Wednesday, December 22, 2010

El techo que se encogía

Hay cientos de leyendas urbanas que no dejan ni dejarán nunca de circular por las calles. Siempre ha sido así. Antes la mayoría eran lo que llamaban "milagros" y ahora son lo que llaman "teorías conspirativas", pero el origen y lo que queda del recuerdo en efecto, llegan a ser bastante parecidas.
Parece un milagro desde luego que Ricky Martin no pensara en suicidarse despues del famoso incidente de la niña y el perro, y parece aún más milagroso que no lo mencionase nunca en ninguna canción o entrevista.
Aún así, hay ciertas leyendas urbanas que como mínimo llaman mi atención, como la que dice que los niños eran antes más grandes que ahora, que cada vez son más pequeños. Hoy he visto a un niño salir de su clase y me habría sacado lo menos una cabeza de ser de mi edad.
Pero hoy también he descubierto lo pequeño que es el mundo, que cada vez es más pequeño. Tanto es así que hoy me he dado cuenta de que el colegio que ha sido testigo de buena parte de mis mejores días, de las grandes amistades de la infancia, de todos esas mañanas corriendo por el patio, ha encogido, ha reducido su existencia, a un lugar normal, dejando de ser ese enorme mundo que me vió crecer.
Todos esos edificios que nos parecían eternos, los campos de futbol que ocupaban una extensión superior a el mar en nuestra imaginación han encogido como los glaciares por el cambio climático. Las canastas que parecían querer raspar el cielo ahora parecen incluso pequeñas para jugar al baloncesto, a pesar de que a todos los niños les parecen monumentales, suponiendo que sepan el significado de tal palabra.
Las líneas que marcaron el campo de futbol cuando yo todavía era pequeño no son más que el contorno difuso de unas medidas interpretadas a la baja de un campo de fútbol, y las gradas ahora parecen tener incluso menos capacidad que antes.
Pero hay cosas que nunca cambian.
Los niños siguen saliendo a la misma hora, y a pesar de dar tan pocas horas de clase siguen pensando que es eterno, como siempre. Tampoco hay demasiados niños que afirmen que les gusta el colegio, casi seguro que es porque no saben a que se enfrentan cuando salgan. Sigue siendo uno de los lugares que conozco con más sonrisas por metro cuadrado, con mayor capacidad de producir felicidad cada día.
Hoy he escuchado esa canción que rezaba: "Hace frío y llueve/ algo me conmueve/ vuelve, a mi memoria el patio [...]"
Es curioso, hoy es un día así y me he acordado de todo esto.
Y al final, ¿Qué me queda de esos días? Poco más que ese recuerdo extraño y lejano, casi ajeno del perfume de Ana, el olor a tierra del patio, el metal de las vallas que ya no existen, el cemento gris que nos sujetó tantos años, las manchas rojas del pantalón tras cada partido de fútbol, los campeonatos eternamente inconclusos, las manifestaciones estúpidas y las ganas de crecer y ver más mundo.
No se lo he dicho a nadie allí, pero me siento en deuda.
Gracias por todos esos momentos que he vivido en un espacio tan pequeño, en un mundo tan grande e interminable. Gracias por enseñarme a ser como soy, a luchar por lo que pienso y a recordar a aquellos que de verdad hicieron algo por mí.

Gracias.

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