Resulta que era la mujer perfecta, pero ella nunca lo tenía del todo claro. No sabía por qué, pero cuando alguien se lo susurraba al oído, no se lo creía, Me estarán mintiendo, Pensaba, pero claro, a ver para qué van a mentirle a una mujer perfecta, si ella sabría que era mentira, que para eso era perfecta. Y nadie se daba cuenta de que parte de su perfección era precisamente no saber que lo era, qué gracia va a tener ser perfecta, por dios. Pero algo tenía que tener para ser capaz de enamorar y de demostrar que alguien podía ser buena o mala persona sólo por ella, porque le había prometido un beso caliente en una tarde de Abril, más bien tirando a noche de olvidos y locuras casi involuntarias, porque había prometido involuntariamente espantar el frío que les asaltaba y el aire que él iba a tratar de respirar después de cada beso con sabor a problemas. Problemas de los que dicen, Hola soy la mujer que dicen que es perfecta pero que no se cree serlo, a lo mejor es porque lo soy y eso me hace incapaz de admitirlo, Problemas que irrumpen entre las sábanas cuando uno se va a dormir sin el calor de ella calentando el colchón y espantando pesadillas, que irrumpen cuando el frío de no tener noticias de ella era palpable en el ambiente y uno necesita abrigarse incluso estando a unos pocos centímetros de la hoguera, aún estando a escasas horas de la llama de la alegría que ella había encendido en medio del campo de desolación de dar la vuelta a la vida que había provocado un chantaje tan tonto como Te pago con un beso si te das prisa, Y unos pies que querrían volar sólo un poco más rápido sobre el suelo, unas piernas que quieren ser como las de Usain Bolt, una calle que parece entera cuesta abajo, quizá porque lo sea, unos ojos iluminados porque ya han visto beber varias copas, porque son conscientes de que verán esos labios acercarse a unos que quedan más cerca, porque van a ver unas manos que agarren el cuerpo que tantas y tantas veces han tenido que imaginar tener en la retina.
Curiosas pasadas que juega la memoria, que a veces nos hace ver frente a nosotros las cosas que no existen, que no están presentes, pero que no parecen estar en ningún otro lugar, que nos parecen una especie de presencia etérea, inexistente, pero absolutamente innegable. Que en una de estas decide alguna parte del cerebro que merece la pena volver a soñar con ella, con ese beso que se robaron mutuamente, con el momento que tanto tiempo había esperado, soñar con la conversación más intensa que había salido de unos labios en medio de Gran Vía, Te quiero, no debería haber tardado tanto en decirlo, Te quiero yo también, Prométeme quererme, Prometo quererte si prometes no olvidarme, Un beso que corta las palabras, una escena digna de una novela y sólo dos personas que sean capaces de entender toda una locura como esta, una escena escrita con demasiada frialdad si se compara con el momento, con demasiado calor si se compara el ambiente, con demasiado de Te echo de menos, de Quiero verte.
Era una locura, vaya.
La prosa esta hecha para aquellos que no somos capaces de disfrutar de los poemas que escribimos.
Showing posts with label te echo de menos. Show all posts
Showing posts with label te echo de menos. Show all posts
Monday, April 16, 2012
Era una locura, vaya.
Etiquetas:
Seguramente tú,
te echo de menos,
te quiero
Wednesday, March 28, 2012
Imagina que...
Imagina que tengo claro que es lo que siento...
Imagina por un segundo que me atrevo a decirte que seré capaz de desaparecer de este mundo para internarme por las cuevas más oscuras, por los pasajes más remotos y por los callejones más intransitados del tuyo. Suspira pensando en las pisadas de mis pies rompiendo el silencio de tus pensamientos y de todas las imágenes que atraviesan tu mente cuando olvidas que estoy ahí, aunque no físicamente.
¿No notas que cada vez soy un poco más palpable?
Ojalá.
Hoy, justo hoy, siento que mañana, justo mañana, será un día en que volver a leer que hoy, es un día tuyo, porque eres lo único en lo que puedo pensar.
