parece que si

Y aquí no ha pasado nada

Las ventanas se abrieron de par en par, las puertas se salieron de sus goznes, las paredes parecieron temblar mientras se volvían transparentes, el mundo que se había creado desaparecía.
Sus ojos paseaban por la estancia mientras un ejército de palabras calladas demasiado tiempo se preparaba, tomaba posiciones y apuntaba sus lanzas a su corazón. Ella no sabía como responder, no sabía qué hacer y parecía haber olvidado incluso cómo respirar.
Las palabras comenzaron a desfilar por cada recoveco libre que lo permitía en las escasas y derruidas defensas que ella se había creado alrededor. Una boca, en una mueca de dolor, aún no sabía cómo decir la única palabra que faltaba en toda la estancia, inundada por sus gritos silenciosos.
Ella ya no se molestaba siquiera en mirar alrededor. Había comenzado a leer y escuchar detenidamente la forma en que las palabras se habían enhebrado entre ellas, cómo habían creado tantas historias imposibles y ya sabía que ese ataque no era algo que se pudiera evitar, que llegaría tarde o temprano.
No supo qué decir, sin recordar que las palabras sólo se pueden atacar con palabras.
Ella comenzó a sentir los primeros pinchazos de las lanzas de las palabras, atravesando sus sentimientos...

Y a esta historia le falta un final, que te pido que le pongas tú. El que más te guste, el que quieras, el que creas que es el mejor. No diré una palabra en contra de lo que decidas.
Diré una última vez que te quiero.

Y aquí no ha pasado nada.

Saturday, April 7, 2012

últimamente lo único que necesito es imaginarte a mi lado

Y mientras las mínimas vibraciones en el aire que componían ese susurro se destrenzaban, la realidad se descosía, dejando al descubierto cada pequeño remiendo de dolorosa certeza existencial que nos habíamos creado para sobrevivir, para soportar el hecho de saber que nos habíamos inventado un mundo en el que pretendíamos estar viviendo.
Y viendo como se deshilachaba el rastro de felicidad que habíamos dejado entre píxeles, bits y sitios virtuales, te diste cuenta un poco sin querer de que un comentario tuyo era una idea mía y una fuente de inspiración suficiente como para remendar el mundo, para dejarte claro que te sigo echando de menos, que te sigo queriendo aunque parezca mentira.
A veces me sorprendo con este tipo de cosas, no sé si por ti, por mí, por la telaraña de sensaciones indistinguibles que tengo en la cabeza o por el mundo que me he inventado para no decir que estoy loco.

Wednesday, March 28, 2012

Imagina que...

Imagina que tengo claro que es lo que siento...
Imagina por un segundo que me atrevo a decirte que seré capaz de desaparecer de este mundo para internarme por las cuevas más oscuras, por los pasajes más remotos y por los callejones más intransitados del tuyo. Suspira pensando en las pisadas de mis pies rompiendo el silencio de tus pensamientos y de todas las imágenes que atraviesan tu mente cuando olvidas que estoy ahí, aunque no físicamente.
¿No notas que cada vez soy un poco más palpable?
Ojalá.
Hoy, justo hoy, siento que mañana, justo mañana, será un día en que volver a leer que hoy, es un día tuyo, porque eres lo único en lo que puedo pensar.
Vamos a hacer como que de verdad creemos en serio que algo o alguien ahí arriba decide por nosotros qué es lo que va a pasar y qué vamos a hacer. Y este sería el momento de pedir el libro de reclamaciones por no dejarnos un poquito más cerca, por no poder estar un centímetro más cerca de tu piel, por no poder besarte cada mínimo milímetro de piel que quede al descubierto cuando te desnudo, tan despacio como soy capaz, como me permite la ansiedad, los nervios y tu mirada.
Porque ambos sabemos que no vas a dejar de mirarme mientras mi aliento y mi pulso se aceleran cada vez más, como cada vez que estamos juntos y te ríes de la facilidad con que me manejas, con la sencillez que siento que eres capaz de manipularme.
Y al abrir los ojos, lo mejor, lo peor, lo único que veo, son tus labios, siempre con un beso dispuesto a ser entregado a alguien que lo merezca, mientras dudo de que yo sea esa persona, mientras busco en tus ojos el mismo sentimiento que creo sentir en los míos sin saber si es cierto. Mientras me veo reflejado tenuemente en lo más profundo de tus pupilas pienso en cada segundo que he sentido que el paraíso se acercaba entre tus labios, que siento lejanos como el sol y por seguir con la misma comparación, igual de cálidos, casi ardientes cuando están demasiado cerca.
Pero demasiado tentadores como para dejarte escapar.
No te debes de imaginar que estoy al borde del llanto al escribir esto pensando en que no sé qué pensar, que no sé qué pensarás cuando lo leas, que me siento tan confuso que ya me parece que la cerveza y el par de chupitos de ron no están distorsionando mi mundo, que de verdad es así...
Daría todo por tener algo en claro y que ese algo fueras tú.
Lo siento, de verdad.
Pero me parece que a veces eres demasiado increíble para ser real y no me termino de creer a mí mismo contigo, de lo que sea, aunque no sepa describirlo.

