Saturday, June 4, 2011

Fiel compañera

Me gustaría poder decir eso de que recuerdo cada caricia sobre cada una de ellas. O tal vez, por lo menos, cuando menos, que las recuerdo a todas, pero lo cierto es que la única que sigue permaneciendo junto a mí, y sólo de vez en cuando, es la primera.
Hay mañanas que me despierto deseando que estuviera ahí, junto a mí y compartir caricias, el susurro de los roces acompañando a un discurso mudo. Y noches que desearía poder acostarme sabiendo que alguna, la que me ocupe en ese momento, está junto a mí, que me acompaña en mis últimos segundos de ser un ser humano despierto.
Y alguna hay que me acompañe después como ser onírico.
Ha habido más de una que me ha dado más alegrías que desilusiones, las hay que han hecho que se me saltasen las lágrimas, que me han impedido abandonarlas sin saberlo.
He compartido tantos juegos con todas ellas...
Pero de todas ellas guardo cuando menos un recuerdo, tal vez un par de pequeños pedacitos guardados en sobres blancos, en algunos casos incluso, al fondo del cajón guardo alguna foto con ella.
Ha habido muchas y no me cabe duda de que habrá más, porque soy así y soy incapaz de vivir sin ellas y me gusta pensar que a ellas les pasa lo mismo.
Seguramente una de las cosas que más me gustan es su feminidad. O tal vez la delicadeza con que pueden verse a veces y lo maltratadas que se ven la mayoría.

Creo que guardo un poco de amor hacia cada una de ellas, y agradezco a aquel anónimo personaje que allá por el siglo XVII las inventó. 
Ojalá pudiesen leer las barajas y dejar de sentirse un medio para jugar y punto. 

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