Vamos a hacer como que de verdad creemos en serio que algo o alguien ahí arriba decide por nosotros qué es lo que va a pasar y qué vamos a hacer. Y este sería el momento de pedir el libro de reclamaciones por no dejarnos un poquito más cerca, por no poder estar un centímetro más cerca de tu piel, por no poder besarte cada mínimo milímetro de piel que quede al descubierto cuando te desnudo, tan despacio como soy capaz, como me permite la ansiedad, los nervios y tu mirada.
Porque ambos sabemos que no vas a dejar de mirarme mientras mi aliento y mi pulso se aceleran cada vez más, como cada vez que estamos juntos y te ríes de la facilidad con que me manejas, con la sencillez que siento que eres capaz de manipularme.
Y al abrir los ojos, lo mejor, lo peor, lo único que veo, son tus labios, siempre con un beso dispuesto a ser entregado a alguien que lo merezca, mientras dudo de que yo sea esa persona, mientras busco en tus ojos el mismo sentimiento que creo sentir en los míos sin saber si es cierto. Mientras me veo reflejado tenuemente en lo más profundo de tus pupilas pienso en cada segundo que he sentido que el paraíso se acercaba entre tus labios, que siento lejanos como el sol y por seguir con la misma comparación, igual de cálidos, casi ardientes cuando están demasiado cerca.
Pero demasiado tentadores como para dejarte escapar.
No te debes de imaginar que estoy al borde del llanto al escribir esto pensando en que no sé qué pensar, que no sé qué pensarás cuando lo leas, que me siento tan confuso que ya me parece que la cerveza y el par de chupitos de ron no están distorsionando mi mundo, que de verdad es así...
Daría todo por tener algo en claro y que ese algo fueras tú.
Lo siento, de verdad.
Pero me parece que a veces eres demasiado increíble para ser real y no me termino de creer a mí mismo contigo, de lo que sea, aunque no sepa describirlo.
Dios, ahora mismo mi mente es un torbellino tristemente cargado de nada, de todo y de sentimientos que ni sé describir ni ordenar.
Hay que joderse.
Por favor, no otra vez otro texto que acabe así, que cada vez siento que estoy un poco más harto de la monotonía de mi pésima forma de escribir, de mi incapacidad de mantener la constancia, de no dejar de tener ideas que me parecen cojonudas pero no saber desarrollarlas...
Es posible que sea otra noche más sin tu aliento en el oído diciéndome que me quieres y que no pasa nada, que tú me ayudas y que no haya más noches sin él.
Total, que voy a decir un "buenas noches" por no imaginar que no será de las mejores.
Que por imaginar... imaginaré que sueño.
Por imaginar, que no quede.
Imagina por un segundo que me atrevo a decirte que seré capaz de desaparecer de este mundo para internarme por las cuevas más oscuras, por los pasajes más remotos y por los callejones más intransitados del tuyo. Suspira pensando en las pisadas de mis pies rompiendo el silencio de tus pensamientos y de todas las imágenes que atraviesan tu mente cuando olvidas que estoy ahí, aunque no físicamente.
¿No notas que cada vez soy un poco más palpable?
Ojalá.
Hoy, justo hoy, siento que mañana, justo mañana, será un día en que volver a leer que hoy, es un día tuyo, porque eres lo único en lo que puedo pensar.
Vamos a hacer como que de verdad creemos en serio que algo o alguien ahí arriba decide por nosotros qué es lo que va a pasar y qué vamos a hacer. Y este sería el momento de pedir el libro de reclamaciones por no dejarnos un poquito más cerca, por no poder estar un centímetro más cerca de tu piel, por no poder besarte cada mínimo milímetro de piel que quede al descubierto cuando te desnudo, tan despacio como soy capaz, como me permite la ansiedad, los nervios y tu mirada.
