Friday, May 9, 2014

Dragones

Ponte que tuviéramos una grandísima amenaza de dragones, que de repente un montón de ellos se hubieran puesto a reproducirse y hubieran aparecido varias camadas excepcionalmente grandes. Sólo sabríamos si nos van a comer o matar cuando ya sea demasiado tarde. Un dragón no habla si no quiere y dudo que quieran hablar con un bicho como nosotros.
Me imagino el cielo lleno de alas escamosas y alguna que otra llamarada.

¿No sería maravilloso?

Hoy es mi renacimiento

El techo está empezando a quedar un poquito más alto, como si esto se estuviera convirtiendo en una de esas mansiones que generan agorafobia sólo con pisar dentro. Eso es bueno ¿no? Significa que sin salir de aquí dentro tengo más espacio que recorrer hacia el cielo. O hacia arriba en general, dejando de lado todas las concepciones religiosas o teológicas.
Si sigue subiendo me van a entrar ganas de volar justo cuando tengo que entrar en la jaula.
Suerte que soñar con más libertad y felicidad no es un crimen.
En casi ningún sitio.

Wednesday, February 5, 2014

De cuando creíamos saberlo todo

Una mañana cualquiera, el techo se queda un poco más bajo de lo normal y el cielo un poco más alto. Las paredes se cierran, las ideas se escapan a volar lejos y libres, como si se hubieran hecho palabras en un vendaval.
Y el sol sale, las pesadillas se van, o se vienen, como las sombras. Comienzan y terminan a la vez.
El canto de un pájaro comienza por romper la monotonía y de las legañas sobre los ojos, del agradable placer de estar enterrado entre sábanas tan livianas que parece mentira que sean tan difíciles de levantar. Y si todo fuera eso, salir de la cama.
Pero fuera llega el mundo, da una patada, todo da la vuelta, el la noche comienza mientras el sol sale, el trabajo se acaba cuando llegas, nadie pide explicaciones por nada y las sonrisas están en todas las caras. Como si todo fuera real.
Un día nos quisimos dar cuenta de que la ventana de nuestro piso era la última planta de una cueva, no sabíamos si empezando a contar por arriba o por abajo, pero un extremo. Nos encontrábamos en un final, al borde de estar fuera, sin dejar de estar dentro. Dentro de nosotros, dentro de nada, no sabíamos de qué.
El mundo era simple, todo lo podíamos controlar con nada, un mando de la tele, un par de cigarros para vivir menos, unas cervezas para que el tiempo pase rápido... Como si contigo no pasase rápido el tiempo.
Todas las frases se me juntaban esa mañana, cuando tenía tantas cosas que decir que no tenía nada que contarte, cuando todo lo que yo pensaba que era la realidad se apareció delante de mí como un sueño un poco pobre de decorados, como una película de serie B que nunca sería un éxito en taquilla.
Y de repente, de detrás de la trinchera de las mantas, apareció tu sonrisa, tu cara, tu cuerpo.
Y la habitación parecía crecer según abrías los ojos, echabas atrás las tinieblas, hacías de día. Un solo "buenos días" me dio todo lo que yo podía pedir, un ascensor que subiera nuestro piso de la primera planta de la cueva a la última del cielo, a donde tú me quisieras llevar, a lo desconocido.
Arriba, me quedé flotando, antes de despertar. Me dijiste que no eras tú, que eras sólo una canción. Yo ya lo sabía, porque ese era mi tema recurrente, así pensaba yo.
Y no me dejaste salir hasta convertirte en canción.

