Y rememoró cada momento en que sus dedos consiguieron sacar las mejores melodías de amor que puedan escucharse de lo más profundo de su amante.
Su amante, que nunca le miró si no era para ser tocada, que nunca le exigió nada aparte de cariño y amor, aunque estuviese con otras, que siempre estuvo donde él la había dejado.
Al borde de la congelación del corazón se dio cuenta de que no hacía tanto frío en la calle, ni en sus sentimientos, hacía suficiente calor si estaba con ella.
Y se imaginó que en realidad, sólo la necesitaba a ella, a su guitarra, para protegerse del frío.
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