Dios, ahora mismo mi mente es un torbellino tristemente cargado de nada, de todo y de sentimientos que ni sé describir ni ordenar.

Hay que joderse.

Por favor, no otra vez otro texto que acabe así, que cada vez siento que estoy un poco más harto de la monotonía de mi pésima forma de escribir, de mi incapacidad de mantener la constancia, de no dejar de tener ideas que me parecen cojonudas pero no saber desarrollarlas...
Es posible que sea otra noche más sin tu aliento en el oído diciéndome que me quieres y que no pasa nada, que tú me ayudas y que no haya más noches sin él.
Total, que voy a decir un "buenas noches" por no imaginar que no será de las mejores.
Que por imaginar... imaginaré que sueño.
Por imaginar, que no quede.

Sunday, March 18, 2012

Un beso de buenas noches

Cada vez que se acerca, me palpita cualquier cosa menos el corazón. No tengo claro cómo pero me roba el aliento y los latidos hasta que está lo suficientemente cerca como para que yo los recupere todos juntos.
Su imperturbable sonrisa es capaz de darme la vuelta a las ideas, por increíble que me siga resultando.
A veces pienso que es un tesoro por descubrir que tengo la suerte de haber encontrado y que no quiero mirar demasiado por miedo a que se desgaste o deje de mirarme con los buenos ojos que me ve.
Tengo la sensación de que sabe qué pienso siempre, de que me maneja como si fuera una marioneta barata de la feria, de esas que después tiras preguntando por qué la guardaste tanto tiempo. Pero también puedo leer en su mirada cuando me examina como queriendo recordar cómo soy, aunque ya lo sepa.
Y si por algún casual pierde alguna mínima expresión de alegría, se las ingenia para aparecer como una persona feliz, aunque no tenga por qué serlo.
Es una mujer que siempre tiene un beso en los labios y un te quiero encadenado, un mordisco por ofrecer y uno por recibir, una sonrisa de regalo y una frase para arrancarte otra, un guiño cómplice y unos ojos atentos, muy poca ropa y demasiada para mi gusto...
Es según ella una del montón y según yo, de la parte de arriba del montón, en donde sólo algunas pueden pararse a ver todas las estrellas que nadie más ve. Pero ella eclipsa a todos los astros que pudieran verse en el cielo y no se da cuenta, mientras busca desesperada alguna marca de que no han desaparecido los mapas estelares ni los cuerpos celestes.
Y es una mujer que seguramente no sepa que digo esto por ella, pero se dará por aludida de todas maneras.
Como debería ser, por supuesto.

Repasando apuntes sobre ti, me he dado cuenta de una cosa...

Sigo buscando una cosa, quizá dos...

Un te quiero de tus labios

Y un beso de buenas noches que no quiera darte.

Coherencia.

Estoy sentado, o quizá no, buscando o tratando de perder alguna forma de acordarme de olvidarte, o recordar que estás tan cerca que eres intangible de lejanía.
Creo que quiero acercarme, pero juraría estar dejando libre tu espacio, tal vez será que estoy loco y demasiado cuerdo para admitirlo, pero juraría haberte visto sonriendo mientras llorabas y no haber podido contener la risa que me surgía entre la pena.
Ahora sí, no sé ser coherente.

Ven aquí y hazme inmortal

Mejor si es con un te quiero al oído
un poco de risas y una tarde con cupido
no, no, yo no lo he pedido, 
dije una sugerencia que a ti no se te ha ocurrido,
no es tanto lo que pido,
estar contigo,
un gemido,
una sonrisa, si
casi normal.
Tu ven aquí
y hazme inmortal.

Monday, March 12, 2012

Cóctel de felicidad

Es un cóctel con sabor a piano, un poco de aire de poema y toques de alegría.
Unas hojas de felicidad bien machacadas para que salga el aroma de buen rollo y con sólo un poquito de azúcar, para que no quede empalagoso.
Lo ideal es prepararlo en un ambiente festivo, a ser posible de cumpleaños.
Servir en ambiente cálido y en vasos de besos y abrazos.

Feliz cumpleaños de nuevo. ;)
Te quiero.

