Thursday, October 28, 2010

Por suerte o por desgracia

 Ya prometí otras veces que iba a ser la última, que las despedidas nunca duran tres años, y que tal vez no fueras tú la que yo tenía en mente.
Pero el hecho es que seguiste poblando mis sueños, nublando mis días como un recuerdo, doliéndome en lo más profundo del alma con cada segundo en el que pensaba en tí.
Me ahogué en lágrimas pensando que otros pudiesen perderse en cada uno de tus besos, que en un fugaz momento fueron sólo míos. Esos besos con sabor a cáncer y a muerte, con la ceniza y el humo de todos nuestros cigarros a medias aún en el paladar. Pensé en el suicidio, y me salvó la idea de que aún había gente que me quería aquí, que era demasiado egoísta abandonar así.
Nos vimos en cuatro ocasiones en total, pero me creí la persona más feliz del mundo en ellas.
Me enamoré de tí en apenas dos días, y necesité casi dos años para esto.

Por suerte creí olvidarte, por desgracia no fue cierto.


Creo que ya te lo dije, pero aún así:
Esta es la despedida, hoy te olvidaré para siempre.

Y el sol te convirtió en piedra

Quién te iba a decir que acabarías así... Tú, que dominabas la carretera y conocías cada uno de los entresijos y engranajes de tu coche. Tú, que parecías domesticar la carretera para que se moviera ella.


Todas las mañanas te despertabas con la única intención de volver a ponerte tras ese volante enfundado en cuero negro, curtido de su uso, adaptado a tus manos a base de usarlo, todas las mañanas utilizabas la excusa de que el pan estaba más rico en la panadería de Pozuelo, para poder coger el coche sin que tu mujer te dijera nada.
El coche y tú érais uno, pero no necesariamente tu coche, cualquier coche pasaba a ser una evolución de sí mismo cuando era dirigido por tí. Jamás bebiste antes de conducir, porque no pretendías permitir que fuera un coche dirigido por el alcohol el que decidiera dónde acabarías esa noche, porque era tú el que dominaba la relación hasta aquella fatídica noche.
"Si Carlos Sainz te hubiera conocido, se hubiera retirado de la carretera". Esa era una de las bromas que más frecuentemente sonaban en la casa cuando se hablaba de coches, porque además no eras de esas personas que se enciegan en los coches y parecen pretender saberse todos los modelos de coches de principio a fin y saberse todas sus características como si fueran a hacer unas oposiciones a mecánico. No, tu sabías todo sobre tu coche, sobre los coches que podrías tener algún día en tus manos y siempre fuiste realista en ese punto. Preferías marcar tu tiempo en lo que la gente denominaba "cultura general". ¡Cultura General! Tanto tú como yo estábamos hartos de que sólo se considerasen cultura general las letras, ya que las ciencias forman parte de nuestra vida, nos guste o no, pero lo que peor nos sentaba era que se llamase "general" cuando debería de ser básica.
Siempre ponías de ejemplo a esos borregos que se decían incapaces de aprenderse el funcionamiento real de un coche, o cómo cambiar tú mismo unas pastillas de freno, unos pilotos delanteros, una bujía... Pero si que se conseguían aprender de memoria todas y cada una de las alineaciones de su equipo favorito.
Eras un vividor y un conformista (recuerdo la cara que pusiste cuando te ragalaron tu Seat Ibiza), pero siempre pusiste a los demás por delante tuya.
Cuando llegó la crisis, tuvisteis que ahcer un recorte de presupuesto serio, a tu mujer le bajaron el sueldo, como a todos los funcionarios, para salir de la crisis. Nunca supimos quién salía de la crisis, si nosotros no hacíamos más que hundirnos en ella, pero os ajustasteis, la protesta no salió
adelante, y mantener la posesión de tu coche empezaba a ser dudosa.
No podias permitirte el seguro, la gasolina y las reparaciones del taller. Había dos opciones: Trabajar más, o vender el coche.
Jamás habrías aceptado que te quitaran el coche, era como parte de tí. Así que decidiste hacer horas extra, trabajar más y más, sin dejar de cumplir con tus obligacoones con tu niña, la luz de tus ojos. Seguías llevándola a clase de danza y de patinaje, que quedaban lejos de casa, así que necesitabas el coche (porque todavía era pequeña para coger el autobús), aún a costa de perder quince preciados minutos de trabajo que recuperabas después, aunque tuvieses que volver con prisa a recogerla.
La prisa, siempre ibas con prisa, a pesar de que te decíamos que no corrieras. Y fíjate, encontraste los mejores atajos para llegar, si no hubieran estado tan escondidos y si no hubiera sido porque no podías circular a tu velocidad por ellos, porque no había espacio, tú mismo lo dijiste.
¿Sabes? No sé porque te cuento ésto, si seguramente ya lo sabes (al fin y al cabo era tu vida), pero el forense dijo que lo más probables es que te quedaras dormido al volante, y eso fue lo que más hondo me tocó.
Jamás pensé que alguien como tú pudiera llegar a dormirse al volante, que pudiera dejarse embargar por los brazos de morfeo antes que por la atracción de la carretera, del monstruo que sólo tú conseguiste domar.
Estaba a punto de amanecer cuando llegué a verte, al sitio del siniestro y me sonreíste, no sé si conscientemente o sencillamente delirabas, pero sabías que era la última imagen que recordaría de tí, no podías haberme hecho un regalo mejor.
En los escasos segundos que sucedieron al amanecer del día que cumpliamos cuarenta y cinco años, nos comunicaron tu defunción.
Hoy, tras escribir todo esto, recuerdo que cuando éramos adolescentes me dijiste que no querías llegar más allá de los cuarenta y cinco, que no tenía sentido. Me pregunto si seguías pensandolo ahora.

