Tuesday, December 27, 2011

Tan pronto como me dijo que ya era tarde me puse en marcha

Y por supuesto la respuesta nunca llegó.

Las llaves del coche parecían mirar desde el bol que había junto a la puerta, mientras la dudosa luz de la chimenea a medio apagar coqueteaba con la superficie metálica y brillante de el pomo de la puerta, de las llaves y del espejo, que reflejaba a ese desconocido con quien me despertaba cada mañana. Ese que me gritaba que cuando las prisas eran inútiles, lo mejor era correr. Y ni siquiera él quería seguir sus consejos, pero lo hacía.
Con todos los pesares del mundo sobre la espalda, con esa carga insondable y sin alivio posible sobre los hombros, que me hundía cada vez un poco más en mí mismo.
No recordaba la última cerveza acompañado.
Ni la última cena que no fuese de comida precocinada y recalentada una y mil veces.

Feliz Cumpleaños

Aunque esté a cerca de 8.500 kilómetros de distancia, sigo queriéndote, a pesar de no llamarte, de que parezca que no te recuerdo nunca, cosa que no es cierta.
La verdad es que a veces parece que me hago el imbécil aposta.
Tengo ganas de verte desde el momento en que nos despedimos, me parece.
Por esa carrera por el centro de Barcelona para ir a coger el metro, brindaré esta noche.
Por los escasos pero felices momentos juntos.
Por la única noche de locura que hemos tenido juntos.
Por las que nos quedan.
Por ser mi confidente.
Por soportarme.
Por ser como eres.
Por la forma que tienes de saltar encima mía para darme un beso.
Por ser una incomprendida como yo.
Porque además nos da igual.
Por saber cuándo estoy de bajón sin preguntar siquiera.
Por saber dar los abrazos perfectos.
Por estar ahí si haces falta.
Por no haberme juzgado nunca.
Por quererme como soy, en definitiva.


Porque espero que esto se parezca, aunque sea un poquito a los Fotologs, que te dediqué.
Te sigo queriendo.

Tatos Forever!

Sunday, December 25, 2011

Felicitación con mimos.

Gracias por haberme dejado conocerte y haber hecho un esfuerzo por conocerme tú a mí.
Gracias por haberme contado tantas y tantas cosas de esas que tampoco se airean especialmente.
Gracias por ofrecerme ir al cielo o al infierno, por aceptar mis proposiciones de volvernos locos y olvidarnos un poco del mundo durante todo el tiempo que nos aguante el cuerpo antes de que nos caigamos exhaustos o desmayados.
Gracias por haber estado al otro lado de una línea telefónica cuando lo he necesitado y te he llamado.
Gracias por quererme.
Gracias por dejarme quererte.
Gracias por calentarme la sangre con nada más que seis palabras.
Gracias por ser el recuerdo que me surge al empezar a escribir esto.
Diría gracias por todo, pero sería demasiado típico y demasiado fácil.
Pero gracias, gracias por todo.

Felicidades por encontrarme o dejarme encontrarte, felicidades por tener la certeza de que no te olvidaré.
Y también aprovecho para felicitarte una navidad en la que estoy ausente. Trataré de pasar otra contigo. Lo juro.

Quisiera darte mimos más reales.

Saturday, December 24, 2011

Es posible

Es posible, y solo posible que sí que me esté enamorando de ti sin darme cuenta, o me de cuenta de que no quiero darme cuenta de que perdí la cuenta de las veces que me descubrí pensando en ti sin darme cuenta.
¿Que estupidez no?
Con lo obvio que era...

¿Te he dicho que te quiero?

Feliz Navidad

Desde Colombia, quisiera desear la mejor Navidad posible a todos aquellos que no nos pudieron acompañar a este viaje, porque, al menos en mi caso, ellos eran sin serlo, el motivo de que yo llegase aquí.
Gracias.

Aunque lo escribiese con casi cuatro meses de antelación, no creo que para el momento en que alguien lo lea hayan cambiado las cosas. No es que sea de piñón fijo, es que soy cabezota cuando sé que algo está bien.