Porque ambos sabemos que no vas a dejar de mirarme mientras mi aliento y mi pulso se aceleran cada vez más, como cada vez que estamos juntos y te ríes de la facilidad con que me manejas, con la sencillez que siento que eres capaz de manipularme.
Y al abrir los ojos, lo mejor, lo peor, lo único que veo, son tus labios, siempre con un beso dispuesto a ser entregado a alguien que lo merezca, mientras dudo de que yo sea esa persona, mientras busco en tus ojos el mismo sentimiento que creo sentir en los míos sin saber si es cierto. Mientras me veo reflejado tenuemente en lo más profundo de tus pupilas pienso en cada segundo que he sentido que el paraíso se acercaba entre tus labios, que siento lejanos como el sol y por seguir con la misma comparación, igual de cálidos, casi ardientes cuando están demasiado cerca.
Pero demasiado tentadores como para dejarte escapar.
No te debes de imaginar que estoy al borde del llanto al escribir esto pensando en que no sé qué pensar, que no sé qué pensarás cuando lo leas, que me siento tan confuso que ya me parece que la cerveza y el par de chupitos de ron no están distorsionando mi mundo, que de verdad es así...
Daría todo por tener algo en claro y que ese algo fueras tú.
Lo siento, de verdad.
Pero me parece que a veces eres demasiado increíble para ser real y no me termino de creer a mí mismo contigo, de lo que sea, aunque no sepa describirlo.
Dios, ahora mismo mi mente es un torbellino tristemente cargado de nada, de todo y de sentimientos que ni sé describir ni ordenar.
Hay que joderse.
Por favor, no otra vez otro texto que acabe así, que cada vez siento que estoy un poco más harto de la monotonía de mi pésima forma de escribir, de mi incapacidad de mantener la constancia, de no dejar de tener ideas que me parecen cojonudas pero no saber desarrollarlas...
Es posible que sea otra noche más sin tu aliento en el oído diciéndome que me quieres y que no pasa nada, que tú me ayudas y que no haya más noches sin él.
Total, que voy a decir un "buenas noches" por no imaginar que no será de las mejores.
Que por imaginar... imaginaré que sueño.
Por imaginar, que no quede.
Etiquetas:
te echo de menos,
te echo de menos.,
Tu
Tuesday, February 14, 2012
Carta de romanticismo tardío o felicitación temprana
Querido amor de mi vida:
Sé que esto llegará tarde, como todos los documentos que puedo escribir que están destinados a ser importantes, sobre todo si lo son para mí, o para la persona a la que deben de llegar.
Me he preguntado varios miles de veces cuándo será la próxima vez en que tenga la certeza de que existes y la satisfacción de comprobar que tu piel sigue caliente al tacto cuando la acaricio, que tu cuerpo sigue irradiando esa sensación de calma cuando lo abrazo y aunque sé que esa pregunta es seguramente de las más difíciles de responder de todas las que he escrito o pensado, sé que para cuando ocurra, mis labios seguirán siendo suficientemente arrogantes como para pedirle un beso a los tuyos, seguramente bajo la luz de la luna, como temíamos que nos pasase, bajo ese hechizo que ambos sospechábamos como una cosa certera y absolutamente inevitable si confluíamos bajo el mismo cielo y el mismo brillo en algún momento, impredecible, como cada una de las palabras que nos dedicamos cuando nos queremos decir que nos queremos, como cada segundo que pienso en ti, que acaba por derivar en cualquier otro tema que tenga que ver contigo, que en los últimos años ha acabado por ser prácticamente la totalidad de la existencia que me rodea y me ampara ante la falta de tu calor, la ausencia de noticias tuyas de cerca y el ansia que me corroe a cada minuto por leer algo que sepa que es para mi, aunque cada día me parezca un poquito más imposible que eso ocurra, porque temo que tengas esa capacidad que yo no tengo para olvidarme de que entre nosotros había algo más que un flujo de datos y de píxeles por un ordenador, o dos, o los que sea que haya entre nosotros en cualquier momento.
