Saturday, October 22, 2011

No podrías recoger todas las hojas al viento.

Cae una de las hojas de ese castaño que hay en el jardín y me la imagino, soñando con las alturas, posándose sin más remedio en el suelo, abandonando la idea del vuelo, ese sueño que todos los que nos vemos caer tenemos...
Cae al suelo, sin más esperanza que amarillear sobre las baldosas de color tierra, tal vez invadidas por las hormigas, que trataran de sacar algo de provecho de ella, algo que les dé alimento para el invierno, que cada día está más cerca, aunque se haya hecho de rogar casi tanto como el verano.
El vaivén de la caída de esa hoja, esa mísera y banal hoja, me recuerda a la caída de las plumas de los pájaros, que parecen querer resistir aunque sea un poquito más en el aire, en el recuerdo de lo que fue la ausencia de suelo.
El roce, tan suave como su escaso peso le permite, apenas es audible, pero también me lo imagino como un terrible estruendo de calamidad en el limitado mundo de estomas, de haces y enveses, de una hoja, en definitiva.
Si las hojas al caer sonasen como las lágrimas al derramarse, estos días serían un festival de plañideras de unos doce metros de altura en mi barrio, todas negándose a desnudar ante la adversidad del frío de noviembre, que se hace más y más palpable por las mañanas.
En el escaso tiempo que me ha llevado escribir esto, han caído muchas otras hojas, y no sólo del castaño, también de ese otro árbol de color rosa cuyo nombre desconozco y desconoce su dueña también, todas ellas inundando, tal vez sin querer, la paz de un suelo vacío, desconcertado por tener tantas hojas que temen llegar a él.
El suelo, parece querer repartir algún tipo de amor irresistible, atrayendo a todas las hojas, a algunas ramas también, también a algunas personas, que ya no tienen fuerzas o no quieren buscarlas.
Pero las hojas no han dejado de ser tan banales, simples e insignificantes como eran antes, siguen sin hacer ruido apenas al caer, el vaivén de su caída sigue siendo absolutamente rutinario... y las lágrimas...
Las lágrimas tampoco dejan de caer, pero nadie parece querer hacerlas caso, tal vez porque ya son una pequeña parte, un agregado de lo que es nuestra vida, sin hacer ruido, sin hacer visitas con aviso, apareciendo cuando menos te lo esperas, o cuando más las necesitas, si es que llegan.
Y contemplo, atónito, como el roce de tu piel descompone esa mínima gota que recorría tu mejilla, esa cantidad ínfima de agua saliendo de tus ojos, que siempre parecieron reacios a tener sentimientos.
Te miraría a los ojos, pero temo verme cayendo como las hojas del castaño, temo sentir que yo tampoco tengo suelo y temo, temo sobre todo, no querer llegar jamás a él.
No querría tocarlo si no es contigo.

Y como las hojas al viento, me verás caer, pero no harás nada, porque no podrías, no podrías recoger todas las hojas al viento.
Y cae otra de las hojas de ese castaño que hay en el jardín.... y me imagino en su lugar.
http://www.youtube.com/watch?v=yhtQx34XpUI&feature=BFa&list=PL83E25F4242831EFE&lf=mh_lolz

No comments:

Post a Comment