Thursday, December 22, 2011

Por si ya me echas de menos

Que sepas que no te olvido, que no sería capaz, que es cierto, por manoseada que tenga esa frase ya.
Esta noche tengo la sensación de estar tirando minutos preciosos que no volverán por leer una y otra vez un papel azul lleno de garabatos plateados, que me han llegado tan profundamente que me encogen el corazón, que lo oprimen como si fueses tú la que está acariciándolo, como cuando me tocas la tripa y la encojo sin querer.
Pero un trato es un trato y juro estar sintiendo intensamente una enorme sensación de vacío porque me falta muchísima gente aquí cerca, pero tú eres una de las personas que más querría tener junto a mí ahora.
Te juro estar aprovechando el tiempo, aunque sea fantaseando contigo, contigo desnuda, entre los rincones de mi imaginación, invitándome a descubrirte, a conocerte más allá de lo que pudiera haber esperado, a besarte como si no hubiera un mañana, mientras el mundo se para a mirarnos o a unirse, dejando de lado todas las preocupaciones que tiene encima por no hacerlo más a menudo.
Te juro que estoy yendo tras un sueño al hacer esto, porque es un sueño pensar que te vas a emocionar al leerme, imaginándome susurrándote esto al oído mientras te doy todas esas caricias que nos arrebató la distancia y que nos devolverá un nuevo año, con algo de suerte.
Pero no sólo es un sueño emocionarte, es un sueño tener la certeza de que alguien querrá leer esto, en lo que pongo tanto de mí mismo que a veces temo quedarme vacío, aunque tu me vayas a llenar luego con sólo releer tus mails, o tu carta.
Pongamos por lugar que no creo que sea una osadía sino algo necesario, si no te lo dije antes y que yo también estoy escribiendo despacio, dudando de en qué lugar ubicarte en cuanto a esa escala que creo haberte contado, que clasifica la amalgama de problemas que ha acabado por ser mi vida.
No tengo claro ahora mismo lo que siento, supongo que no sólo lo entiendes, sino que lo compartes, al menos parcialmente, aunque quizá me equivoque.
Pero... creo que puedo afirmar, con total rotundidad de sentimientos y con absoluta certeza que significas mucho para mí, a pesar de no llevar proporcionalmente tanto en mi vida y que es por ello, que te hago caso, que te quiero y que la última cosa que te pido en este trato es que me quieras si quieres quererme y me dejes quererte tanto como creo que mereces.
Me encanta hacer tratos contigo.

