Friday, January 28, 2011

Experimento, primer capítulo

Bueno, como casi siempre que escribo, me propongo hacer un experimento sobre lo que se puede considerar un relato. No me gusta poner límites a las cosas y mucho menos encasillarlas en un determinado ambiente o forma, sobre todo cuando éstas cosas tienden a ser inclasificables. Es decir, me propongo hacer un relato que no sea simplemente un relato, y como quiero que no sea algo ya existente y punto, quisiera darle un nombre, por ejemplo metarrelato (con perdón al inventor de la metanovela Onetti, si no me equivoco).
La idea que he tenido es sencillamente que yo empiezo un relato y lo dejo a medias, y vosotros con los comentarios decís lo que creeis que va a pasar y lo que querríais que pasase. No garantizo que ocurra lo que vosotros pedís porque hay una parte del guión que ya está escrita, pero se hará lo que se pueda ;)

Bueno, a ver qué tal sale, vamos allá:

Puta.
Lo primero que se le venía a la cabeza, así cada mañana. Puta. Sin más. Dejarle tirado sin menor consideración era lo último que le había hecho, aunque tal vez no lo más doloroso. Sabía que estaba todo mejor así, pero no quería aceptarlo.
Abrió los ojos. Efectivamente, estaba amaneciendo. Y no estaba su sonrisa ahí para decirle "Este día sí, mi amor", aunque fuese mentira.
Ella siempre había sido la puntual, que sin querer consiguió organizar su vida y la de su marido, que todos creían un caso perdido. Todo empezó aquella tarde en la que ella empezó a llamarle Carlitos, cuando en realidad se llamaba Federico. Siempre había querido llamarse de otra forma, pero nunca había sopesado el nombre "Carlos". Por supuesto, lo primero que él pensó es que ella había metido la pata y punto, pero poco después se dió cuenta de que ella quería un nombre especial, sólo para ellos dos y le había bautizado de nuevo.
Toda su vida en común había sido una sucesión de cosas que no tenían en común y un lazo discontinuo que les impedía separarse, como un imán de esos que ella estudiaba en su laboratorio mientras él mataba sanos, como ella le decía todas las mañanas.
Los años habían pasado fugazmente sin mayor contratiempo que los lógicos de tal situación. Él siempre quiso una vida movida, una aventura detrás de otra, un peligro detrás de cada esquina y conocer hasta el último recoveco del pequeño planeta en que le había tocado vivir hasta que se descubriese otro que visitar. Pero ella aspiraba a tener una vida normal y un sólo hijo, cosa que a él le parecía impensable. ¡Sólo uno! Si todo el mundo  fuese así, la humanidad se iría a pique, pero ella seguía pensando que si el mundo en el que iba a vivir su hijo no es el que ella quisiera, no quiere tener más de uno que lo sufra.
Se incorporó ligeramente y se dejó caer de nuevo, atacado por el dolor abdominal de las heridas a medio cicatrizar. Tanteó la mesilla de noche y cogió el cigarro que reposaba sobre ella.
Con el mechero a veinte centímetros del cigarro pensó: "Ella no habría querido"
Y lo dejó sobre la mesa.

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