Wednesday, July 24, 2013

Nombres de Ciudades

Por supuesto, ella no sabía que a Marsella todavía le quedaban unas pocas ganas de mantenerse peleando por el pobre Pérgamo, que ya había sido poco menos que relegado a un segundo plano, mientras la guerra entre Barcelona y Marsella por un control que no le interesaba a ninguna se mantenía.
Ninguna de las dos pretendía ser celosa, ni lo era. La posesión no entraba dentro de sus límites de comprensión, sólo querían un poco de atención, nada más. Una mirada al día que pudiera distinguir la triste realidad de su alrededor de ellas, de piel para adentro. Como si de verdad toda esa masa sanguinolenta de órganos tuviera alguna diferencia con todo lo demás, con todo lo de fuera.
Pérgamo no paraba de escribir, de tirar todas las ideas, todas las reflexiones al aire, como si alguien fuera a necesitar leerlas alguna vez. Siempre se había oído eso de que la historia se estudia para no repetirla, mientras caemos en la misma piedra una y otra vez.
Por eso Marsella sólo leía cuentos de amor, novelas románticas, tristes cartas de imposibles romances, para asegurarse de que cada uno de los fracasos que leía no se repetía en su vida, como si de verdad se pudiera repetir algo tan concreto como el segundo en que uno se enamora, ese instante en que una pequeña espinita entra en el corazón y se hace un hueco sin preguntar, se acomoda de a pocos, se hace su espacio y decide quedarse. Como si cada pequeño detalle de ese ínfimo instante pudiera repetirse.
Lo que Barcelona sabía es que Marsella no sabía que también leía los éxitos que jamás repetiría, las mentiras que se contaba a sí misma una y otra vez, diciendo que quizá algún día... Pero otro día, ese día no es hoy, quizá no sea mañana, aún está todo por ver, no insistas y yo no insisto y así pasan los días entre el humo del tabaco, el alcohol en sangre y la cerveza caliente de mirarla demasiado.
Barcelona era más modesta en sus aspiraciones y sabía que no sería jamás la musa de Pérgamo al dejarse la tinta sobre el papel, por eso sólo quería ser el último impulso, el final de una novela, el desenlace trágico, la caída del último papel sobre la pila, que da por finalizado el titánico proceso de escribir un imposible. Barcelona sólo quería quedar relegada al papel de la amante que no se olvida y que no traiciona. Que cosa más tonta que ser la protagonista, para que todos la miren, para que todos sepan, para que se hable de ella. No, mejturquia pergamoor ser un personaje secundario, un segundo, tercer plano, un final de todos los hilos que se mueven desde la sombra, una piedra angular escondida tras una capa de yeso hecha de protagonistas y personajes principales.
Pérgamo no entendía de planos, no entendía de amores, no entendía de la vida. Pero era protagonista, era amante y escribía las vidas que no podía vivir. Desperdiciaba el tiempo chorreando más y más tinta sobre papeles que luego olvidaba, perdía, acumulaba y regalaba sin medida, sin importar quién, dónde o por qué ocurrían las cosas que contaba, sin recordar qué había de real.
Para cuando estalló la guerra, el suministro de papel hacia Pérgamo había acabado, Barcelona no cuadraba las cuentas, Marsella no quería seguir una farsa y el mundo parecía al borde del colapso desde detrás de tres pares de ojos distintos.
En la cama del Mediterráneo, que Marsella aún llamaba Mare Nostrum en tono casi jocoso, se tumbaron los tres juntos, cada uno con un cigarro y una cerveza y miraron al techo. No queda nada que decir, Claro que no, ella tiene que irse, Sin mí no habría historia que contar, Sin mí no habría dónde, Sin mi no habría quién y sin vosotras no habría por qué. Y todos dieron un trago, como si fuera un pacto no escrito. Mientras el humo ascendía, Pérgamo preguntó ¿Volvemos a empezar?
Y así, de nuevo, Pérgamo volvió a sus libros y Marsella a su férrea fortaleza y Barcelona, por supuesto, a no saber que a Marsella aún le quedaban unas pocas ganas de...

Sunday, June 30, 2013

El humo de la vela

Estuviste mirando la vela como si esa pequeña llama se pudiera llevar toda nuestra conversación, como si pudiera quemar cada palabra descolocada que flotaba entre nosotros, cada frase equivocada que no queríamos decir pero dijimos. Sabías mejor que yo cada pensamiento que pasaba por mi cabeza, no tengo claro cómo, pero estaba convencido de que podías leer y deformar mi mente sólo con un par de letras escritas o dos palabras dichas al azar. Y yo seguía tratando de mirar un poco más allá de ti para ver si podía llegar a comprender siquiera una milésima parte de lo que tú pensabas y sentías al respecto de todo lo nuestro, todo lo que te había dicho.
Por el amor de dios, ni siquiera recordaba cómo había empezado la conversación, ni toda la sucesión de hechos de los que me sentía culpable sin saber muy bien por qué. Por tu mirada supongo que tú también tenías un poquito de eso en algún rincón aislado de tu corazón, al que yo no tenía derecho a mirar, según parecía. Seguías llevando las riendas de cada conversación sin decir una sola palabra y nunca supe cómo lo hacías. Quizá es que yo no sabía lo que quería decir hasta que no te tenía delante y sentía que me incitabas a decir otra cosa.
Lo último que recuerdo son tus labios dibujando un beso al aire que sabía que no iba a llegar a ningún sitio, soplando la vela, que empezó a humear. Tus ojos eran lo último que quedaba encendido en toda la habitación. Imaginé que estabas llorando, porque sé que no me dejarías verte llorar, no sé si por orgullo o porque te da miedo mi reacción. Dijiste adiós y saliste con esa rosa que te regalé en la mano a la calle, gris, como todo el mundo si tú no estás.
Y tu espalda al descubierto en ese vestido que me encantaba tras el humo de la vela fue el último adiós.

Wednesday, June 26, 2013

Última canción de medianoche

Hacía tantísimo que no escuchaba ninguna de esas canciones que me recordaban a tu risa que no quedaba en mi memoria casi resquicio por el que colarse tu comisura al sonreír. Lo que me resulta más curioso es el pensar que estas canciones me despiertan todas las emociones juntas que antes sentía, como si no hubiera pasado un solo día, como si aún quedasen los restos de la locura que cometimos juntos, de cada momento en que parecíamos querer ser más listos que la vida, superar a la ficción en esa realidad inexistente que nos creamos. 
Aún tengo guardado un poquito de tu olor entre los pliegues de mis sonrisas. Por si me da por recordarte. Por si me da por querer olvidarte, para no poder hacerlo. Por si me da por vivir en el pasado más hermoso que me pudiste construir y regalar.
Aún no te he agradecido lo suficiente, ni creo que sea capaz de hacerlo, cada momento de extrema felicidad que pasé contigo, todo lo que me inspiraste, todos los secretos que te conté, todas las confesiones que no recuerdo haber hecho antes ni después, todos los besos que te escribí y me escribiste.
Yo también me podría enamorar de ti mil veces más.
Y quién no.