Sólo para mentes inquietantes

Podríamos decir que todo empieza, pero vamos a darle la vuelta y diremos que todo termina contigo. Si, contigo, ahí delante de una pantalla de ordenador, o tal vez delante de esto mismo pero en un papel. Todo termina cuando algo nuevo empieza. Posiblemente un escalofrío recorra tu espalda. Te sientes insegura sobre si esto te está dirigido a ti, o sencillamente a cualquier otra que pase por delante y cometa la atrocidad o la insensatez de leerlo.
Detrás de ti, o detrás de este mismo texto, el mundo sigue, nada ha cambiado aparte de, posiblemente tu impresión sobre esto. Seguramente te esperases algo diferente, pero ahora sabes que sólo con el título deberías haber sospechado que no podía ser una historia normal, ni un cuento como todos los otros.
Mientras el mundo sigue en ese incesante traqueteo imperceptible, una mínima sonrisa aflora en tus labios, mientras te planteas qué será lo que hay un poco más adelante de estas líneas.
Pongamos por caso ahora que nada de lo que estás leyendo es real, pero también vamos a suponer que nada de lo que eres es real, por lo que tanto estas letras como la vida que creías haber llevado hasta ahora tienen el mismo nivel de credibilidad y de sentido. Lejos de sentir el profundo desasosiego que debería causarte semejante conclusión, que se puede calificar, cuando menos, de arrolladoramente destructiva con lo que era, hasta ahora, lo único de que teníamos certeza de ser cierto, sientes una especie de sensación de familiaridad, de no ser la primera vez que una idea como esta cruza fugazmente tu cabeza.
Nada es real y es por eso que una persona exactamente igual a ti, pero no tú, por motivos que comprenderás enseguida, levanta la vista.
Y se fija en el horizonte más allá de los confines de estos míseros folios, o de la luz de esta pantalla de ordenador, recluyendo ambas la ensoñación de leer.
Una silueta se dibuja ante tus ojos en el horizonte, como saludando, mientras dejas de lado todas estas hojas, mientras sientas durante un lapso, que podría variar de un segundo a toda la eternidad, este escrito.
Sentando de todo menos la cabeza, das un paso, inconscientemente, hasta que tratas de recordar las instrucciones precisas para hacerlo, momento en que tus piernas se bloquean, a la vez que ves como la silueta del horizonte hace un amago de risa, sin sonido alguno.
Haciendo el mayor acopio de valentía, concentración y fuerza al que te has visto obligada en mucho tiempo, te centras en pensar en cada uno de los músculos que permiten el movimiento del tronco inferior del cuerpo y el levantamiento directo de los apéndices finales de las piernas, a las que habitualmente llamamos pies.
Un paso tras otro, consigues mecanizarlos lo suficiente como para mantener un andar decidido hacia la figura, que te resulta desconocida, pero por alguna razón, atractiva, necesariamente un punto al que llegar, sin saber qué habrá tras ella.
La silueta lleva mucho tiempo quieta, pero no parece que consigas acercarte, aunque sus rasgos se perfilen un poco más, pasando de un negro absoluto a una escala de grises, difusa aún.
Sin saber muy bien por qué, miras hacia atrás, como queriendo confirmar que has dejado unos pasos tras de ti, que efectivamente hay un camino recorrido, que hay algo que recuerdas que ha sido un aprendizaje para llegar a algún sitio, aunque no sepas quién está ahí, ni dónde.
Toda la nada que te rodeaba empieza a ser absorbida por la luz de un luminoso amanecer, colándose entre las rendijas de una persiana, mientras te ves a ti misma en la cama.
Tu en la cama miras casi con recelo a ti de pie, que se mueve decidida sin saber a donde, pero tu en la cama lo único que piensa es que acaba de terminar y que ahora es cuando el sol te recibe para poder darte las buenas noches que no te puedo dar yo.
Tu en la cama cierra los ojos, al mismo ritmo en que el amanecer desaparece, dejando sólo los resquicios de luz sobre el polvo del aire, que dejan la estela de tus pasos marcada tras de ti, invitándote a no olvidarlos aunque la luz se disuelva cada día un poco.
Giras la cabeza, mientras estas palabras te casi caen encima, sonriendo, dentro y fuera de esa nada a la vez.
Demasiados símiles sencillos dejan que todo este relato sea nada, pero la silueta del horizonte, que ya empieza a ser posible denominar casi figura, sigue ahí, a punto de hacerte un gesto de invitación a seguirla en un camino que no está andando.
Sigues andando, pero te sientes como si en realidad estuvieses sentada, en una combinación imposible de estaticidad y movimiento sincronizados, a la vez que tus dedos se mueven en algo parecido a espasmos controlados y dirigidos con precisión sobre algo que no percibes en realidad.
Te ves de nuevo, esta vez sentada ante una luz incierta, que no indica nada en concreto, pero que parpadea y se mueve, creando unas siluetas titilantes sobre el suelo inexistente, aún perlado de las huellas que persisten en quedarse a lo largo de todo el camino.
Tu sentada delante del ordenador, mirando por encima de la pantalla, imaginando un paisaje que se resiste a llegar, pero que sabes que tiene la certeza de que está ahí. No sabes cómo, pero sabes los pensamientos de tu otro tu, de esa figura que es tu aunque no lo sea.
La imposibilidad onírica sigue marcándote el camino cuando la figura grisácea ya se ha convertido en una proyección en blanco y negro de un hombre, sobre la nada, que hace desaparecer esa tu que estaba frente al ordenador, a la vez que toda la escena pierde una ligera intensidad de luz, como si cientos de lámparas de baja potencia hubieran sido apagadas.
Esa persona que sigues sin reconocer aún está lejos, pero te tiende un sobre, que no puedes alcanzar, pero tienes en las manos, completamente blanco, con una pegatina que lo cierra, que dice: "No lo abras aún... Espera a que algo te lo diga". Con la certeza de que ese algo es el hecho de que halla llegado a tus manos inexplicablemente, lo abres. El sobre contiene un papel, que al principio parece blanco, pero que en seguida dilucidas que has escrito tú, aunque tu jamás hayas plasmado semejantes cosas sobre un papel.
Leerlo al principio te confunde, pero cuando te has hecho con el sistema de escritura, parece bastante lógico, aunque esa no sea la palabra que en realidad lo define.
Dejas la carta de lado, apoyada junto a esos papeles que estabas leyendo antes, es decir, junto a estos papeles, en realidad, tal como llegaron a ti.
Miras hacia delante, convencida de que hay un camino marcado por el que caminar, pero no ves más que bifurcaciones y esa misteriosa presencia, que parecía recordar al gato de Alicia en el país de las maravillas, ya no está para guiarte, aunque no te queda claro que lo haya hecho en algún momento.
Miras hacia atrás para cerciorarte de que no estás perdida y te das cuenta de que todas esas huellas que dejaste sobre el suelo se han difuminado lo suficiente para no saber distinguir cuales son del pie izquierdo y cuales del derecho.
Al principio no reparas en ello, pero cuando lo haces, te das cuenta de lo exageradamente improbable que es tu camino, la enorme cantidad de bifurcaciones, cambios, curvas, vaivenes y giros inesperados que ha tenido el camino que hasta aquí llevas recorrido.
Inconscientemente quieres desandarlo, confirmar tus sospechas sobre tantas cosas que quisiste y no te atreviste, cosas que hiciste sin querer, cosas que no deberías haber hecho... Pero tus pies te impiden moverte lo más mínimo hacia atrás y posiblemente, también tu conciencia.
Te niegas a arrepentirte de nada de lo que hayas podido hacer y te das cuenta de la cantidad de veces que en tu camino está escrito "perdón" en lugar de que haya un giro que pretenda cambiar lo hecho.
Y sonríes, conforme con la situación, alegre contigo misma por saber que has dado esa opinión, que es la que quieres dar, porque es como te quieres ver.
Y te das cuenta de que no puedes verte, quizás porque tampoco estás ahí, ni en ningún otro sitio.
El camino que has andado, que se ha dejado recorrer bajo la suave caricia de tus pasos, te mira expectante, dispuesto a acompañarte en un nuevo paso hacia la aventura de la incertidumbre de vivir.
En un segundo, te das cuenta de la cantidad de gente que hay recorriendo sus respectivos caminos, todos ellos buscando a esa silueta que recuerdan haber visto, cuando en realidad nunca existió, para ninguno.
El recuerdo tan traicionero de que el camino es corto de repente se ve eclipsado por las enormes montañas que te obliga a escalar, o más bien, que te invita a ello. Desde la cima puedes apreciar con absoluta nitidez la perfección imperfecta de lo que tus pasos han creado.
Una cordillera de recuerdos, de sentimientos, momentos que han marcado tu existencia... y los momentos que no lo hicieron están ahí, al fondo del valle, junto a los momentos que te inspiraron dolor, que dan paso al pie de la montaña.
Cerrando por un segundo los ojos, te descubres a ti misma, seguramente sentada, con los folios que al principio dejaste de lado en la mano, seguramente sonriendo.
Y lees una frase, que te parece tan tonta y tan cursi, que te llega a gustar:
"Espero que te guste el regalo atrasado por todos esos cumpleaños en que no te conocía"
Y en la mano tienes el sobre blanco, con la pegatina seguramente rota, como recuerdo de un viaje que nunca ocurrió y que, de haber ocurrido, se habría tropezado con una piedra insistente.
Una piedra con un "te quiero" dorado escrito sobre ella, a falta de palabras que pudieran expresarse mejor.

