Sunday, August 28, 2011

Las plumas que se nos cayeron volando

Que alguien venga a jurarme que todo esto no es real.
Una luz, un tremendo estruendo, un rugido infernal y de repente, el susurro angelical de la segura caída sobre el confortable colchón. Una voz de alivio, un "bienvenido" que alguien deja flotando sobre el aire esperando que alguien lo recoja y cultive. Creo que ese alguien soy yo y no me queda claro hasta que punto puedo serlo.
La blancura irresistible que me rodea parece sacada de un planeta ajeno al mío. Creí que algo así sólo podía ser concebido por una superproducción de Hollywood o una serie que un magnate decidiese comenzar.
Mientras un acolchado terriblemente cómodo me rodea, siento como una fuerza de succión absolutamente sobrenatural lo hace desaparecer.
Mi cuerpo lleva sin responder desde que todo esto empezó. Tal vez sea que mi cuerpo es esto que veo ahora, rodeado de la misma blancura, esta vez rodeada y vetada de rojo por todos los rincones que mi vista alcanza.
Un "bienvenido de vuelta" cae sobre mi, mientras el fin de una contracción destruye toda posible ilusión mientras caigo a plomo sobre la mesa de unos diez centímetros de altura, lo justo para sentir el nacimiento dolorido de mis alas, que aún pugnan por sacarme de aquí.
Ahí estás tu, o eso quiero creer, mirándome, segura de que no puede ser real, de que yo no puedo ser él, de que este cuerpo, que no me pertenece, no pertenece a quien tu quisiste amar sin atreverte.
Una cara diferente se me acerca, sorprendida y me felicita por mi capacidad de luchar, pero ésa es tu cara de nuevo, rogándome con la mirada que me quede, que no pierda el tiempo en volver al lugar donde quisimos ser infelices, donde yo quise serlo.
El rostro de una mujer con mascarilla, sin nombre, sin un ser concreto ni definido, se acerca peligrosamente a lo que creo que aún es mi cara y me asegura que puedo con ello, que podemos. No sé quién es, pero me inspira la confianza que necesito para saber que el túnel que me separa de ti es una caída libre de la que no hay huida.
Por fin entra en juego una última de mis perdiciones y la anestesia hace desaparecer los focos sobre mi cuerpo.
La espiral se vuelve confusa porque ahora es el negro el que sucede con el blanco, sin quedar nunca claro cuál es cuál,  porque todos se mueven por la escala de grises con todas las variaciones y tonalidades intermedias, de esas que tú podrías haber imaginado para una de las paredes de la casa en la quise hacer los esquemas que tanto me gustaba romper.
Mientras tanto, una luz dorada sobre la cabeza de otro tú ,que juraría que es el verdadero, me ciega, me atrae como las moscas que se acercan a las farolas del metroligero.
Los trances se suceden y miles de caras son parecidos mínimos, miles de personas con pensamientos con parecidos mínimos, pugnan por entrar en mi vida casi tanto como tú. Aunque tal vez fuera mi necesidad de hablar conmigo mismo, la necesidad de querer comunicarme algo que ta sabía, algo, que en cierta manera yo quería comunicar antes de recibir, tal vez para pensar sobre la realidad de ello.
El negro absorbe todo y un blancor que cada vez se desvanece más se fuga por un punto central.
La luz empieza a inundar la instancia, destruyendo la escuela donde pudiera haberte conocido aunque no lo hiciese. O no como quisiera.
Odio pensar en ello, pero es posible que te ame, y es por ello que cuando lo necesite, iré contigo. Y ese momento ha llegado y es ahora.
Abro los ojos y siento unos focos en la cara mientras una sábana oculta mi visión del mundo, cada vez más escasa.
Los cierro y veo la absoluta claridad en la que tú me esperas, aunque no sepamos a qué se debe, ni las direcciones que tomar en ella, pero sabiendo que podemos volar, poco  nos importará abrir esas alas que nos abrió un shock eléctrico.
Lo último que me queda es este vuelo sin alas, esperando a que me crezcan, esperando a verte, lo justo para poder sufrir solo, sabiendo que a lo lejos, no soy el único.
Los focos se apagan y dan el finiquito, la cara de profunda decepción que asoma sobra las mascarillas es un símbolo inequívoco.
Una fuerza por encima de lo que creía posible me arrastra al sitio donde los focos que no tienen origen definido tratan de esconderse en mis sombras, que ya no existen.
Tú estás esperándome, como tantos otros que ya me dan igual.
Pero la operación fue un éxito, de doce que fuimos en un quirófano sólo murió uno, que fui yo. Que quise hacerlo si tu estabas al otro lado.
Y ahora tu mano me pide que la siga, sin mayor comentario.
Supongo que todo esto significa que ya se ha acabado el trance ese de estar por enésima vez en una sala, luchando por quedarme con alguna enfermera, que me decía que aún era pronto para mi, cuando ya era tarde para pensar en ello.
Es la última vez que semejante sala de espera al infinito me tiene en vilo, que la blancura impoluta de un lugar trata de ponerse en el lugar de la negrura que debería de tener lugar bajo mis párpados cerrados.
Voy a otro lugar, no sé si mejor o peor, pero donde tu me esperes, o te espere yo a ti.
Y podremos hacer nubes con formas para que otro alguien se imagine que no estamos ahí arriba.

No comments:

Post a Comment