Tuesday, February 14, 2012

Carta de romanticismo tardío o felicitación temprana

Querido amor de mi vida:
Sé que esto llegará tarde, como todos los documentos que puedo escribir que están destinados a ser importantes, sobre todo si lo son para mí, o para la persona a la que deben de llegar.
Me he preguntado varios miles de veces cuándo será la próxima vez en que tenga la certeza de que existes y la satisfacción de comprobar que tu piel sigue caliente al tacto cuando la acaricio, que tu cuerpo sigue irradiando esa sensación de calma cuando lo abrazo y aunque sé que esa pregunta es seguramente de las más difíciles de responder de todas las que he escrito o pensado, sé que para cuando ocurra, mis labios seguirán siendo suficientemente arrogantes como para pedirle un beso a los tuyos, seguramente bajo la luz de la luna, como temíamos que nos pasase, bajo ese hechizo que ambos sospechábamos como una cosa certera y absolutamente inevitable si confluíamos bajo el mismo cielo y el mismo brillo en algún momento, impredecible, como cada una de las palabras que nos dedicamos cuando nos queremos decir que nos queremos, como cada segundo que pienso en ti, que acaba por derivar en cualquier otro tema que tenga que ver contigo, que en los últimos años ha acabado por ser prácticamente la totalidad de la existencia que me rodea y me ampara ante la falta de tu calor, la ausencia de noticias tuyas de cerca y el ansia que me corroe a cada minuto por leer algo que sepa que es para mi, aunque cada día me parezca un poquito más imposible que eso ocurra, porque temo que tengas esa capacidad que yo no tengo para olvidarme de que entre nosotros había algo más que un flujo de datos y de píxeles por un ordenador, o dos, o los que sea que haya entre nosotros en cualquier momento.
Posiblemente seas la persona a la que más veces le he dicho que la quiero en mi vida casi desde el día que te conocí, y con certeza casi absoluta eres la persona a la que más veces he llamado amor o la he considerado como tal, aunque fuera de broma algunas veces.
Pero no quería hablar de esto, porque quería que la protagonista de una carta que tú leyeses fuese precisamente tú.
Tú, persistente omnipresente en mis pensamientos, empecinada donde las haya de estar, de seguir ocupando gran parte de mis reflexiones y sobre todo, de mis escritos.
Y que dentro de nada te me haces un año más mayor.
Sinceramente, creo que nada que pudiese decirte ahora mismo fuese suficiente para expresar las ganas que tengo de verte, la necesidad que crece un poquito más en mí de saber de ti cuando veo tu foto, tu nombre en cualquier red social, quizá en un e-mail, en blogger...
Y me temo que olvidé qué canción me recuerda a ti, creo que olvide tu olor, tal vez tu sonrisa cuando me la dedicas, tu mirada de profundidad absoluta y de saber cada uno de mis secretos, tu forma de moverte, un poquito de tu acento... Espero que me regales de nuevo conocer todas esas cosas por este año más en tu vida.
Y espero que sean muchos más, a ser posible conmigo algo más cerca, aunque lo más lejos que quiera estar de ti sea lo que abarca uno de tus abrazos.
¿Qué más decirte que no suene a reutilizado y refrito? ¿Cómo escribirte que te quiero sin sonar a fórmulas preconcebidas ni a ideas ya usadas? ¿Y para qué hacer todo esto sin tener la certeza de que lo leerás como sé que sí que harás con una carta?
Supongo que ya sólo te puedo decir que te quiero, así, sin más, sin adornos innecesarios, sin páginas y páginas de frases que acompañen a esas dos palabras, tan sencillas, tan claras, tan directas y diáfanas como lo que sé que siento por ti aunque a veces no lo admita.
Supongo que esto sería poco como regalo de cumpleaños para alguien tan especial como tú, así que he decidido que tendrás algo más.
Pero que será sorpresa.
Ya llegará, prometo.

                                                                                                             Te quiero,

Nota de suicidio

Llegué a la casa y no pude evitar reparar en que allí, donde normalmente colgaba mi lámpara del salón, aquella que compré en un viaje a Venecia en la isla de Murano, había un bulto que no iluminaba. Es más, parecía absorber la luz y hacer que todo lo que la rodeaba fuese negro como el carbón y oscuro como una mina subterránea que nunca acabase. Ese bulto tenía la forma de un cuerpo que colgaba de una cuerda de escalar, idéntica a la que yo guardaba en mi habitación, aunque fuese para amarrar a alguien a la cama y no al techo. La impresión me impidió reaccionar al principio, pues no podía figurarme qué hacía allí aquello ni cómo podía haber llegado.
Cuando por fin pude caminar hacia la figura inerte, todo mi cuerpo se quedó paralizado, la figura estaba girando y pude distinguir que llevaba mi traje favorito, mi corbata roja, mis zapatos heredados y lo peor de todo... mi cara.
Yo estaba ahí mirándome desde un metro por encima con la mirada perdida que le corresponde a alguien que ya está muerto, con la cara amoratada de no tener aire, lágrimas congeladas sobre las mejillas y un papel agarrado en la mano derecha, que lo agarraba como si fuera el culpable de la situación de mi cuerpo.
Tras la impresión, cuando recuperé la movilidad, lo primero en que pensé fue en el sobre que tenía en la mano. Me encantaba escribirme cartas a mí mismo para no olvidarme nunca de quién quería ser o quién pretendía ser, para no olvidarme de mí mismo en mi eterna búsqueda de acordarme de alguien.
Me senté en el sofá, aún con ese personaje en medio del salón y me puse a leer mi carta, su carta, la carta de quién fuese, en la que reconocí mi caligrafía, fea y desordenada:


Que sea el día que sea, quiero huir, desaparecer, no estar aquí, por demasiado buenos que seáis tantas y tantas veces, por más veces que me demuestren que son mejores de lo que merezco, que soy demasiado poco para lo que una y otra vez me dije que sería, que soy una de esas personas que quiere todo, que quiere ser algo que sabe que no va a llegar a ser, aunque todos parezcáis convencidos de que sí que llegaré a hacer algo de lo que sentirme orgulloso a pesar de que nunca he demostrado nada que diga que eso ocurrirá.
Todos sabemos lo propensa que es la gente como yo a acabar así, porque queremos demasiado, no tenemos nada, no aspiramos más que ser los mejores sin hacer nada por ellos porque no sabemos cómo... 
Si aguanté tanto tiempo era porque había gente al lado que no se merecía tener que dejar de verme, tener que dejar de soportarme tan a gusto como parece que lo hacían, porque creo que merecíais que yo hiciese ese eterno y titánico esfuerzo por seguir con vosotros un día más, cada día.
No sé, ni creo que supiese nunca qué quería hacer, aparte de dejar de depender de vuestras risas, vuestros aplausos, vuestras sonrisas, vuestros cumplidos que nunca me creí. Dejar de depender de ellos, porque alimentarme de la felicidad de los demás es morir de hambre casi cada día un poco más.
Tal vez el problema no fuese ése, y fuese no saber nunca qué quería, a quién amar, de quien enamorarme, quién me amaba y quién no, fuese echarla de menos tantas veces y de más tantas otras, necesitar abrazarla y besarla o necesitarla lejos para no pensar.
Me sigo preguntando si esta carta es necesaria, si es necesario que sea tan ostentoso y tan horriblemente expuesto el hecho de que no lo aguantaba más, con todo y con todos apoyándome.
Siento como si mi cuerpo flotase, tratando de separarse de mí, suponiendo que no fuésemos lo mismo desde siempre. Lo cierto es que se le coge cariño, son muchos años juntos al fin y al cabo, pero a veces lo he detestado, como cuando quería volar y su peso me lo impedía, o cuando quise subir tantas cimas que se resistían al tamaño insignificante de mis brazos y mis piernas.
Odio caer en tópicos, y tú eres el que mejor lo sabes, pero si estás leyendo esto, es porque me has encontrado muerto en el salón o algún policía forense ha olvidado recogerlo de la escena del crimen, si es que acaso lo fue.
Nadie creerá que estoy muerto, mientras tú, querido cuerpo sigues paseándote por ahí, por fin despojada de mí, de lo que te falta de esencia humana. Si hoy sobreviviste en el trabajo nadie se habrá dado cuenta de que te falto y podrás sobrevivir un poco más, si es que quieres aún.
Ha sido mucho trabajo encontrar la forma de hacer que te puedas quedar, pero no seré yo el que te quite el derecho a irte, porque no creo tener ningún derecho de decirte algo así.
No sé si nos volveremos a ver, nadie habla de los cuerpos que se quedan, aunque todos dicen que el alma es inmortal y se va al cielo o al infierno. 
Espero que sea mentira, sobre todo lo de ser inmortal, ya no quiero ir a ningún sitio, estoy cansado de viajar.
No te pido que me entiendas, pero sí que lo soportes, porque posiblemente no te queda otra.
                                                             
                                                                                                       Cuídate, si es que sabes cómo.








A cada línea que leía una lágrima resbalaba por mi mejilla, como sabía que habría ocurrido con mi alma al escribirla.
No sabía qué hacer, ni cómo se entierra un alma, qué hay que hacer para que esté donde merece, en un descanso de paz...
Y me puse a llorar por haber sido un impedimento, me puse a llorar por cada momento que no aprecié tener un alma y me di cuenta de que sin pensar, había cogido un bolígrafo y estaba comenzando a rasgar el papel con él.
Cuando quise leer los trazos, me di cuenta de que éstos me decían:
Aunque no tengas alma, tus lágrimas dicen que sigues teniendo corazón.
Y una sonrisa, rodeada de lágrimas, me inundó la cara según sentía a mi pecho arder y veía cómo el cuerpo que colgaba del salón se hacía cenizas, cayendo suavemente por la habitación, llenándolo todo de fino polvo negro, que yo respiraba sin querer, sin darme cuenta, sin toser.
Me recosté hacia atrás en el sillón y miré hacia el techo que no podía ver por la ceniza del ambiente.
Con un último suspiro, ahora mismo, en la misma postura, me dejo caer, mientras las palabras se deslizan suavemente a través de mí para decir una última:
Adiós






Ah, y sí, feliz San Valentín.

Sunday, February 12, 2012

Surrealismo

Una raya por aquí,
porque esto es arte.

Una por este otro lado
porque la perspectiva es la mía.

Otra... aquí,
paralela a la primera.

Y esta que cierra,
porque me siento preso.

Un círculo aquí,
por los de lectores.

Y otro aquí,
por los viciosos.

Unas curvas por aquí,
porque son necesarias.

Otras a este lado,
para hacer contrapeso.