Wednesday, December 21, 2011

Antes de desaparecer (II)

Antes de desaparecer querría haber pasado una noche de locura contigo, que nos la merecemos.
Querría haberte escrito un poema digno de una persona tan increíble como tú, que me ha revolucionado la vida, que me ha dado un motivo para querer levantarme todas las mañanas corriendo a ver el ordenador o a leer el correo en el móvil.
Hay pocas cosas de las que tenga tantas ganas como de ti, a pesar de que no seas la única que me puebla la mente, como realmente ya sabes y creo que no te importa...
Como me hubiese gustado haber podido pasar un último día contigo este año, una pequeña despedida, tal vez romántica, tal vez desenfrenada, sin romanticismo pero con toda la pasión que llevásemos encima, con blues de fondo, los móviles alejados, poca luz, un pañuelo que haga de venda, un colchón...

Haber olvidado el mundo por un rato como tú eres capaz de hacerme, con mordiscos, cada vez menos discretos, en el cuello, mientras mis manos te desnudan, como ya lo hizo mi mirada poco antes, como ya me imaginé nada más verte. Dejar caer tu ropa sobre el suelo, sea cual sea, si es que lo hay, mientras acaricio y beso cada centímetro de piel, como sé que te gusta, como habría hecho tantas veces de haber podido.
Morderte el tatuaje como una invitación a darte un beso de buenas noches...
Y darte un beso de buenas noches, para no dormir hasta que el cansancio absoluto nos obligue.

Antes de desaparecer (I)

Antes de desaparecer, querría haberme despedido de ti, de tus susurros, de nuestros secretos, de tu sonrisa. Querría haber acariciado por última vez tu espalda en un abrazo, tus brazos en un gesto de complicidad, tu cara en una mirada, tus labios en un beso que sabemos que no va a ocurrir.
Y no va a ocurrir nada de lo que querría, porque a veces pienso que lo que querría eres tú, como siempre tú, mientras yo, idiota de mí, no hago más que desesperarme porque no tengo más que tu fantasma, que el llanto a punto de secarse por tu ausencia, porque el recuerdo, cada vez más difuminado, que tengo de ti, es eso, un recuerdo, no tu persona, ni el cariño que querría tener tuyo, aunque posiblemente tu nunca te dieses cuenta de que no me lo diste.
Te echo de menos desde hace tanto que no sería capaz de contar con los dedos la cantidad de veces que he llegado a pensar en ti al día, pero espero que un vuelo transatlántico, que me estará transportando sobre las olas para cuando estés leyendo esto, si es que lo lees, me ayude un poquito a olvidarme de que quizá estuve enamorado de ti sin querer admitirlo.
Admitiré tener errores cuando crea tenerlos, los corregiré cuando sea posible corregirlos, los recordaré cuando mi memoria no me traicione y tú volverás a estar en un lugar que te corresponde, anclada en el punto más profundo de la dolorosa memoria de saber que nunca llegaste a ser lo que yo quise.
Espero que este año la sorpresa de navidad no tarde tanto en llegar como la última vez.