Posiblemente seas la persona a la que más veces le he dicho que la quiero en mi vida casi desde el día que te conocí, y con certeza casi absoluta eres la persona a la que más veces he llamado amor o la he considerado como tal, aunque fuera de broma algunas veces.
Pero no quería hablar de esto, porque quería que la protagonista de una carta que tú leyeses fuese precisamente tú.
Tú, persistente omnipresente en mis pensamientos, empecinada donde las haya de estar, de seguir ocupando gran parte de mis reflexiones y sobre todo, de mis escritos.
Y que dentro de nada te me haces un año más mayor.
Sinceramente, creo que nada que pudiese decirte ahora mismo fuese suficiente para expresar las ganas que tengo de verte, la necesidad que crece un poquito más en mí de saber de ti cuando veo tu foto, tu nombre en cualquier red social, quizá en un e-mail, en blogger...
Y me temo que olvidé qué canción me recuerda a ti, creo que olvide tu olor, tal vez tu sonrisa cuando me la dedicas, tu mirada de profundidad absoluta y de saber cada uno de mis secretos, tu forma de moverte, un poquito de tu acento... Espero que me regales de nuevo conocer todas esas cosas por este año más en tu vida.
Y espero que sean muchos más, a ser posible conmigo algo más cerca, aunque lo más lejos que quiera estar de ti sea lo que abarca uno de tus abrazos.
¿Qué más decirte que no suene a reutilizado y refrito? ¿Cómo escribirte que te quiero sin sonar a fórmulas preconcebidas ni a ideas ya usadas? ¿Y para qué hacer todo esto sin tener la certeza de que lo leerás como sé que sí que harás con una carta?
Supongo que ya sólo te puedo decir que te quiero, así, sin más, sin adornos innecesarios, sin páginas y páginas de frases que acompañen a esas dos palabras, tan sencillas, tan claras, tan directas y diáfanas como lo que sé que siento por ti aunque a veces no lo admita.
Supongo que esto sería poco como regalo de cumpleaños para alguien tan especial como tú, así que he decidido que tendrás algo más.
Pero que será sorpresa.
Ya llegará, prometo.
Te quiero,
Sé que esto llegará tarde, como todos los documentos que puedo escribir que están destinados a ser importantes, sobre todo si lo son para mí, o para la persona a la que deben de llegar.
Me he preguntado varios miles de veces cuándo será la próxima vez en que tenga la certeza de que existes y la satisfacción de comprobar que tu piel sigue caliente al tacto cuando la acaricio, que tu cuerpo sigue irradiando esa sensación de calma cuando lo abrazo y aunque sé que esa pregunta es seguramente de las más difíciles de responder de todas las que he escrito o pensado, sé que para cuando ocurra, mis labios seguirán siendo suficientemente arrogantes como para pedirle un beso a los tuyos, seguramente bajo la luz de la luna, como temíamos que nos pasase, bajo ese hechizo que ambos sospechábamos como una cosa certera y absolutamente inevitable si confluíamos bajo el mismo cielo y el mismo brillo en algún momento, impredecible, como cada una de las palabras que nos dedicamos cuando nos queremos decir que nos queremos, como cada segundo que pienso en ti, que acaba por derivar en cualquier otro tema que tenga que ver contigo, que en los últimos años ha acabado por ser prácticamente la totalidad de la existencia que me rodea y me ampara ante la falta de tu calor, la ausencia de noticias tuyas de cerca y el ansia que me corroe a cada minuto por leer algo que sepa que es para mi, aunque cada día me parezca un poquito más imposible que eso ocurra, porque temo que tengas esa capacidad que yo no tengo para olvidarme de que entre nosotros había algo más que un flujo de datos y de píxeles por un ordenador, o dos, o los que sea que haya entre nosotros en cualquier momento.
Posiblemente seas la persona a la que más veces le he dicho que la quiero en mi vida casi desde el día que te conocí, y con certeza casi absoluta eres la persona a la que más veces he llamado amor o la he considerado como tal, aunque fuera de broma algunas veces.