Monday, April 1, 2013

Que pa qué

Y ahora, a estas alturas me doy cuenta...

Quiero que me quieras, no que me lo digas,
no quiero nada contigo, quiero que me lo pidas
llegué a verte en la cama junto a mí
pero en fín
fue bonito... mientras me lo creí

Me alegra pensar yo solo de nuevo.
Chao.

Sunday, March 31, 2013

No sé a qué vienen tantas prisas

Digo por mi parte.
Pero quiero quedarme.
Si me haces un hueco.
Yo sigo teniendo el tuyo.

Casino

Nunca supo por qué apostaba, pero siempre tuvo la suerte de ganar.
La costumbre a la victoria le hizo pensar que era lo normal y su primera derrota le hizo dejar de apostar.
Hasta que un día, en la misma ruleta, con los mismos jugadores, la misma bola que lanzar, decidió volver a apostar.
Como un nuevo intento de reconciliarse con la pelota.
Ella y él.
Y el mundo parado entre tanto.

Wednesday, March 20, 2013

Carta sin remite

"Vísteme con una camisa de fuerza o me tendrás que matar
camino loco de atar, deliro"  Momo

Querido y excelentísimo señor:
Temo haber caído en los delirios que usted vaticinó para mi encierro, pues los mensajes que se acuden a las paredes son demasiado frecuentes, diríase incluso que permanentes. No quiera el señor que tal predicción que vuestra merced hizo se cumpla antes de lo debido, como tal parece que está ocurriendo, cuando las cosas comenzaban a asentarse.
Hace tan sólo unas horas tuve que lidiar con la segunda revuelta de los jarrones, que ajenos a las leyes de la naturaleza, comenzaron a brotar flores por doquier, inundando el pasillo y llenando de su intensa fragancia toda la casa, dejando mis pobres cartas por enviar perfumadas, como si de epístolas románticas enviadas por una doncella se tratase.
Créame caballero si le digo que la locura quiere ahondar en mis líneas mientras mi pluma se debate por mantener la cordura, pero las cosas parecen estar dadas la vuelta. Oigo y veo por la ventana como bulle la actividad por la noche, como la gente marcha a trabajar y hace su vida al amparo de las oscuras calles, mientras de día todo queda desierto, desamparado, como si un toque de queda se hubiera impuesto. Sólo los amantes fugitivos, que se saben a salvo de miradas indiscretas, toman los caminos mientras el sol ilumina sus pasos.
¡Ay, quién supiera dedicarle versos, como si de la luna se tratase, al sol que cada día nos iluminaba!
Pero no, mi apreciado amigo, temo que cada uno de ellos tuvo su tiempo y su correspondencia y yo me hallo en la orilla de ambos sentidos, en una sensación de pérdida, como si de un náufrago me tratase, atrapado en mi piso mientras las olas de la actividad diaria de la ciudad sacuden los cimientos de lo que yo tomaba por cierto y verdadero.
Quizá sea que toda la ciudad tomó por mentira mis más sinceras verdades, cada canción y poema, cada pequeño fragmento de novela que a ella dediqué, imaginando que andaba por sus calles mientras me quedaba aquí, en mi escritorio, viviendo un mundo que imaginaba.
Seguramente, esto sea lo último que escriba, pues las alfombras han comenzado a rebelarse también, empezando por ocupar el techo y extenderse por toda la superficie que antes fuera yeso pintado. Temo que decidan comenzar a crecer como hicieron las flores de los jarrones y me asfixie, pero más temo que la cocina vuelva  a ponerse a guisar sola, como ya hizo anteayer, o que la chimenea comience a calentar mientras yo tengo frío en mi habitación.
Quién sabe, quizá lo próximo sea que mis ventanas comiencen a traerme las palomas mensajeras que tanto desearía tener en casa. Si es así, no se asuste usted de que le llegue la presente carta por medio de una de ellas, casualidades pueden darse siempre.
En fin, caballero, esta carta es sencillamente una despedida a falta de una posterior conclusión, si acaso no la concibe usted como tal, aguardo su respuesta, ya que todas sus cartas decidieron quedarse en blanco y desaparecer, por lo que no dispongo apenas de más información de usted que la que en mi memoria mantengo, de la que, he de decir, no confío demasiado.
Cuide usted de la memoria que de mí tuvo, pues es lo más bello que puedo dejarle y espero que mis anteriores palabras no le confundan ni le induzcan a error.
Yo siempre amé esta ciudad, aunque no pudiera vivir en ella.