Thursday, October 21, 2010

Versionemos tu vida

Una mañana despertamos en tu cama, como tantas otras, imaginando que quedaban muchas más por venir.
La ilusión de envejecer juntos rondaba cada dia nuestras pesadillas y cada noche nuestros sueños, pero cada día un poco  más, mi subconsciente se rebelaba ante el sedentarismo contra el que tanto me había manifestado, negándose a claudicar ante la facilidad de la vida imposible que nos habíamos planteado y que habíamos plantado junto a los geranios de la terraza.
-Algún día tendremos que irnos de aquí, nos queda tanto por ver, tanto por hacer...
Tú siempre aceptaste que algún día nos iríamos, pero no querías ver venir ese día. Sabías que mi futuro era sólo mío, porque sólo yo me merecía perder la vida porque sí, de los dos sólo yo podía ser lo suficientemente idiota como para desperdiciar todas las oportunidades de vivir una vida normal, cómoda, aposentada.
No sé si alguna vez pensaste en que pensar en esa vida me desgarraba el corazón, como dejarte lo habría hecho. 
Tal vez sencillamente, coincidimos en el planeta, pero nuestros mundos fueron siempre diferentes.


Recuerdo aquella ocasión en que decidimos poner fin a nuestros respectivos pasados para tener sólo un pasado en común, cómo decidí dejar que el viento y la playa se llevasen todos los recuerdos anteriores al tuyo, ahogándolos entre la amarillenta espuma de un mediterráneo contaminado que hizo de testigo. Pensé que realmente había olvidado todos aquellos recuerdos que te parecían turbar, que parecían romperte uno a uno todos los hilos con que querías tejer nuestra vida.
Fue entonces cuando me dí cuenta. Decidí escribir un libro, recopilar todas nuestras vivencias, como un diario, pero bajo la vista de alguien ya cansado de vivir siempre las mismas aventuras, como aquel que viaja siempre al mismo sitio, para encontrar a la misma gente, los mismos lugares, y lamentarse de lo mal que los tratan los años.
Gasté páginas, cientos de ellas, tratando de plasmar lo que sentía por tí, hasta que descubrí que era inútil porque a medida que escribía los sentimientos iban cambiando. En mi empeño porque fuera el libro perfecto, releí lo escrito, traté de corregirlo, desistí de hacerlo, lloré, sufrí, reí, me autoflagelé rememorando cada episodio, torciendo cada esquina y bajando cada renglón, desorganizando mis recuerdos, tu imagen, nuestra vida. 
Estuve a punto de incinerarme entre todos esos recuerdos, como penitencia por haberte dejado ir.


Y lo descubrí. 
No te eché de mi vida, te dejé ir. 


Tu y yo nunca estuvimos hechos para ser uno, ni para tener uno, ni dos, ni tres.
Fuimos uno cada uno, y jamás lo asumimos.


Pero todavía estamos a tiempo, yo no te he olvidado, tu a mí tampoco. Aún podemos destrozar el pasado que hemos tenido juntos, hacer un 11-S cada uno con su torre gemela de fallos, de odios y rencores. 
Todavía podemos tomar la decisión que cambie esta versión de la vida.

Tuesday, October 19, 2010

Hoy sí voy a crecer

Hoy, pretendiendo escribir una historia, ha vuelto a rondarme la duda.
He vuelto a dudar si ése cuento no sería precisamente otra vez mi historia, una pequeña porción de mi vida exagerada, tal vez un sueño, una ilusión por cumplir, una utopía por alcanzar, pero algo mío al fin y al cabo.
Entonces me he dado cuenta, me he acordado de todas esas veces que pretendí ser más maduro de lo que me correspondía, de todas esas veces que sencillamente dije: "Hoy sí voy a crecer, hoy voy a ser independiente, nadie me tendrá que decir qué hacer y podré demostrarles a todos de lo que soy capaz."
La memoria me jugó una mala pasada y me recordó aquella vez que dije que no volvería a beber, inocente de mí. Y aquella vez que dije que beber en la calle entre vagabundos, copas rotas, gente que no conoces y muchachas de cualquier barrio cercano dispuestas a hacer lo que sea a cambio de que las regales unas copas de tu ron.
Creíamos tener la felicidad enfrascada en una botella, y creíamos que disponer de ella era tan sencillo como darle la vuelta al mundo, cuando en realidad a lo que le dábamos la vuelta era a la botella y a la lógica. A todos los consejos de madre, que en más de una ocasión temió por mi vida con razones de sobra para hacerlo.