Y me imagino un cuadro,
de nuestra realidad.
Un cuadro en blanco,
aún por pintar de verdad.

Un cuadro vacío,
sin una cama
sin tu cariño,
y sin pijamas.

El surrealismo,
ahora lo entiendo
es echarte de menos
en nada de tiempo.

Thursday, February 9, 2012

Cosas que sólo pasan en las películas

Aparecieron unas letras flotando en el aire mientras la música se disolvía lentamente en el ambiente.
No soplaba viento y el clima parecía casi artificial de lo perfecto que resultaba a la vista y sobre la piel.
No sabía cómo había llegado allí, pero sabía que tenía una historia de su pasado, algo que hacer en el futuro y unas pautas claras de lo que iba a hacer, aunque fuese a parecer inesperado.
Y de repente, se dio cuenta de que estaba con ella.
Y una explosión, que retumbó todo, destruyendo cuanto existía en derredor y deshaciendo las ideas de futuro y esperanza que él aún conservaba.
Como si fuese un trámite necesario, la imagen se desdobló sobre sí misma y se deformó hasta formarse otra en blanco y negro, sobre una cama, donde él y ella se miraban a la cara con los ojos entrecerrados y con los susurros, gemidos y jadeos de eco aún demasiado presentes sobre los oídos, mientras ella cerraba los ojos y echaba el cuello hacia atrás mientras su garganta formaba un grito mudo que comenzaba a gestarse en sus pulmones.
Él no pudo mantener sus ojos abiertos mientras mordía el cuello de ella y ella se tensaba, girándose hacia él y mordiéndole el hombro a su vez, mientras un último golpe formaba los gemidos sobre la garganta de ella y un último esfuerzo de fuerza de la mandíbula de él, coordinados como las migraciones de los pájaros que surcan el cielo en otoño.
Como si fuese natural, unos sonidos de guitarra de fondo acompañaron el cúmulo de placer en que ambos se habían convertido.
Acababa de comenzar la película y la escena, pero todo volvió a la explosión, donde todo acababa y comenzaron a caer letras que decían nombres, cargos, ayudas, agradecimientos, trabajos...
Y todo acabó de repente, como si hubiese sido demasiado perfecto como para que nadie se diese cuenta de que eso son cosas que sólo pasan en las películas.

Una guitarra para protegerse del frío

Mientras sus dedos se congelaban, recordaba cómo fue acariciar su cuello, sujetar su cuerpo y tocarla, como si fuese el último día, como si fuese el primero, como si ella no notase su habilidad con las manos.
Y rememoró cada momento en que sus dedos consiguieron sacar las mejores melodías de amor que puedan escucharse de lo más profundo de su amante.
Su amante, que nunca le miró si no era para ser tocada, que nunca le exigió nada aparte de cariño y amor, aunque estuviese con otras, que siempre estuvo donde él la había dejado.
Al borde de la congelación del corazón se dio cuenta de que no hacía tanto frío en la calle, ni en sus sentimientos, hacía suficiente calor si estaba con ella.
Y se imaginó que en realidad, sólo la necesitaba a ella, a su guitarra, para protegerse del frío.

Sunday, February 5, 2012

Entre calada y calada

Unas manos se dirigen al tabaco
otro ataque, otro arrebato
unos dedos vacilantes
un mechero que duda
y una llama que anida
sobre un cigarro y una herida.

Y como el humo,
subo por las paredes
y si fumo
es porque me puedes.

Me puedes matar y me vas a quitar la vida
querida,
no sé si soy quién para decir:
"Bah, sólo son tonterías"
Fingiré la despedida.

Fingiré que no me importa...
y no será tan malo.
Y fumo por no tener
tu olor entre las manos.

Pero sólo por ser tú.