Es posible que seas la persona con la que más ganas tenía yo de ir en este viaje, y diría otra vez será, pero temo que eso no ocurra nunca.
Te quiero.

Mierda.

Antes de desaparecer (IV)

Antes de desaparecer, lo justo sería que te dijese que te voy a echar de menos, que no es mentira, que querría haber ido contigo, que tenemos aún pendiente un viaje unas dimensiones comparables, a ser posible una vuelta completa al mundo.
¿Recuerdas todas esas veces, que debieron de ser miles, en que dijimos que teníamos que irnos a vivir juntos? Con la caravana en la puerta de casa y una conexión directa con la nevera, además.
Menuda emancipación.
Tengo ganas de hacer un viaje contigo, no sabes cuánto. Pero creo que en estos términos no estamos del todo coincidentes para decidir cómo debe ser, lo que no quita que siga queriendo hacer ese viaje...
Sé que lo que tenemos ahora no es lo que era antes y estoy dispuesto a recuperarlo y a esforzarme por conseguirlo, por volver a estar hasta las tantas tirados en un colchón escribiendo letras que no recuerdo dónde están ahora, escuchar Walkman a las tantas, que siempre salía en la lista aleatoria, jugar al Worms en el ordenador, decir gilipolleces hasta que la mente no diera para más...
Pero todo eso era lo de menos, lo importante eras tú, era estar contigo.
Te he dicho que te quiero menos veces de las que te mereces, y lo siento.

Prometo acordarme de ti en este viaje, aunque no haya demasiadas formas palpables de que lo sepas.
Cuídate y no hagas nada que yo no haría.

Antes de desaparecer (III)

Antes de desaparecer me gustaría tener la certeza de que he existido para ti, aunque sea un poquito.
Me gustaría decirte a la cara, o al oído, o a los labios, lo mucho que me gustas, lo muchísimo que me atraes, como si fueras un imán imparable, que absorbe poco más de la mitad de mi concentración en clase, donde no puedo evitar dirigir buena parte de mis miradas a tu pelo, a tu sonrisa, a tus mirada del color de unos ojos a los que merece la pena conocer...
Querría haberte dicho la mitad de las cosas que he pensado sobre ti a lo largo de tanto tiempo, después de tantas y tantas veces que he podido y tan pocas que me haya decidido a acercarte un beso a los labios en lugar de las mejillas, aunque sea mínimamente, imperceptiblemente, sin que nadie, ni siquiera yo me diese cuenta de lo que hacía.
Si fuera un poquito más valiente, si fuese un poquito más la persona que quiero ser, que quiero que veas que soy, te habría dicho ya tantas cosas que no serían más que mil motivos nuevos para tener que despedirme de verdad, en persona y no con una mísera y triste entrada en un blog, que seguramente ni siquiera leas...
Si este viernes tengo un arrebato de locura, te diré que creo que te quiero, que tengo la certeza de ello, que te quiero con locura, que es posible que te quiera tanto como para decírtelo.
Pero no tiene mucha pinta de que vaya a haber suficiente alcohol para tener un arrebato de locura en el que yo vaya a ser capaz de hacerlo.

Te quiero.

Mierda.