Como ya digo, un día me di cuenta de que la felicidad no podía estar escondida dentro de esa botella, me dí cuenta de lo absurdo de la situación, decidí que ya era hora de aparcar los vasos, de dejar de dejar a la gente tener que salvarme de morir atropellado por un conductor con más felicidad en las venas que yo.
Empecé a odiarme.
Empecé a dejar de querer dormir, a comer demasiado, a olvidar los estudios, dejar de lado a los amigos y pensar cada vez menos en mi familia.
Un día, me dí cuenta de lo inútil del botellón, de que en esas fiestas del derroche y del suicidio hepático lo máximo que se conseguía era un coma etílico y con algo de suerte, morir para no tener que vivir con la sombra de todo el tiempo desperdiciado así, para no tener que recordar que quisiste dejar de recordar.

Y creí madurar.

Casualmente, el mismo invierno en que creí madurar, una persona muy cercana a mí resultó tener muy a menudo una casa vacía, idónea para mí reluciente carrera de coctelero sin medios y para todas esas emulaciones a la cultura árabe que hacíamos frente a una pipa de agua, riéndonos y creyendo disfrutar de la vida, de la suerte que teníamos de seguir vivos y con la promesa de mejorar todos.
El siguiente verano descubrí lo complejo que resulta madurar, lo imposible de hacerlo de un día para otro, y la necesidad de un referente maduro que sea el que te contagie de esa enfermedad que proporciona la edad en la mayoría de los casos, descubrí que dejé de ir de botellón porque hacía frío. 



SIgo esperando a ver que pasa este verano.

Wednesday, October 13, 2010

Decepción desde lo más profundo de la inspiración

 Otra vez.
Cada una de las letras que me salen de alma me parecen más desacertadas tras ser corregidas que al ser escritas, pero al ser escritas no son más que burdas agrupaciones de sentimientos...
Llevo media vida escribiendo, media vida dejándome el pellejo en todos los papeles que tienen la desgracia de caer en mi mesa.
Cada día paso varias horas delante de mi escritorio, a la espera de que la mente me dé un vuelco, que me dé una ilusión y trate de demostrar que no es humana, que no aceptará un error como conclusión.
Por suerte o por desgracia, nunca llega el momento de decidir que definitivamente me gusta lo que escribo, que vale de algo hacer algo de lo que hago.
Como la ceniza de un cigarrillo que se tira al suelo y se desperdiga, para dejar un rastro difuminado entre las piedras del asfalto, mis dedos recorren distraidamente cada día el teclado del ordenador, no parecen hacer más que desperdigar el polvo, pero ya es suficiente con el peso que me quitan de encima.
Imagino que sólo alguien que siente algo parecido sería capaz de entender semejante parrafada de inutilidades y despropositos, como solo un enamorado puede entender una inútil definición de amor, a la par que considerarla equivocada en algún punto.
Tal vez sea una simple frase lo que estoy buscando, o tal vez sea toda una historia, tal vez sea la mayor recopilación de palabras habida y por haber la que sacie mi sed de encontrarla, pero todas ellas son tan difíciles, tan imposibles, que los planos de escher me parecen lógicos al compararlos.
Espero encontrar un texto que me agrade, un texto que me represente o que hable por mí.
Un texto efímero para la eternidad, un arma para lograr la paz, un instrumento que dé la música que rompa la absoluta armonía de mis silencios.
Espero que ese momento tarde en llegar, sería una lástima dejar de buscarlo.

Wednesday, October 6, 2010

Acta de protesta

Por la presente expongo:
Que si en un verso protesto es por su sobra de pretextos
ya que crecen como hongos
Los políticos farsantes, que nos sacan de contexto
Que nos quitan y prohiben en pos de la libertad
Y si en pos de un sueño nuestro no demuestro este entusiasmo
Es que tal vez el sueño vuestro no es el nuestro de verdad
O es tal vez solo otro engaño, de estos años, que entre espasmos,
Enriquecen a los ricos y desnutren al que pide
Mientras de brazos cruzados tantos vemos como sigue

Por todo lo expuesto exijo:
Que se pueda vivir con dignidad como derecho
Que nuestro gobierno haga lo que prometió haber hecho
Que mi generación, como agrupación de hijos,
luche junto a sus padres por el hogar que merece.
Y si no crece la semilla es porque humilla a quien no debe.
Pero un cambio es necesario, aunque sigan en sus trece.


Lo que expongo es algo lógico y se aprende en el colegio
Mi propósito es mostrar que no es un sacrilegio
decir, la casa es necesidad y jamás un privilegio