Mientras miro tus ojos azules, me imagino en lo profundo que debe de ser caer en el cielo que se deja de adivinar en ellos cuando los cierras para dejar de mirarme.
Sueles hacerlo cuando te digo que te quiero, o cuando te miro fijamente, como queriendo decirte tantas y tantas cosas que prefieres adivinar, aunque te guste oírlas salir de mis labios, que miras cuando hablo como si revelasen la verdad más absoluta que haya por ver.
Cuando te desvisto con la mirada, giras la cabeza, dejando que tus rizos tapen tu cara, mientras la pálida piel de tus hombros sale a la luz durante un par de segundos, dejando que una mirada mía los acaricie como si fuese el último momento en que vaya a poder hacerlo.
Si te agarro la mano, me devuelves un apretón de complicidad, presionando mis dedos un por uno, con tus finísimos dedos de pianista en ciernes sin conocimiento alguno sobre música, aparte de tu capacidad de cantarme una nana mientras mantienes mi mirada, con el verde de tus ojos estrellándose contra mi imaginación de libertad en ellos.
Dejando resbalar mis manos por tu espalda, tratando de cartografiar cada milímetro de tu piel morena, cada músculo que tensarás cuando acabemos tumbados otra vez sobre un colchón, cada vez uno diferente, como cada gemido que harás que me estremezca.
Cada vez que quiero besar tu cuello, delgado y alto, como el de un cisne que quisiera tocar el cielo, me encuentro perdido entre la inmensidad de la fuerza de tu respiración, terriblemente cerca de mi oído, demasiado fuerte como para decir que no estás comenzando a tensarte.
Según me empujas hacia la cama, siento cómo caigo y me dejo caer, mareado por tener cada gramo de mi carne pendiente de tu cuerpo al que le sobra toda esa ropa que tan bien te disimulaba el cuerpo, que acabas de empezar a dejar descubrir, aunque no te guste que te lo mire si salimos de la cama.
Noto tu pelo liso cayendo sobre mi cara mientras me muerdes el cuello, me besas y me dejo elevar un poco más cerca del infinito mientras me olvido de que existimos en este mundo y no en otro diferente.
Según me empiezas a robar la ropa para tirarla al suelo noto como me tiemblan las piernas casi tanto como a ti los brazos, que empiezas a no poder controlar conscientemente.
Me arañas la espalda, con tus uñas casi tan largas como la duración de un orgasmo que parece no querer acabar mientras mi peso siga cayendo sobre el tuyo o al revés.
Cierras tus ojos, oscuros como pozos que llevan al infinito, cerrando las puertas del paraíso a todos los mortales que no pudieron mirar a tiempo en la profundidad de una mirada tuya, que me hace viajar hasta la otra punta del mundo con cada respiración agitada que me haces al oído.
Todos los lunares sobre tu piel parecen estar reclamando que los bese cuando sueltas un gemido que no sabes acabar, o que no te dejo callar.
Rompiendo la monotonía, siento como tu cuello, casi tan grueso como el mío se tensa hacia mí, mordiéndome la oreja y tirando hacia ti, reclamando que te bese, que muerda tus labios, delgados como una línea que define lo que es amistad y lo que es amor.
Agarras las sábanas, la cama, mi espalda, lo que sea que te permita no huir de este mundo y te mantenga en él mientras viajas y desapareces de todo lo que nos rodea, sincronizando un segundo de perfección en nuestras vidas.
Las ondulaciones de tu pelo están enredadas, descolocadas de golpearse contra la almohada y el colchón, de no saber cómo ordenarse para no parecer tan caóticos.
Y me miras con tus ojos de color miel, como diciéndome que querrías pasar así una tarde y otra conmigo, o tumbados sobre el sillón rojo de mi sótano, mientras te acaricio la espalda y te beso el cuello.
Y mientras lo hago, me sorprendo de el perfecto color de tu espalda, demasiado claro para llamarse moreno y demasiado oscuro para ser pálido, que no puedo dejar de querer acariciar como si fuese a escapar.
Me acaricias el pecho, mientras me miras y me besas con tus labios carnosos, como si pudiesen comerse el mundo o mis ganas de seguir en él.
No puedo resistir estar en perfecta sintonía contigo, en sentir que he tenido demasiada suerte en acertar al tratar de seducirte como para que de verdad hayas caído en las redes de mi estupidez.
Y tu larguísimo pelo me confunde, me dice que no eres tú, que no soy yo, que esto es todo mentira, porque no puede ser tan bueno y ser real, al menos no tanto tiempo.
Me acaricias con los dedos el cuello, mientras noto que tienes la piel gastada en las yemas de haberte mordido las uñas demasiado, de haberte puesto nerviosa tantas veces.
Y me sorprendo al abrir los ojos y descubrir que no te pareces en nada a ti.
Que respiras calma hasta que te muerden el cuello y que no te puedo tocar la pierna sin ver en tus ojos un atisbo de nerviosismo.
Te miro y recuerdo que ibas vestida enseñando casi demasiado, pero lo justo para que quisiese quitarte todo a mordiscos, o intentarlo, aunque mi éxito sea previsiblemente bajo.
Si no sé qué quiero, me lo aclaras con un simple "fóllame" eliminando toda posible duda al respecto.
Y me descubro pensando que es justo lo que quiero.

Pero sólo por ser tú.

La gente normal es muy rara.

Para Irene Castillo, que seguramente me dio la mejor idea para hacer algo que quería hacer desde la otra punta del mundo.
Gracias por no ser normal.

La niña de pelo rubio se asusta cuando mira por encima del hombro y ese señor sigue ahí, mirándola, mientras rebusca entre sus recuerdos caídos por el suelo y la basura algo de comer o de roer para imaginarse que está caliente y llena el estómago. No recuerda cuándo se lavó por última vez y no sabe lo que son zapatos. No está segura de seguir sabiendo hablar. Hace tiempo que no se acerca a nadie, porque nadie le deja, y si le dejan es para hacerle daño. Y la basura del suelo parece muy vacía cuando eso pasa.

La basura del suelo sólo sabe oler mal sin querer, mientras se deshace y se pudre, despacio como la sensación de vacío que se crece cuando falta alguien que ha roto un poquito el corazón para hacerse un hueco dentro. Sólo sabe ocupar el suelo y remolonear para dejarse arrancar un poco las entrañas y darle algo que se parezca a alimento a la niña de pelo rubio. Sólo sabe manchar la suela de los zapatos del señor.

