Thursday, October 21, 2010

Versionemos tu vida

Una mañana despertamos en tu cama, como tantas otras, imaginando que quedaban muchas más por venir.
La ilusión de envejecer juntos rondaba cada dia nuestras pesadillas y cada noche nuestros sueños, pero cada día un poco  más, mi subconsciente se rebelaba ante el sedentarismo contra el que tanto me había manifestado, negándose a claudicar ante la facilidad de la vida imposible que nos habíamos planteado y que habíamos plantado junto a los geranios de la terraza.
-Algún día tendremos que irnos de aquí, nos queda tanto por ver, tanto por hacer...
Tú siempre aceptaste que algún día nos iríamos, pero no querías ver venir ese día. Sabías que mi futuro era sólo mío, porque sólo yo me merecía perder la vida porque sí, de los dos sólo yo podía ser lo suficientemente idiota como para desperdiciar todas las oportunidades de vivir una vida normal, cómoda, aposentada.
No sé si alguna vez pensaste en que pensar en esa vida me desgarraba el corazón, como dejarte lo habría hecho. 
Tal vez sencillamente, coincidimos en el planeta, pero nuestros mundos fueron siempre diferentes.


Recuerdo aquella ocasión en que decidimos poner fin a nuestros respectivos pasados para tener sólo un pasado en común, cómo decidí dejar que el viento y la playa se llevasen todos los recuerdos anteriores al tuyo, ahogándolos entre la amarillenta espuma de un mediterráneo contaminado que hizo de testigo. Pensé que realmente había olvidado todos aquellos recuerdos que te parecían turbar, que parecían romperte uno a uno todos los hilos con que querías tejer nuestra vida.
Fue entonces cuando me dí cuenta. Decidí escribir un libro, recopilar todas nuestras vivencias, como un diario, pero bajo la vista de alguien ya cansado de vivir siempre las mismas aventuras, como aquel que viaja siempre al mismo sitio, para encontrar a la misma gente, los mismos lugares, y lamentarse de lo mal que los tratan los años.
Gasté páginas, cientos de ellas, tratando de plasmar lo que sentía por tí, hasta que descubrí que era inútil porque a medida que escribía los sentimientos iban cambiando. En mi empeño porque fuera el libro perfecto, releí lo escrito, traté de corregirlo, desistí de hacerlo, lloré, sufrí, reí, me autoflagelé rememorando cada episodio, torciendo cada esquina y bajando cada renglón, desorganizando mis recuerdos, tu imagen, nuestra vida. 
Estuve a punto de incinerarme entre todos esos recuerdos, como penitencia por haberte dejado ir.


Y lo descubrí. 
No te eché de mi vida, te dejé ir. 


Tu y yo nunca estuvimos hechos para ser uno, ni para tener uno, ni dos, ni tres.
Fuimos uno cada uno, y jamás lo asumimos.


Pero todavía estamos a tiempo, yo no te he olvidado, tu a mí tampoco. Aún podemos destrozar el pasado que hemos tenido juntos, hacer un 11-S cada uno con su torre gemela de fallos, de odios y rencores. 
Todavía podemos tomar la decisión que cambie esta versión de la vida.

No comments:

Post a Comment