Pero no quería hablar de esto, porque quería que la protagonista de una carta que tú leyeses fuese precisamente tú.
Tú, persistente omnipresente en mis pensamientos, empecinada donde las haya de estar, de seguir ocupando gran parte de mis reflexiones y sobre todo, de mis escritos.
Y que dentro de nada te me haces un año más mayor.
Sinceramente, creo que nada que pudiese decirte ahora mismo fuese suficiente para expresar las ganas que tengo de verte, la necesidad que crece un poquito más en mí de saber de ti cuando veo tu foto, tu nombre en cualquier red social, quizá en un e-mail, en blogger...
Y me temo que olvidé qué canción me recuerda a ti, creo que olvide tu olor, tal vez tu sonrisa cuando me la dedicas, tu mirada de profundidad absoluta y de saber cada uno de mis secretos, tu forma de moverte, un poquito de tu acento... Espero que me regales de nuevo conocer todas esas cosas por este año más en tu vida.
Y espero que sean muchos más, a ser posible conmigo algo más cerca, aunque lo más lejos que quiera estar de ti sea lo que abarca uno de tus abrazos.
¿Qué más decirte que no suene a reutilizado y refrito? ¿Cómo escribirte que te quiero sin sonar a fórmulas preconcebidas ni a ideas ya usadas? ¿Y para qué hacer todo esto sin tener la certeza de que lo leerás como sé que sí que harás con una carta?
Supongo que ya sólo te puedo decir que te quiero, así, sin más, sin adornos innecesarios, sin páginas y páginas de frases que acompañen a esas dos palabras, tan sencillas, tan claras, tan directas y diáfanas como lo que sé que siento por ti aunque a veces no lo admita.
Supongo que esto sería poco como regalo de cumpleaños para alguien tan especial como tú, así que he decidido que tendrás algo más.
Pero que será sorpresa.
Ya llegará, prometo.
Te quiero,
Etiquetas:
cartas.,
Nosotros,
olvido,
te echo de menos,
te echo de menos.,
te quiero,
Tu,
tu sonrisa,
viajes
Sunday, February 5, 2012
Pero sólo por ser tú.
Mientras miro tus ojos azules, me imagino en lo profundo que debe de ser caer en el cielo que se deja de adivinar en ellos cuando los cierras para dejar de mirarme.
Sueles hacerlo cuando te digo que te quiero, o cuando te miro fijamente, como queriendo decirte tantas y tantas cosas que prefieres adivinar, aunque te guste oírlas salir de mis labios, que miras cuando hablo como si revelasen la verdad más absoluta que haya por ver.
Cuando te desvisto con la mirada, giras la cabeza, dejando que tus rizos tapen tu cara, mientras la pálida piel de tus hombros sale a la luz durante un par de segundos, dejando que una mirada mía los acaricie como si fuese el último momento en que vaya a poder hacerlo.
Si te agarro la mano, me devuelves un apretón de complicidad, presionando mis dedos un por uno, con tus finísimos dedos de pianista en ciernes sin conocimiento alguno sobre música, aparte de tu capacidad de cantarme una nana mientras mantienes mi mirada, con el verde de tus ojos estrellándose contra mi imaginación de libertad en ellos.
Dejando resbalar mis manos por tu espalda, tratando de cartografiar cada milímetro de tu piel morena, cada músculo que tensarás cuando acabemos tumbados otra vez sobre un colchón, cada vez uno diferente, como cada gemido que harás que me estremezca.
Cada vez que quiero besar tu cuello, delgado y alto, como el de un cisne que quisiera tocar el cielo, me encuentro perdido entre la inmensidad de la fuerza de tu respiración, terriblemente cerca de mi oído, demasiado fuerte como para decir que no estás comenzando a tensarte.
Según me empujas hacia la cama, siento cómo caigo y me dejo caer, mareado por tener cada gramo de mi carne pendiente de tu cuerpo al que le sobra toda esa ropa que tan bien te disimulaba el cuerpo, que acabas de empezar a dejar descubrir, aunque no te guste que te lo mire si salimos de la cama.