Los zapatos del señor quieren taparle de todo lo que hay fuera. Pero no pueden, porque el olor de la suciedad, del hambre y del dolor atraviesan cualquier cosa que se ponga en medio cuando hay alguien dispuesto a quejarse de que sea así. Y hay unos calcetines bajo los zapatos que se niegan a callar su indignación y cantan como los artistas de ópera.

Los calcetines aprietan mucho, pero no se atreven a hacer daño por miedo a acabar al fondo del cajón, el peor sitio al que se puede enviar un regalo cariñoso pero poco acertado o los restos de los sueños rotos que creemos poder recomponer, como si fueran tan sencillos como un puzzle. Están casi de adorno, pero no se ven cuando es de noche y fuera no hay luces.

Las luces tintinean. Se quieren hacer oír sin hacer ruido, pero el parpadeo indeciso de las luces sobre la calzada y sobre el pelo de la niña rubia y de la calva del señor son poco perturbadoras comparadas con la fuerza con que parece brillar el pelo de la niña de pelo rubio, a la que está rodeando un gato que parece querer acariciarla.

El gato no puede para de mirar a la niña, que está toqueteando una raspa a medio comer de un pescado que ha visto mejores días. No puede evitar restregarse sobre la piel que debería ser inocente, pero cuya infancia murió cuando debería estar empezando y sentir en cada poro un poquito de la soledad que emana esta niña rubia que no come por darle la raspa al gato, que ahora mira el brillo sobre la calva del señor que mira a la niña de pelo rubio.

La calva de el señor que mira a la niña de pelo rubio ha brillado porque ha dejado de mirar a la niña de pelo rubio. No le gusta el gato que se va a comer la raspa que le ha dado la niña de pelo rubio. No le gustan los gatos y le asusta cuando bufan, porque mueven el aire de una forma extraña.

El aire entre el hombre calvo que mira a la niña de pelo rubio y el gato que se está comiendo la raspa de pescado que ha encontrado la niña de pelo rubio en la basura está viciado. El olor del miedo está empezando a dejar que se mueva demasiado poco. Y el olor de la basura ataca los resquicios respirables del aire que está entre el gato y el hombre calvo que mira a la niña de pelo rubio que le ha dado de comer a un gato que ahora mira al señor calvo.

El señor calvo aún no ha hecho nada, pero sabe que va a equivocarse cuando lo haga, porque la niña de pelo rubio le ha mirado con la mirada del que ha huido del campo de batalla para no volver a pisar uno. Y puede notar el miedo de la niña de pelo rubio que está asustada, por eso no sabe si hablarle.

La niña de pelo rubio que a pesar de estar asustada ha dado de comer a un gato que ahora mira la calva del hombre calvo que mira a la niña rubia porque quiere hablarle pero siente el miedo de la niña de pelo rubio ha mirado al hombre calvo que mira a la niña de pelo rubio.
Se ha cansado de rodeos y no decir nada, pero no tiene las palabras, porque si las tuviese diría "Quiero irme"
Y entonces, la pregunta que originan los labios que están en la cara del hombre calvo que mira a la niña de pelo rubio que ha dado de comer al gato que se ha comido una raspa de pescado porque miraba a la niña rubia y ahora mira la calva de el hombre calvo, llega al mundo: "¿Por qué no quieres ir con otros niños a un sitio donde curarte? Podrías estar con gente normal."

La niña de pelo rubio que tiene miedo pero da de comer a un gato si le mira, aunque la mirada del hombre calvo y el reflejo de la calva del hombre calvo que mira a la niña de pelo rubio y observa al gato que acaba de comerse el pescado que ha salido de la basura del suelo que huele mal donde pisan los zapatos del hombre calvo... Sabe la respuesta.
Pero todas las demás niñas de pelo rubio, las que tienen miedo, las que no, las que han dado de comer al gato, las que rebuscan en la basura, las que miran al hombre calvo, las que respiran un aire sucio no saben responder, no saben querer responder.

Porque el miedo que tienen es la respuesta a cualquier pregunta que se pueda hacer, mientras la mirada del hombre calvo atraviesa poco a poco la piel de la espalda que la niña rubia acaba de ofrecerle como visión al hombre calvo.

La visión del hombre calvo vuelve a estar entretenida entre los pequeños espasmos de frío que tiene la niña rubia a la que mira. Se asusta. La niña de pelo rubio parece más delicada que todas las demás niñas, incluso que las otras niñas de pelo rubio.

