Thursday, October 25, 2012

Los días que no llueve

El silencio que la precede cuando llega, de apenas un suspiro de duración, siempre se eterniza entre mis dedos al escribir. Siempre llega casi tarde, o se marcha casi demasiado pronto, sin dar tiempo a hacer un triángulo amoroso con la inspiración, absorbiendo toda la capacidad de atención que tiene mi pluma, que en realidad no es tal, sino un teclado. 
Como por darme un capricho, el cielo se despeja, los rayos bailan sobre su pelo, susurrando que los escriba, que ahí están, existiendo quizá sólo para mí, sólo para acabar en algún papel de mi escritorio, de mi pequeño caos personal. Seguramente sea involuntario, pero ella se gira y me mira durante un segundo, que podría ser eterno y aún así demasiado breve. 
Los Otros se la lleven, me digo, me dice mi escasa capacidad de escribir. No es más que otro capricho de esos de verano, aunque estemos a Octubre. 
Si al menos el agua cayese del cielo en un triste intento de ocultar mis lágrimas, no me daría vergüenza haber vuelto a mirar atrás, no me habría sentido tan profundamente idiota, tan echado a perder. No por haber tropezado, no una, si no dos veces. No, echado a perder por cogerle cariño a la piedra que me ha tirado al suelo y me ha llenado de barro. 
La misma piedra que ahora me mira, la miro. La que querría imaginar rodando la ladera de una montaña, como esas que tirábamos desde los acantilados en el corto verano que compartimos, donde nuestros caminos se chocaron, más que cruzaron. 
Me doy cuenta de que las piedras, por bonitas que sean, por increíbles que resulten, por maravillosas que sean sus propiedades, siempre serán piedras, que están ahí, que quizá puedas agarrar con las manos, quizá puedas conservar un tiempo al andar, como el lastre más agradable que se pueda llevar, pero no dejaran de ser algo con lo que tropezar. Y miro al cielo, el sol brilla.
He dado muchas vueltas si me he tropezado tantas veces con esta asquerosa piedra tirada aquí en medio, y no todos los días hace este sol tan espléndido, así que voy a empezar a caminar recto, que la piedra se quede por el camino.
Que le jodan pero bien, voy a empezar a aprovechar los días que no llueve.