Noto tu pelo liso cayendo sobre mi cara mientras me muerdes el cuello, me besas y me dejo elevar un poco más cerca del infinito mientras me olvido de que existimos en este mundo y no en otro diferente.
Según me empiezas a robar la ropa para tirarla al suelo noto como me tiemblan las piernas casi tanto como a ti los brazos, que empiezas a no poder controlar conscientemente.
Me arañas la espalda, con tus uñas casi tan largas como la duración de un orgasmo que parece no querer acabar mientras mi peso siga cayendo sobre el tuyo o al revés.
Cierras tus ojos, oscuros como pozos que llevan al infinito, cerrando las puertas del paraíso a todos los mortales que no pudieron mirar a tiempo en la profundidad de una mirada tuya, que me hace viajar hasta la otra punta del mundo con cada respiración agitada que me haces al oído.
Todos los lunares sobre tu piel parecen estar reclamando que los bese cuando sueltas un gemido que no sabes acabar, o que no te dejo callar.
Rompiendo la monotonía, siento como tu cuello, casi tan grueso como el mío se tensa hacia mí, mordiéndome la oreja y tirando hacia ti, reclamando que te bese, que muerda tus labios, delgados como una línea que define lo que es amistad y lo que es amor.
Agarras las sábanas, la cama, mi espalda, lo que sea que te permita no huir de este mundo y te mantenga en él mientras viajas y desapareces de todo lo que nos rodea, sincronizando un segundo de perfección en nuestras vidas.
Las ondulaciones de tu pelo están enredadas, descolocadas de golpearse contra la almohada y el colchón, de no saber cómo ordenarse para no parecer tan caóticos.
Y me miras con tus ojos de color miel, como diciéndome que querrías pasar así una tarde y otra conmigo, o tumbados sobre el sillón rojo de mi sótano, mientras te acaricio la espalda y te beso el cuello.
Y mientras lo hago, me sorprendo de el perfecto color de tu espalda, demasiado claro para llamarse moreno y demasiado oscuro para ser pálido, que no puedo dejar de querer acariciar como si fuese a escapar.
Me acaricias el pecho, mientras me miras y me besas con tus labios carnosos, como si pudiesen comerse el mundo o mis ganas de seguir en él.
No puedo resistir estar en perfecta sintonía contigo, en sentir que he tenido demasiada suerte en acertar al tratar de seducirte como para que de verdad hayas caído en las redes de mi estupidez.
Y tu larguísimo pelo me confunde, me dice que no eres tú, que no soy yo, que esto es todo mentira, porque no puede ser tan bueno y ser real, al menos no tanto tiempo.
Me acaricias con los dedos el cuello, mientras noto que tienes la piel gastada en las yemas de haberte mordido las uñas demasiado, de haberte puesto nerviosa tantas veces.
Y me sorprendo al abrir los ojos y descubrir que no te pareces en nada a ti.
Que respiras calma hasta que te muerden el cuello y que no te puedo tocar la pierna sin ver en tus ojos un atisbo de nerviosismo.
Te miro y recuerdo que ibas vestida enseñando casi demasiado, pero lo justo para que quisiese quitarte todo a mordiscos, o intentarlo, aunque mi éxito sea previsiblemente bajo.
Si no sé qué quiero, me lo aclaras con un simple "fóllame" eliminando toda posible duda al respecto.
Y me descubro pensando que es justo lo que quiero.
Pero sólo por ser tú.
Sueles hacerlo cuando te digo que te quiero, o cuando te miro fijamente, como queriendo decirte tantas y tantas cosas que prefieres adivinar, aunque te guste oírlas salir de mis labios, que miras cuando hablo como si revelasen la verdad más absoluta que haya por ver.