Monday, December 19, 2011

Me encanta que te encante

Ahora mismo es posible que lo único que quiera expresar de verdad con todo esto algo que te encante, como tantas veces me has dicho de otras cosas que he escrito, especialmente si fueron pensando en ti.
Hacía tiempo que no hacía nada pensando en ti, exclusivamente en ti, quiero decir... No creo que haya demasiadas cosas que haga sin tenerte en mente en ningún momento, especialmente cuando hablo de mujeres, que es a menudo, como ya sabes.
Quisiera escribir, no sé, una historia... ¿pero de qué? ¿De amores imposibles?
No seré yo el que lo haga, no quiero seguir imaginando que tengo que probar las lágrimas sobre el teclado, ni ser el que provoque que la mirada más intensa que conozco tenga que cerrarse al mundo siquiera un mínimo segundo para derrochar una sola lágrima, y menos por una persona como yo, que por mucho que signifique para ti, a veces merezco poco más que una colleja que me haga quedarme clavado a la mesa.
Entonces pensé en hacer una historia de un amor desaparecido.
Y no he podido evitar imaginar por qué se iba a haber perdido un amor. Las teorías que más vueltas dieron alrededor del ojo del huracán mental que me formaste fueron un viaje, otra mujer, un secuestro, una locura, una enfermedad... Y ahora si eres capaz dime cuál sería la que se encajase a nuestra historia de  imposibles y de querer y no poder.
No creo que sea posible escribir una historia que describa lo que siento y cómo lo siento si no es escribir la historia real, porque en el fondo, es pocas veces las que la ficción llega a superar completamente a la realidad.
Tu eres esa parte de la realidad que ha superado una y otra vez cada barrera que la imaginación quiso ponerle, cada pequeño obstáculo, cada traba que se ha cruzado en el océano que nos separa. Eres esa parte de la realidad anidada en las raíces de los sentimientos encontrados cada vez que una imagen tuya se cruza por mi cabeza.
Ahora mismo no puedo dejar de imaginarte, desde hacía tanto tiempo que no me ocurría así.
Como la fuente de problemas que tenías que ser, porque era necesario, porque no serías lo que significas de verdad en mi vida si no los creases, sabiendo que los generas, aunque sea inconscientemente... He llegado a pensar que la simple existencia de tu persona es un problema en general para mí, como ya demostró que alguien con casi cinco mil kilómetros de ventaja te llegase a ver como la amenaza que eras para mi salud mental y emocional, que en el fondo no cuido nada, sobre todo cuando llegan enfermedades cargadas de cariño y sinceridad en estado puro como tú.
Es posible que ahora mismo sigas tratando de eliminar el caos de tu habitación, quizá con el dulce sabor en los labios de saber que arreglaste lo que tenías que arreglar, de que tuviste el valor que yo no tuve de decirme a la cara que en realidad soy un idiota que no se da cuenta de ello y parece que a veces tampoco quiere.
¿Sabes? Creo que ese es uno de los motivos por los que más te quiero.
Y tu acento.
Tu irremediablemente cómico, amoroso, enternecedor y curioso acento. Tan enormemente adorable cuando es tuyo, no como todas esas personas que parecen querer imitar a unos ojos negros y unos labios carnosos a los que no pueden acercarse más que yo.
No te creas que por haberme ido por las ramas me he olvidado de dónde comencé a escribir esto, porque tenía la idea de llegar a un lugar, aunque posiblemente en realidad lo que quisiese fuese llegar a tu lado y decirte al oído que te quiero, que lo siento y que te mereces mejores amigos que yo.
Y acabo de pensar que quizá ése pudiese ser el principio de la historia que te dedicase, que son las ideas que yo creo que más te gustan, porque son las que más me permiten desvariar en los recovecos de la pasión por escribir cuando se cruza con la pasión de acariciar una piel que quiere sentir el contacto de una mano.
Seguramente, de empezar por ahí comenzase como la mayoría de veces que escribo algo, especialmente si estás tú implicada:
"Mientras la luz del sol..."
No, hoy quiero hacer algo especial, algo distinto, algo que sea tan claro en mostrar que no quiero ser la persona que he aparentado ser sin quererlo.
Así que comenzaré al revés...