Y la respuesta que los labios de la niña de pelo rubio que está llorando de miedo, de rabia, de impotencia, de dolor, de ignorancia... la respuesta es la más lógica, porque sabe que no está sola y muchas otras niñas rubias le apoyarán. Por eso la niña de pelo rubio que va a hablar mientras llora tiembla cuando tiene que pronunciar:
"La gente normal es muy rara"

Friday, February 3, 2012

Tu sonrisa y platos rotos

Rompiendo los platos de la normalidad en la vajilla de mi vida, ordenada cuidadosa y meticulosamente en orden creciente de depresiones, de tonterías y comeduras de cabeza por cada plato en el que había comido, estaba tu sonrisa, deslizándose por los bordes, dibujándose a sí misma en el contorno del plato y dejándolos caer, haciéndome ver lo superfluos que en verdad eran mientras el suelo los hacía astillas, separando los fragmentos de lo que fue.
Mi mirada se quedó atascada entre el lento movimiento armónico de tu sonrisa sobre los platos y el caer milimétricamente calculado de cada uno de ellos sobre el suelo.
Avancé, casi tentando a la suerte con que terminases con mi vajilla de recuerdos, con mi colección de problemas y mis memorias y tu sonrisa desapareció, para convertirse en un guiño imperceptible de esos que sólo tú podías hacerme.
Y de repente, la nada.
Cientos de trozos de recuerdos y arcilla, o tal vez porcelana, por el suelo, por todos lados, envolviendo mi última miseria de soledad, que no quería quedarse a solas conmigo, que no quería acabar como tantos restos, tantas astillas que me miraban desde el suelo: "Esto ha sido tu culpa" .Por las lágrimas que soltaban algunos habría llegado a decir que no quedaban cientos, miles de sonrisas que mirar entre cada filo cortante que había en el suelo.
Desde arriba siempre es más difícil ver la miseria de los que están abajo y yo era incapaz de aclarar si acaso estaba sintiendo algo de todo lo que estaba ocurriendo bajo mis pies, descalzos, que se iban llenando de cortes conforme andaba sobre los restos de un pasado que creía haber enterrado y en verdad tenía expuesto, para que no se me olvidase.
No quiero olvidar.
Escrita con sangre, la frase me perseguía, dibujándose sobre el escaso camino que acababa de recorrer, sin saber por qué, sin saber adonde, sin saber si habría un final ni si tú o yo estaríamos allí.
Y de repente, risas.
Por todos lados, desde todos los ángulos, esperando a que alguien recordase que estuvieron allí, que siempre habían estado, que no todas eran tuyas, que había existido algo más que el aquí y ahora enredado entre las sábanas de una cama supletoria, o entre las plumas de un saco de invierno o una llamada por el ordenador que parece no terminar jamás...
Y al frente, pude ver el tablón de anuncios en el que estaban a la venta mis sentimientos a aquel o aquella que se viera capaz de pagar el simple y mínimo precio de una sonrisa por cada momento que pasásemos juntos, mientras se vendían mis servicios en la cama a unas risas la noche y tal vez una cerveza.
Imagino que no entiendo nada de lo que digo, porque no sería capaz de escribirlo en la libreta que llevo en las manos desde que vi por primera vez tu sonrisa...
No, es un cúmulo de pequeños papeles, que recuerdo que hicieron abrirse a tus ojos, a esa mirada sincera que siempre pensé en que sería perfecta sólo si estuviese siempre delante de mí.
Y los papeles, al viento del aire parado de esta habitación, flotando en círculos o tal vez elipses, imposibles de describir con certeza y de recoger si siguen al viento, me susurran que seguiré dando tantas vueltas como ellos, mientras haya versos que decir, palabras que ser escritas y un libro por terminar, si es que acaba algún día.
Abro los ojos y aquí estoy, de nuevo, frente a mi ordenador, buscando tu sonrisa, o la mía, o tal vez otra sonrisa cualquiera, de alguien que me diga que me quiere o que le quiera, de alguien que sea capaz de subirme la moral diciendo cosas que le alegran a ella y no deberían a mi, de alguien que quiera estar conmigo porque soy yo y no por lo que puedo hacer por ella, de alguien que no se dé cuenta de que hay demasiadas veces una palabra "ella" en cada cosa que escribo, de alguien que no tenga miedo a decirme lo que siente, que no tenga miedo de que yo me confunda.
De alguien que quiera ser una brújula que viaje como una veleta, según sople el viento...
Mientras dejamos que los susurros de este clima, frío como las horas de soledad, nos digan dónde acabaremos.
O dónde continuará

Wednesday, January 4, 2012

A ti quiero verte desnuda, a las demás sólo sin ropa

Que no es lo mismo, pero es igual.

A menos que sea cuando me llegas en cartas, me abrazas en mi imaginación y me acaricias en sueños.

Sunday, January 1, 2012

Propósitos para 2012

1- Certificar que no se va a acabar el mundo en Diciembre
2- Mantener un buen ritmo de estudio
3- Seguir haciendo ejercicio
4- Llegar a los dos minutos y medio
5- Verte más
6- Tratar de dejar de rallarme innecesariamente
7- Seguir sonriendo cuando duele
8- No dejar de aprender
9- Dejar definitivamente de fumar
10- Escribir por lo menos dos veces a la semana
11- Besarte al menos una vez
12- Cumplir esta lista