Cuando te desvisto con la mirada, giras la cabeza, dejando que tus rizos tapen tu cara, mientras la pálida piel de tus hombros sale a la luz durante un par de segundos, dejando que una mirada mía los acaricie como si fuese el último momento en que vaya a poder hacerlo.
Si te agarro la mano, me devuelves un apretón de complicidad, presionando mis dedos un por uno, con tus finísimos dedos de pianista en ciernes sin conocimiento alguno sobre música, aparte de tu capacidad de cantarme una nana mientras mantienes mi mirada, con el verde de tus ojos estrellándose contra mi imaginación de libertad en ellos.
Dejando resbalar mis manos por tu espalda, tratando de cartografiar cada milímetro de tu piel morena, cada músculo que tensarás cuando acabemos tumbados otra vez sobre un colchón, cada vez uno diferente, como cada gemido que harás que me estremezca.
Cada vez que quiero besar tu cuello, delgado y alto, como el de un cisne que quisiera tocar el cielo, me encuentro perdido entre la inmensidad de la fuerza de tu respiración, terriblemente cerca de mi oído, demasiado fuerte como para decir que no estás comenzando a tensarte.
Según me empujas hacia la cama, siento cómo caigo y me dejo caer, mareado por tener cada gramo de mi carne pendiente de tu cuerpo al que le sobra toda esa ropa que tan bien te disimulaba el cuerpo, que acabas de empezar a dejar descubrir, aunque no te guste que te lo mire si salimos de la cama.
Noto tu pelo liso cayendo sobre mi cara mientras me muerdes el cuello, me besas y me dejo elevar un poco más cerca del infinito mientras me olvido de que existimos en este mundo y no en otro diferente.
Según me empiezas a robar la ropa para tirarla al suelo noto como me tiemblan las piernas casi tanto como a ti los brazos, que empiezas a no poder controlar conscientemente.
Me arañas la espalda, con tus uñas casi tan largas como la duración de un orgasmo que parece no querer acabar mientras mi peso siga cayendo sobre el tuyo o al revés.
Cierras tus ojos, oscuros como pozos que llevan al infinito, cerrando las puertas del paraíso a todos los mortales que no pudieron mirar a tiempo en la profundidad de una mirada tuya, que me hace viajar hasta la otra punta del mundo con cada respiración agitada que me haces al oído.
Todos los lunares sobre tu piel parecen estar reclamando que los bese cuando sueltas un gemido que no sabes acabar, o que no te dejo callar.
Rompiendo la monotonía, siento como tu cuello, casi tan grueso como el mío se tensa hacia mí, mordiéndome la oreja y tirando hacia ti, reclamando que te bese, que muerda tus labios, delgados como una línea que define lo que es amistad y lo que es amor.
Agarras las sábanas, la cama, mi espalda, lo que sea que te permita no huir de este mundo y te mantenga en él mientras viajas y desapareces de todo lo que nos rodea, sincronizando un segundo de perfección en nuestras vidas.
Las ondulaciones de tu pelo están enredadas, descolocadas de golpearse contra la almohada y el colchón, de no saber cómo ordenarse para no parecer tan caóticos.
Y me miras con tus ojos de color miel, como diciéndome que querrías pasar así una tarde y otra conmigo, o tumbados sobre el sillón rojo de mi sótano, mientras te acaricio la espalda y te beso el cuello.
Y mientras lo hago, me sorprendo de el perfecto color de tu espalda, demasiado claro para llamarse moreno y demasiado oscuro para ser pálido, que no puedo dejar de querer acariciar como si fuese a escapar.
Me acaricias el pecho, mientras me miras y me besas con tus labios carnosos, como si pudiesen comerse el mundo o mis ganas de seguir en él.
No puedo resistir estar en perfecta sintonía contigo, en sentir que he tenido demasiada suerte en acertar al tratar de seducirte como para que de verdad hayas caído en las redes de mi estupidez.
Y tu larguísimo pelo me confunde, me dice que no eres tú, que no soy yo, que esto es todo mentira, porque no puede ser tan bueno y ser real, al menos no tanto tiempo.