Mientras la oscuridad de la calle parecía tratar de absorber cada fotón que la lámpara de la mesilla, a media luz, pretendía emitir, dos cuerpos mínimamente iluminados que ya no tenían vergüenza que ofrecerse, se besaban y se enroscaban el uno en el otro, olvidando la locura que eso suponía.
Ella hacía ya un rato bastante largo que había olvidado cualquier tipo de consecuencia que podía tener hacer una locura, porque en realidad ella vivía de cometerlas, de caer una y otra vez en la misma piedra, a veces hasta aposta si hacía falta, aunque nunca la hiciese.
Él nunca fue consciente de la locura que se presentaba ante sus labios, que estaban dispuestos a probar las mieles del momento anterior a aquel en que su propietario se comiese el mundo, con o sin ella, aunque seguramente con su compañía. Su mente no era capaz de asumir que en realidad un acto tiene unas consecuencias más allá del mero hecho de que algo ocurra y no quería molestarse en tener que ver más allá de la posibilidad de error para poder ver los errores.
Mientras las sábanas de color ocre, que parecían recordar que hubo tiempos mejores para ellas y sus usuarios, se descolocaban, se enredaban en sus pies, se caían, se arrugaban... Él sólo era capaz de pensar en una cosa: nada.
Y así, el tiempo detenido en medio del principio de una noche perfecta, aunque sólo fuese por la unión de ellos dos, desperezaba todos esos sueños que habían dejado de lado por no estar juntos.
En realidad, en este tramo me quedé un poco "colgado" porque no sabía cómo salir de una escena así, que si de mí dependiese duraría hasta el fin de los días, si es contigo... Tampoco te extrañes de este paréntesis, por cierto, imagina que es como una carta que te escribo entre el relato, como si fuese la conversación entre el director y los actores entre toma y toma.
Las luces se apagaron cuando él ya caía, perlado de sudor, seco de energías, falto de aliento y casi incapaz de tragar otra cosa que no fuera la saliva de ella. Ella tenía los ojos cerrados, aún disfrutando de los últimos segundos en que parecieron ser uno solo.
Te hará gracia, pero tenía que ponerlo... Sin querer escribí todos los verbos referentes a ella en segunda persona. Qué cagada, menos mal que la corregí.
Ninguno de los dos pareció ser capaz de apreciar la bajada de iluminación, ya que encontraron sin problema alguno los labios del otro, donde dejar un último beso cargado de imposibles.
Mientras las horas transcurrían entre la escasa distancia que había en el abrazo que les separaba, unos ojos negros de mujer se detenían en una mirada que no era capaz de mantenerse ante ellos, demasiado profundos, como si quisiesen mirar al fondo de los misterios que hubiese en el mundo, como si fuesen el pozo al que caen los sueños que no pueden ser cumplidos si no son llorados, si no desbordan ese pozo.
Él no recordaba haber visto una mirada tan intensa, ni siquiera en veces anteriores que la hubiese visto, que fueron pocos, todo sea dicho, y le abrumaba pensar en lo vulgar de la suya propia al lado de semejante conjunto de secretos que descubrir.
Esto también te lo tengo que admitir, me temo... Creo que te considero una de las mujeres más enigmáticas que he visto y he tenido el gusto de conocer... Tienes una especie de forma de ser que parece dejar ver todo, pero que me inspira a pensar que hay mucho escondido tras la puerta que dejas abierta a todo el mundo para que mire.
Apartó la mirada, dirigiéndola a su cuello, que tenía más de una marca de una dentadura que la había querido poseer. Se mordió el labio, incapaz de recordar cuándo habría sido él tan animal de hacérselo, aunque fuera perfectamente consciente de que había habido poco antes muchísimos momentos en que podría haber ocurrido.
Aquí también hubo un parón... No sabía cómo salir de este lío en que me había metido porque me parecía necesario y ahora sólo un estorbo... Un estorbo necesario, eso sí.
Con la luz del amanecer entrando por los mínimos resquicios que dejaban unas persianas de madera rotas, la realidad fue entrando en los pensamientos apenas iniciados de ella, que ya estaba despierta.
El brazo de él ocupaba buena parte de su cintura, atrayéndola hacia sí como si tuviese miedo de perderla, que en realidad era exactamente lo que pasaba.
Ella apartó el abrazo, dejando su esencia en cada poro del brazo protector que la cubría como una manta de cariño, a veces descontrolado.
Cuando fue a moverse para salir de la cama, se dio cuenta de que el otro brazo, que no había sentido antes, estaba peligrosamente cerca de sus pechos, lo justo para dejarla dormir y lo suficiente para saber que en realidad, de haber querido, la habría vuelto a enloquecer.
Se levantó despacio, para no despertarle, mientras trataba de recomponer la noche anterior.
Descolocando más las sábanas, si acaso eso era posible, se acercó al borde de la cama, donde un cúmulo de ropa que parecía no querer volver a ponerse sobre una piel jamás.
Apenas se agachó sobre el pequeño montón para ponerse sus pantalones, percibió un movimiento en la cama tras ella, que no era sino un giro de cama inconsciente de él, que debía de estar temiendo ya la ausencia.
Ella se vistió sin prisas, pero sin perder tiempo para recuperar el norte, antes de que él pudiese volver a engañarla como había conseguido.
Un engaño que por otra parte había sido tan enormemente convincente que ella había llegado a disfrutarlo.
Cogió la blusa, que era lo único que parecía ordenado porque estaba sobre la silla y se la pasó sobre los hombros, dejando atrás los escasos retales de fantasía que aún quedaban sobre la cama, durmiendo todavía.
En verdad, esto lo escribí antes de escribir todo lo que va detrás de "Con la luz del amanecer [...]." porque me temo que se me ocurrió antes el final que lo que podía ocurrir para llegar aquí.
Cuando ella terminaba de abrocharse una blusa que parecía gritar que sobraba, porque no era posible contener tanta belleza, él consiguió abrir mínimamente un párpado, consciente al fin del conjunto de cosas imposibles que habían tenido lugar y no pudo evitar sonreír, al borde de derramar unas lágrimas que no quería que ella viese por saber que la probabilidad de que eso volviese a ocurrir eran terriblemente cercanas al cero.
Ella le miró, sonriente, diciéndole:
-Me encanta tu sonrisa, ¿lo sabes?
-A mi me encanta que te encante- respondió él, justo cuando el último botón de la blusa se resignaba a ocupar su lugar sujetando la tela
-Amor, creo que ese fue el problema.
Y con una sonrisa que se había apagado y demasiados besos aún por dar en los labios, cerró la puerta tras de sí, dejando una estela de realidad dolorosa, pero inevitable en la habitación, donde él trataba de asumir toda la razón que ella tenía, que no era poca.