Me acaricias con los dedos el cuello, mientras noto que tienes la piel gastada en las yemas de haberte mordido las uñas demasiado, de haberte puesto nerviosa tantas veces.
Y me sorprendo al abrir los ojos y descubrir que no te pareces en nada a ti.
Que respiras calma hasta que te muerden el cuello y que no te puedo tocar la pierna sin ver en tus ojos un atisbo de nerviosismo.
Te miro y recuerdo que ibas vestida enseñando casi demasiado, pero lo justo para que quisiese quitarte todo a mordiscos, o intentarlo, aunque mi éxito sea previsiblemente bajo.
Si no sé qué quiero, me lo aclaras con un simple "fóllame" eliminando toda posible duda al respecto.
Y me descubro pensando que es justo lo que quiero.
Pero sólo por ser tú.
Etiquetas:
desnuda,
Imbécil,
Nosotros,
olvido,
sin ropa,
te echaré de menos,
te echo de menos,
te echo de menos.,
te quiero,
Tu,
tu sonrisa
Wednesday, December 21, 2011
Antes de desaparecer (II)
Antes de desaparecer querría haber pasado una noche de locura contigo, que nos la merecemos.
Querría haberte escrito un poema digno de una persona tan increíble como tú, que me ha revolucionado la vida, que me ha dado un motivo para querer levantarme todas las mañanas corriendo a ver el ordenador o a leer el correo en el móvil.
Hay pocas cosas de las que tenga tantas ganas como de ti, a pesar de que no seas la única que me puebla la mente, como realmente ya sabes y creo que no te importa...
Como me hubiese gustado haber podido pasar un último día contigo este año, una pequeña despedida, tal vez romántica, tal vez desenfrenada, sin romanticismo pero con toda la pasión que llevásemos encima, con blues de fondo, los móviles alejados, poca luz, un pañuelo que haga de venda, un colchón...
Haber olvidado el mundo por un rato como tú eres capaz de hacerme, con mordiscos, cada vez menos discretos, en el cuello, mientras mis manos te desnudan, como ya lo hizo mi mirada poco antes, como ya me imaginé nada más verte. Dejar caer tu ropa sobre el suelo, sea cual sea, si es que lo hay, mientras acaricio y beso cada centímetro de piel, como sé que te gusta, como habría hecho tantas veces de haber podido.
Morderte el tatuaje como una invitación a darte un beso de buenas noches...
Y darte un beso de buenas noches, para no dormir hasta que el cansancio absoluto nos obligue.
Querría haberte escrito un poema digno de una persona tan increíble como tú, que me ha revolucionado la vida, que me ha dado un motivo para querer levantarme todas las mañanas corriendo a ver el ordenador o a leer el correo en el móvil.
Hay pocas cosas de las que tenga tantas ganas como de ti, a pesar de que no seas la única que me puebla la mente, como realmente ya sabes y creo que no te importa...
Como me hubiese gustado haber podido pasar un último día contigo este año, una pequeña despedida, tal vez romántica, tal vez desenfrenada, sin romanticismo pero con toda la pasión que llevásemos encima, con blues de fondo, los móviles alejados, poca luz, un pañuelo que haga de venda, un colchón...
Haber olvidado el mundo por un rato como tú eres capaz de hacerme, con mordiscos, cada vez menos discretos, en el cuello, mientras mis manos te desnudan, como ya lo hizo mi mirada poco antes, como ya me imaginé nada más verte. Dejar caer tu ropa sobre el suelo, sea cual sea, si es que lo hay, mientras acaricio y beso cada centímetro de piel, como sé que te gusta, como habría hecho tantas veces de haber podido.
Morderte el tatuaje como una invitación a darte un beso de buenas noches...
Y darte un beso de buenas noches, para no dormir hasta que el cansancio absoluto nos obligue.
Etiquetas:
desaparecer,
Nosotros,
te echo de menos,
te quiero
Subscribe to:
Posts (Atom)