En realidad, al principio pensé en escribir (y de hecho lo hice)"Me encantá tu sonrisa, ¿Lo sabés?" pero me pareció demasiado obvio y un intento muy pobre de imitar algo tan bonito como tu acento, así que lo dejé de lado.
También pensé en un final alternativo, que era un poco... yo que sé:


Él salió de la cama, consciente del sueño del que acababa de despertar, imposible y anacrónico, y se desperezó, bostezando mientras se acercaba a su caballete, donde le esperaba la deliciosa tortura de repetir cada centímetro de realidad que había a su alrededor.
Miró a la cama y no pudo evitar percibir cierta perfección en el caos que la componía, y decidió hacer algo insignificante, un cuadro que fuera el mínimo detalle que hiciera que dos personas, casi doscientos años más tarde, basaran algo que podrían haber hecho sobre cualquier otra cosa, en ese trozo de tela pintada sobre tela, a pesar de estar en distintas puntas del mundo.



¿Te he dicho que te quiero?
Espero que te guste, aunque sea un poquito.

Wednesday, December 7, 2011

Delacroix y el erotismo invisible

A todas esas mujeres que soñé tener entre las sábanas.


Una suave luz sobre la cama, reflejada por la falta de pinceladas sobre el papel blanco, que está mayoritariamente tapado por los ocres y marrones que reflejan cada uno de los pliegues en que la sábana se recrea.
El autor, pinceles, pinturas y un papel en que no cabe el enorme sentimiento que le pone, se sientan a solas ante una cama, vacía, deshecha, a penas iluminada por la luz que seguramente entre por una ventana.
Una cama que deja entrever cientos de historias posibles bajo cada sombra que el pincel vuelca a las órdenes del maestro, a su voluntad de repetir una realidad tangible sobre una superficie casi sagrada, intocable por miedo a destruirla, condenada a ser exclusivamente objeto de estudio visual si no es para restaurarla.
Una cama que invita a la imaginación y al desvarío, a la ensoñación y a la invitación a uno mismo de los deseos más tiernos, o a los más feroces o quizás, sencillamente los más cansados.
Con tan sólo unas sábanas, que posiblemente ni siquiera sean reales en cuanto a la colocación natural, sino un arreglo puramente estilístico del autor, que dejan a la imaginación en una posición de extraña desventaja, que no puede sino escurrirse bajo los recovecos que quedan ensombrecidos, aguardando una nueva pasión o un nuevo sueño bajo la tela, inmune al tiempo y a su paso, e inmune a las veces que alguien pueda pensarlo.
Mientras, el resto de paredes, repletas de cuadros, observan como el visitante se centra y abstrae en uno de los cuadros más pequeños e insignificantes, en uno de los menos representativos, pero tan emotivo, que las hace morirse de envidia por no ser ellas la insignificancia que atraiga la mente del incauto visitante.
Y la cama, tras el cuadro, se queda aguardando los secretos que unos labios le contaron a un oído que se dejaba acariciar, los silencios que quedaron atrapados en el espacio que queda entre dos gemidos, los suspiros de espera a que vuelva un cuerpo que poseer, las promesas de una noche eterna, atemporal, apasionada.
Quizá guarde noches de sueños revueltos y pesadillas constantes y torturadoras mañanas dulces como el chocolate con que se pretende sustituir a una persona que se necesita, o tardes en que el reposo es una obligación y una necesidad, más que un capricho.
Y tan poco comprendido en apenas unos gramos de acuarela y de óleo sobre un lienzo antiguo y que empieza a perder color.
Tanto, tanto erotismo en tan poco cuadro, tanto erotismo perfecto escondido tras la ausencia de una piel humana, pero con unas sombras de un color verdaderamente parecido.
Parecido al color de tu piel, que imaginé buscar bajo esas sábanas.

Tuesday, December 6, 2011

Que no se note que hemos empezado la universidad

Me había dado cuenta hace tiempo, pero aún no había tenido tiempo de escribirlo, por la propia razón que provoca que me haya dado cuenta de esto que digo aunque no mencione, para darle un poco de intriga o de sentido a esta escasa entrada.
Parece que nos hacemos mayores, o que nuestro tiempo se reduce algo más de lo que debería o quisiéramos, impidiéndonos desvariar unos minutos, tal vez unas horas...
O quizá es que no es que nos hayamos hecho mayores, sino que hemos empezado a dejar de ser realistas para comenzar a imaginar cientos, miles quizá, de proyectos que llevar a cabo, aunque sea imposible por la misma razón de reducción de tiempo.
Desde que entré en la universidad he escrito cada vez menos... O tal vez debería corregir a: "desde que me puse a estudiar en la universidad" que creo que es lo que hemos descubierto que toca todos los usuarios de blogspot  a los que sigo, casualmente.
Una lástima, me encantaba tener esas entradas que me alegraban un poco la tarde.
A ver si sacáis algo este puente en lugar de sólo salir de fiesta.